Un diecisiete de octubre, Son Chaeyoung, una joven por completo absorta de los sentidos que su mismo cuerpo exigía irradiar a fuego vivo desesperado por quemar cada espacio del planeta tierra, por un descuido en el horario donde confundió los números, a una esquina de su departamento divisó a la estrella más grande del universo, o quizás satélite, planeta, galaxia. No importaba, esa joven de ojos tan profundos parecidos al abismo de su alma perdida y poco admiradora por lo complejo de sentir, posó su mirada en ella, ¿así se sentía estar bajo la mirada de un ser imposible de describir? Al menos en su primer encuentro, porque dejaría de ser el único.
Chaeyoung recordaba el inicio de algo nuevo, una tesis que no necesitaba ser expuesta y necesariamente tener un final, es más, ahora se declaraba enemiga pública de los puntos finales, esos que no daban continuidad a lo simple de narrar. Y ahora confesaba ser por completo, el ser humano más enamorado de la vida, alguien sensible que lloraba en la más mínima interacción de dos individuos que habían encontrado el pedazo que les faltaba en el otro, y más que enamorada, era una terrible entusiasta por lo que significaba la gravedad para ella. Ahora mismo se encontraba hecha un caos por las nuevas emociones que inundaban los números y puros conceptos que había dedicado prácticamente toda su vida, y no era necesario indagar y elaborar un planteamiento del método científico para dar con la respuesta; estaba enamorada de Myoui Mina, la chica que leía libros de romance en el parque al frente de su casa.
Había conversado un par de veces con ella por la junta de vecinos que organizaba la municipalidad, y si antes no asistía por mero aburrimiento y evitar descoser sus labios para convivir con personas que no eran de su interés, ahora era la primera en la lista esperando a anotar su hora de llegada y sentarse a observar aquel viejo lugar. Aparte de conocer a la que llamaba, su nueva afición, habría descubierto su fascinación por el olor a madera poco cuidada de la habitación, y en general, toda la casa. Lo primero que destacaba era el hermoso librero que le nombró su más grande amigo de pocas palabras —en realidad muchas—, el material era madera de nogal, cuyo color y aroma conquistaba a cada amante del frío y cálido otoño, similar a lo que sentía por Mina, sí es que se expresaba en base a las estaciones del año.
—Chae, llegaste temprano, como siempre —dijo Mina, buscando el motivo de distracción de la menor.
—Oh, ¿te asusté? —preguntó envolviendo sus sentidos en matices rojos y naranjas.
—Para nada. De hecho, vine temprano porque sabía que iba a encontrarte molestando a los pobres libros —Mina finalmente confesó. Aquella joven que parecía no ser de este mundo le llamaba la atención, era retraída pero al mismo tan adorable que le daban ganas de acariciar y apretar sus mofletes, mofletes que parecían ser las nubes favoritas de cada pequeño niño del país.
—¿Por qué me miras con adoración? —preguntó Chaeyoung, evitando la broma de la contraria.
—¿No puedo hacer lo mismo que tú? —respondió tratando de acalorar su tibio encuentro—. Vamos, Chaeyoung. No niegues que me miras de la misma manera, ¿puedo saber la razón?
—Mi razón se compone de dos verdades absolutas y, un clase de física. —respondió totalmente sorprendida por su sincerdad con Mina.
El desconcierto se hizo notar en Mina, puesto que no tenía ni idea de lo que había dicho su linda vecina, esperaba una respuesta poco común por parte de Son, pero no que fuera literalmente al estilo Son Chaeyoung; famosa por dar una exposición que involucra la ciencia y mezclar el detestable y más honesto instinto humano. Sus conceptos eran arte, su mente un museo poco explorado y, esos labios, un mapa atrayente sin fin. ¿Cuál sería el tesoro escondido detrás de éstos?
—¿Quieres saber de lo que hablo? —preguntó ahora respondiendo a las ojos confusos que se dirigían hacia ella. Con un asentimiento por parte de ellos, agarró un pedazo de papel que encontró en la esquina más profunda de su mochila y lo sacó para escribir lo que sería el desarrollo de esta historia sin fin—. Esta es la contraseña de mi departamento, puedes entrar con una sola condición —le entregó la nota amarillenta y arrugada—, que ni bien cruces la puerta, confieses una sola verdad absoluta. No necesito más.
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Gravedad > OS Michaeng
Fiksi PenggemarLa gravedad se reducía a una fórmula odiada por los ojos traviesos más jóvenes del planeta tierra, pero para alguien en particular significaba un conjunto de reacciones que la hacían admirar la ciencia que implicaba ésta, sin embargo, las reacciones...