Entre explosiones y susurros

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El viento seguía soplando suavemente, pero ahora el aire entre ellos se sentía más denso, cargado de emociones que ambos intentaban comprender. Midoriya todavía sentía el calor de la mano de Bakugou sobre su hombro, incluso después de que éste se apartara. Su corazón latía con fuerza, pero esta vez no era solo por el agotamiento del entrenamiento.

—No deberías decir esas cosas tan a la ligera —gruñó Bakugou, mirando al horizonte. Su rostro estaba levemente sonrojado, algo que Midoriya había aprendido a identificar como incomodidad. Bakugou odiaba mostrarse vulnerable, pero en ese momento, había algo distinto en él.

—No lo digo a la ligera, Kacchan —respondió Midoriya, con esa seriedad que lo caracterizaba cuando se trataba de sus sentimientos. Dio un paso adelante, acortando la distancia que Bakugou había creado—. Sé lo que siento... Siempre lo he sabido.

Bakugou sintió cómo su pulso se aceleraba ante esas palabras. Cada fibra de su ser quería apartarse, alejarse de ese torbellino de emociones que tanto detestaba. Pero había algo en la forma en que Midoriya lo miraba, en cómo siempre lo había mirado, que lo mantenía anclado en ese lugar.

—Tsk —Bakugou chasqueó la lengua, frustrado consigo mismo. El sudor le corría por la frente, pero no era por el entrenamiento. Dio un paso hacia Midoriya, sus ojos ardiendo con una mezcla de furia y algo más que ni él mismo podía nombrar—. ¿Y qué se supone que haga yo con eso, Deku?

Midoriya no retrocedió, aunque la intensidad de Bakugou siempre había sido abrumadora. Levantó la cabeza, dispuesto a enfrentarlo, como tantas veces había hecho antes, pero esta vez con una seguridad distinta.

—No tienes que hacer nada, Kacchan. Solo... no te alejes.

Esas palabras resonaron en Bakugou de una manera que no esperaba. Durante años había empujado a Midoriya lejos, lo había humillado, lo había tratado como si fuera inferior. Y sin embargo, aquí estaba, pidiéndole que no se apartara, que se quedara a su lado.

—¿Por qué no te rindes? —preguntó Bakugou en voz baja, casi un susurro.

—Porque nunca lo he hecho contigo. —Midoriya sonrió, pero no de forma arrogante, sino con esa calma que a veces exasperaba a Bakugou. Era una sonrisa suave, cargada de afecto y comprensión.

Bakugou se quedó en silencio. Nunca supo lidiar bien con los sentimientos que lo revolvían por dentro, y mucho menos cuando se trataba de Midoriya. Pero esta vez, en lugar de responder con gritos o explosiones, hizo algo que sorprendió a ambos.

Se acercó un paso más, hasta quedar a tan solo unos centímetros de Midoriya. Sus ojos rojos lo miraron fijamente, y en ese instante, Midoriya supo que algo había cambiado. Bakugou levantó una mano temblorosa, como si no estuviera seguro de lo que estaba haciendo, y la colocó suavemente sobre la mejilla de Midoriya.

—Eres un maldito problema, Deku —murmuró Bakugou, su voz más suave de lo que jamás había sido.

Midoriya se quedó quieto, su respiración entrecortada por la cercanía. Podía sentir el calor de Bakugou, la energía que siempre había vibrado entre ellos. Pero esta vez no era hostil. Esta vez, era algo completamente diferente.

—Kacchan... —Midoriya susurró, apenas moviendo los labios. El contacto de Bakugou lo desarmaba de una manera que no había anticipado.

Antes de que cualquiera de los dos pudiera decir algo más, Bakugou inclinó ligeramente la cabeza y, en un gesto impulsivo y cargado de todas las emociones reprimidas, acercó sus labios a los de Midoriya.

El beso fue suave, casi torpe, como si ninguno de los dos supiera realmente qué hacer. Pero no necesitaban saberlo. En ese momento, no importaban los años de rivalidad, de peleas, de gritos. Solo importaban ellos dos, conectados de una manera que nunca antes habían imaginado.

Cuando se separaron, ambos estaban respirando pesadamente, sus corazones latiendo al unísono.

—Si le dices a alguien sobre esto, te mato, nerd —gruñó Bakugou, aunque la amenaza no tenía su habitual ferocidad.

Midoriya sonrió ampliamente, su corazón llenándose de una calidez que no había sentido en mucho tiempo.

—No diré nada... Kacchan.

Bakugou bufó, pero sus ojos ya no reflejaban ira. Había algo más allí, algo que ni él mismo entendía del todo, pero que estaba dispuesto a explorar. Por primera vez en mucho tiempo, dejó de luchar contra lo que sentía.

Y por primera vez en su vida, Midoriya sintió que finalmente había alcanzado a Bakugou.

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Bueno espero les guste y recuerden esta historia la quería compartir porque me gusto como la hizo Chatgpt bueno Chaoo tomen agüita.

Lo que nunca te dije asta ahoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora