Capítulo 7

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Minho firma el formulario. Sabe que necesita el descanso, pero la idea de pasar una semana lejos de la clínica le resulta difícil de digerir. Cuando entrega el papel, Bangchan se le cruza con el ceño fruncido, mostrando una mezcla de frustración y molestia en su rostro.

—¿Es en serio, Minho? —pregunta, lanzando las palabras como una acusación directa.

Minho no responde de inmediato. Se despide de la mujer de Recursos Humanos, guarda el bolígrafo en el bolsillo de su chaqueta y empieza a caminar por el pasillo. Bangchan, como siempre, lo sigue de cerca, sin dejarle espacio.

—Apenas regreso y tú te vas —insiste Bangchan, acelerando el paso hasta alcanzarlo.

Minho rueda los ojos, algo que no puede evitar. Se le había olvidado mencionarle lo del descanso, pero en realidad el estrés lo ha tenido al límite, todo había sido repentino, casi por obligación.

—¿No tienes algo mejor que hacer? —responde, intentando que su tono no suene tan áspero, aunque el malestar en sus sienes persiste y se refleja en sus palabras.

El silencio de Bangchan lo hace girar la cabeza. Su amigo parece dolido, y Minho se arrepiente al instante. No es culpa de Bangchan. Probablemente él como su novia Minju solo se preocupan por él.

—Pasaré por tu casa más tarde —dice, intentando suavizar el ambiente—. También te extrañé, tonto.

Bangchan abre la boca para replicar, pero Felix aparece antes de que pueda decir algo más.

—Doctor Bang, la paciente de las 12 lo está esperando —anuncia Felix, dándole a Minho la oportunidad perfecta para escapar.

Minho se dirige al estacionamiento, sube a su auto y, antes de arrancar, se detiene a respirar profundamente. Es su hora de tomarse el medicamento. Busca en su bolsillo, y justo cuando lo encuentra, su teléfono vibra con un mensaje de Minju recordándole lo mismo. Sonríe un poco, toma las pastillas, y en unos minutos, arranca el auto y sale a la calle.

El tráfico es pesado, como siempre a esa hora, pero Minho no tiene prisa. Conduce despacio, observando cómo la ciudad se desliza por la ventana. El día se extiende vacío frente a él, sin compromisos, sin pacientes que atender. No está acostumbrado a esto. No sabe qué hacer con tanto tiempo libre.

Con un suspiro, se coloca el auricular y marca el número de Minju.

—Hola, cariño. ¿Estás ocupada?

La respuesta de Minju no tarda.

—No mucho. ¿Pasó algo?

—No es nada —responde Minho—. Pensé en recogerte para el almuerzo. ¿Qué dices?

—¡Me parece perfecto, mi vida!

La voz de Minju le transmite entusiasmo, lo que alivia un poco el peso en los hombros de Minho. Sabe que ha estado descuidando la relación, dejando que el trabajo se lleve todo su tiempo y energía.

—Le aviso a las chicas que iré contigo —dice ella antes de colgar.

Minho toma la ruta hacia la oficina de Minju, el tráfico finalmente cediendo un poco. Baja la ventanilla para dejar entrar el aire fresco y, mientras avanza por las calles, algo llama su atención. Al pasar junto a un callejón, ve a un grupo de adolescentes con uniformes escolares. La escena no le gusta nada.

Detiene el auto de golpe y baja sin pensarlo. Tres chicos rodean a otro más pequeño. Es obvio lo que está ocurriendo. El muchacho que parece el líder está a punto de golpear al más débil, cuando Minho se apresura lo toma del brazo, deteniendo el acto.

—¿Qué creen que están haciendo? —su voz es baja, pero cortante.

Los otros dos chicos lo miran, sorprendidos. El líder suelta una risa nerviosa.

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⏰ Última actualización: Oct 07 ⏰

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