8

102 5 0
                                    

El sol ya estaba en lo alto, y el calor del entrenamiento comenzaba a hacerse notar en el predio. Después de mi breve encuentro con Pablo Aimar, decidí regresar a la banca y seguir tomando fotos. La cámara me daba una excusa para mantenerme ocupada, pero mi mente seguía atrapada en el intercambio de miradas con Scaloni. ¿Lo había notado? ¿Le habría importado?

Me acomodé en la banca, enfocando a los jugadores en la cancha. Los clics de la cámara me devolvían un poco de calma, pero no podía evitar sentir el peso de la tensión flotando en el aire. Sabía que Scaloni estaba cerca. Sabía que me había visto.

Mientras tomaba algunas fotos de Messi regateando con precisión y de Otamendi metido en su típica actitud intensa, escuché un murmullo a mi lado.

—¿Te quedó buena la foto, no? —Pablo me volvió a sorprender con su tono bromista y relajado.

Sonreí y bajé la cámara por un momento.

—No lo sé, ¿vos qué opinás? —le devolví el juego, sin apartar mi mirada de la cámara pero inclinándola lo justo para que Pablo pudiera asomarse y ver una de las imágenes en la pantalla.

Pablo se inclinó, demasiado cerca, de nuevo. Sentí su brazo rozando el mío y su risa baja resonando en mi oído.

—Salgo mejor que Rodri, seguro —murmuró. Luego, en un movimiento que parecía casual pero estaba perfectamente calculado, se inclinó aún más, tan cerca que podía sentir el roce de su barba contra mi cuello.

Mi piel se erizó. Podía sentir su respiración y, aunque era un juego sutil, lo suficiente para que nadie más lo notara, en mi mente no había duda de lo que estaba sucediendo. Estábamos jugando con fuego.

Pero lo que más me sorprendió fue la intensidad con la que Pablo me hacía sentir. Había algo en su cercanía, su voz ronca y ese toque de despreocupación que me atraía más de lo que quería admitir. Pablo no era solo parte de mi plan para poner celoso a Scaloni. Había algo genuino, algo que me atraía profundamente de él, y en ese momento, su presencia me envolvía de una manera que casi me hacía olvidar a Scaloni por completo. Me perdía en su energía, en su forma de hacer que me sintiera ligera, en la manera en que lograba hacerme sonreír incluso cuando intentaba mantenerme firme.

Me reí, más para disimular la reacción que para responder a su broma, pero en ese instante mi mirada se deslizó hacia el campo, y lo vi.

Scaloni estaba a unos metros de distancia, observándonos. Su postura era rígida, su mirada intensa, y en sus ojos había algo mucho más oscuro que lo que había visto antes. Los brazos cruzados sobre su pecho y su mandíbula tensa no dejaban lugar a dudas. Estaba celoso. Muy celoso.

Sentí un golpe de adrenalina. Mi plan estaba funcionando, pero al mismo tiempo, había algo peligroso en esa mirada que me hizo cuestionar si estaba yendo demasiado lejos.

Pablo siguió hablando, bromeando sobre su pose en las fotos, pero apenas lo escuchaba. Toda mi atención estaba en Scaloni, en cómo no apartaba los ojos de nosotros. No podía dejar de preguntarme qué estaba pensando. ¿Iba a hacer algo? ¿O simplemente seguiría observando desde lejos?

—Anto, ¿estás escuchando? —me interrumpió Pablo, tocándome el brazo suavemente.

Parpadeé, sacándome de mis pensamientos.

—Sí, sí, te estaba escuchando —mentí, y le sonreí como si todo estuviera bajo control.

Pero no lo estaba. Mi corazón latía a mil por hora, y no sabía qué iba a pasar después. Scaloni seguía ahí, mirándonos, y cada segundo que pasaba hacía que la tensión entre nosotros creciera.

Antes de que pudiera hacer algo más, Pablo se inclinó una vez más, esta vez susurrándome al oído:

—Mejor te concentro yo para esa sesión de fotos especial, ¿no te parece?

Sentí su barba rozar mi piel nuevamente, pero en ese momento, lo que me sorprendió fue la intensidad con la que mi cuerpo reaccionó a su cercanía. Por un instante, la idea de Scaloni desapareció de mi mente, y todo lo que pude sentir fue la energía de Pablo. La forma en que su voz me envolvía, la suavidad de su risa, me hizo cuestionar lo que realmente quería.

—Quizás más tarde, Pablito —respondí, sonriendo para seguir el juego, pero mi mente ya no estaba ahí. Algo en Pablo me atraía, más de lo que me permitía admitir. Scaloni había sido el centro de mi atención durante tanto tiempo, pero en ese momento, era Pablo quien me hacía sentir viva.

Me levanté de la banca con la cámara en mano, como si fuera a moverme para conseguir un mejor ángulo de los jugadores, pero la verdad es que necesitaba espacio, necesitaba aclarar mi mente. Scaloni me seguía con la mirada, y mientras me alejaba, sentí que su atención sobre mí era casi palpable, como si estuviera esperando el momento adecuado para confrontarme.

¿Habría provocado una tormenta que no podría controlar? Estaba a punto de averiguarlo.

LA FOTÓGRAFA (Lionel Scaloni x FEM!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora