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"¿Me tienes miedo?" preguntó Kan, notando mi vacilación. Negué con la cabeza, pero antes de que pudiera decir algo más, él me tomó con firmeza, levantándome del mueble. Sin una palabra, sus labios se encontraron con los míos. No fue un beso tierno, fue un beso lleno de pasión y deseo que me dejó sin aliento. Apenas pude seguirle el ritmo mientras sus labios se movían con una urgencia que me atrapaba. Kan me besó sin darme tregua, guiando mi cuerpo hacia la habitación con una suavidad que contrastaba con la intensidad de su beso. Cuando cerró la puerta, me giró y quedé de espaldas a ella. Estaba perdido en la calidez de su beso, sintiendo que cada segundo me acercaba más a un lugar desconocido, pero no quería detenerlo. Solo dejé que las cosas siguieran su curso.
"Akira, si no te importa, me gustaría llevar esto más lejos, si tú también lo deseas, pero si no estás listo..." Su voz titubeó, como si estuviera luchando contra sus propios impulsos. Quería asegurarse de que todo estaba bien, pero lo interrumpí con un beso, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello y guiándolo hacia la cama. Sonrió para sí mismo, y supo que mi acción era un claro "sí".
"Estoy listo, solo no me lastimes", le dije, subiéndome en su regazo mientras me miraba con esos ojos llenos de lujuria. Aunque era mi primera vez con un hombre, no era un completo inocente; había complacido a mi novia en el pasado. Kan volvió a besarme, empujando suavemente mi cuerpo hacia abajo, colocándose encima de mí. Sus manos se deslizaron por debajo de mi camiseta, y sentí cómo su toque despertaba mis deseos.
"Mmm", un gemido escapó de mi garganta cuando me mordió el labio inferior. No podía ignorar el deseo que emanaba de él, Kan retiró mi camiseta, así como la suya, y se agachó, besando los botones de mi pecho. Mi cuerpo se arqueó ante la sensación, buscando más de su contacto. Sus labios dejaron marcas por todo mi torso, y su atención se detuvo justo en la línea de mis pantalones. Al levantar la vista, nuestros ojos se encontraron, y en ese instante, pensé que su mirada era increíblemente sexy.
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Después de un momento, retiré los pantalones de Akira, sintiendo cómo su rostro se encendía de vergüenza al quedar completamente expuesto frente a mí. Sabía que estaba incómodo, pero no podía evitar encontrar adorable la expresión en su cara. Me bajé de la cama, deslizándome hasta quitarme mis propios pantalones junto con la ropa interior. Al hacerlo, noté cómo Akira tragaba saliva con dificultad, pues mi erección quedó visible ante sus ojos. Con suavidad, arrastré su cuerpo hasta el borde de la cama, posicionándome en el medio de sus piernas mientras colocaba sus piernas sobre mis hombros.
