MIA
Las agujas del reloj se mueven lentamente, marcando las 11:30 pm. Solo faltan treinta minutos para que llegue la Navidad. Alessandro y yo estamos sentados en el comedor, disfrutando de nuestra cena navideña. La mesa está decorada de forma impecable, con velas que desprenden una luz suave y acogedora. Las copas de vino tintinean levemente cuando rozan nuestros platos. Alessandro está impecable, como siempre, en su traje negro perfectamente ajustado, acompañado de unos zapatos negros de lujo que brillan bajo la tenue luz. En sus manos, lleva puestos sus guantes de cuero negro, un toque característico de su estilo reservado y elegante.
Por mi parte, decidí vestirme a la altura de la ocasión. Mi vestido carmesí es largo, con una abertura que deja ver mi pierna izquierda de manera sutil pero seductora. Tiene un escote discreto, y las mangas largas cubren mis brazos, aunque el tono rojo vibrante del vestido lo hace resaltar. Mi cabello suelto, planchado con precisión, cae en ondas suaves alrededor de mi rostro, adornado con una flor roja detrás de la oreja. El maquillaje es ligero, pero resalta mis ojos y labios de una manera elegante, sin robar protagonismo al conjunto.
En medio de la mesa, en su sillita alta para bebés, está nuestra pequeña Nora. Es un momento casi cómico en contraste con nuestra vestimenta formal: mientras Alessandro y yo estamos disfrutando de una cena elaborada. Con un pavo con ensalada, puré de papas y una copa de vino tinto. Nora está ensimismada comiendo su puré de frutas. Con sus manitas pequeñas, está manchada de puré de arriba a abajo, tanto en la cara como en su ropita. Sonrío al verla tan entretenida, pensando que después tendré que cambiarle la ropa y limpiarla.
Alessandro y yo conversamos durante la cena. Su tono es grave, como siempre, pero noto que su mirada se suaviza cada vez que observa a Nora, incluso cuando está cubierta de puré. Intento contener mi entusiasmo, aunque en el fondo me muero de ganas de entregarle a Alessandro su regalo de Navidad. Después de tanto pensarlo, después de darle vueltas y vueltas al tema, finalmente decidí seguir el consejo de Dylan. Quería que mi regalo fuera algo personal, algo que viniera de mí y no algo material o lujoso. Justo a la medianoche, intercambiaríamos nuestros regalos.
Al terminar de comer, Alessandro toma un pañuelo húmedo y comienza a limpiar delicadamente las manitas y el rostro de Nora. La pequeña, con su usual energía, trata de esquivar su mano, pero Alessandro se mantiene paciente, limpiando cada rincón de su carita manchada de puré. Luego, con calma, le quita la ropa que tiene puesta, llena de manchas, y la deja sobre la silla alta. Con Nora en brazos, se acerca a la sala, donde yo había dejado preparado un vestido verde con un diseño navideño, perfecto para la ocasión.
Alessandro la coloca suavemente en el sofá y yo me acerco para vestirla. Mientras le pongo el vestido, acaricio su cabello con delicadeza, cepillándolo hasta dejarlo ordenado y suave. Nora me mira con sus grandes ojos curiosos, jugando con mis dedos mientras intento acomodar el último botón del vestido. Miro hacia el reloj de la pared: faltan apenas cinco minutos para la medianoche. Siento la emoción crecer dentro de mí, pero ya no puedo esperar más.
Con Nora en mis brazos, me giro hacia Alessandro, que me observa en silencio, su mirada fija en mí, como si supiera que algo importante está por venir.
—Es hora de darte tu regalo —le digo, con una sonrisa que trato de controlar—.
Él, en su habitual postura seria, mantiene su expresión imperturbable, pero noto un leve brillo de curiosidad en sus ojos. Sabía que, aunque no lo admitiera, estaba esperando este momento. Lo guío hacia la puerta de su oficina, sosteniendo a Nora mientras caminamos por los pasillos decorados con luces y adornos navideños.
—Adentro está tu regalo —le confieso, mi voz más baja ahora. Tomo un pequeño respiro antes de continuar—. Me costó mucho decidir qué regalarte, Alessandro. Eres un hombre que lo tiene todo: riqueza, poder... Todo lo que deseas puedes conseguirlo. Así que este año quise hacer algo diferente, algo más personal. No es lujoso, ni caro, pero me esforcé mucho en prepararlo, y espero que te guste.
ESTÁS LEYENDO
La Sombra Del Anillo
RomanceAl despertar la mañana siguiente, Mia se encuentra en una habitación desconocida, compartiendo la cama con el hombre del bar. La sorpresa no termina ahí: ambos llevan argollas de matrimonio en sus dedos. Desconcertada y con resaca, intenta recordar...