♯┆Nadie está condenado

70 5 0
                                    

1993

El año acabó rapidísimo, con el llegó navidad y para recordarnos lo cruel que es la vida, el funeral de mi abuela.

Si de por sí no celebrabamos mucho la navidad, menos después de aquel horrible año.

Sinceramente el deseo de pasar navidad en familia nunca se fué, pero no podía pedir tanto para el poco amor que había en la familia y prefería llorar por mi abuela que fingir sonrisas en algo absurdo como lo eran esos tiempos.

Además pasó lo que tanto temía, que mis papás se divorciaran.
Si bien me parecía estúpido que siguieran peleando como niños y que cada que pudieran se enojaran por cosas absurdas, era muy diferente que te contaran el divorcio a que lo vivieras.

Siempre que escuchaba sobre las separaciones entre matrimonios tóxicos, me imaginaba como si eso pasara en mi familia, podía llorar de tan solo pensarlo o podía hasta implorarle a Dios para que mis padres se separaran.

Y ciertamente me dolió mucho ver como la familia que creí perfecta de niña ahora estaba destruida.

Porque no solo fue el divorcio de lo que me enteré un veinte de noviembre de aquel lejano 1993, sino que una infidelidad también llegó a mis oídos.

Manuel Alejandro era el nombre del amante de mi madre, según lo que contó Liliana, vivía en un departamento esperando la llegada de mi madre, que sería después de su divorcio.

No cuestioné el como se enteró Liliana; ella tendría sus métodos. Pero me pegó más duro aquello.

Y así fue como 1993 se convirtió en un año fúnebre y negro para la vida de mis hermanas y la mía.

Pero no todo fue tan malo.

También iniciamos otro año escolar, en el que cambió mi vida y podría decir que la de Elizabeth también.

Ese mismo año entró un niño nuevo a nuestro salón, un oaxaqueño alto y moreno de nombre Tenoch, al que le hicieron 'poste' y fue una persona clave para los siguientes meses.

Tenoch parecía tener algo que la mayoría de nuestro salón —y podría decir de la escuela— no tenían; cerebro.

Se dio cuenta de que los jóvenes eran demasiado flojos para cumplir con todas sus materias, así que inició un peligroso pero interesante negocio, vender tareas.

Poco a poco la demanda lo rebasó, así que pidió ayuda, la primera fue Amanda, que con sus habilidades de coqueteo y popularidad pudo hacerle fama al negocio.

Después, por recomendación de Amanda, se nos acercó a Elizabeth y a mí, al lugar donde sería nuestro "centro de operaciones", la biblioteca.

Eli y yo pasábamos ahí casi todos los días debido a su gusto por la lectura y porque ciertamente era el único lugar donde yo podía dibujar sin recibir elogios cada dos segundos.

—¿Y qué estaríamos haciendo nosotras?— preguntó desconfiada.

—Pues son buenas en Matemáticas, y sus promedios son de diez, así que una ayuda en Mate y Artes no estaría mal.

—Mmmm, déjanos pensarlo.— dije seriamente.

—Sí, eso, piénsenlo.

Y al día siguiente aceptamos. Gracias a la presión de Amanda y de Liliana, aceptamos entrar al negocio.

En esos momentos podía decir que era algo extraño para mí, pero después fue la mejor decisión que pude haber tomado en toda mi existencia.

Luego de unos días, se unió Alex, quien si resultó ser el hijo del dueño del videoclub al que fuimos el primer día que estuvimos en el DF, Tenoch lo invitó debido a que según sabía karate y era popular.

Al final fueron Marifer y Daniela, por ser buena en la poesía y ser creativa, Dani por ser el segundo mejor promedio y ser buena en química.

Mientras el negocio crecía, nosotras nos volvíamos más amigas de los del salón, en parte gracias a Amanda y al negocio.

Íbamos a las tardeadas que hacía Paulina, las fiestas que nos invitaba Amanda y nos sentabamos con el grupito de Diego.

También con el tiempo, Alex y Marifer se enamoraron y empezaron una relación, de la que Paulina no dejaba de hablar y de preguntarme sobre ellos dos cada que podía.

Por otro lado, Elizabeth conoció a un chico el cual yo no tenía ni idea de quién era o como lo conoció, solo sabía que tenía una mente muy abierta y liberal, que le invitaba a fiestas, tardeadas de amigos de él o al cine.

Liliana también conoció a alguien, un chico un poco más grande que ella y que conoció en un curso de inglés, se llevaron bien y de hecho a veces venía a comer a la casa cuando papá no estaba.

Siendo sincera, aquel chavo me caía bien, Roberto se llamaba, tomaba cursos de inglés extras porque quería viajar a Estados Unidos pronto y quería mejorar en el idioma. Estudiaba administración en una universidad cerca de la facultad de Liliana.

A veces pasaba por nosotras para llevarnos a la escuela, pues pedía prestado el coche de su mamá, nos llevaba a salidas de vez en cuando y éramos muy buenos amigos.

Incluso una vez nos llevó a Liliana y a mí a una feria y la mayoría de las cosas nos invitó él, definitivamente me caía requeté bien, sabía que no tardaría mucho en ser pareja de Liliana.

Ese fue un resumen de 1993 un año con altos y bajos, pero que siempre nos mantuvimos juntos todos.

Con más bajos que altos, claramente, pero que al final no importaban porque los malos ratos se reemplazan con los mejores momentos que uno puede tener.

Y así de mal inició el año, así se acabó. De nuevo aquella fecha catastrófica llegó, para ser sincera, a ese punto nadie aguantaba a papá. Cada vez era peor su humor y eso nos afectaba a todas.

Liliana por ejemplo, que nunca necesitó de nuestros papás para sentirse apoyada —porque de cierta forma la única que la apoyó fue la abuela Jacinta—, no le prestaba mucha atención a papá, estaba más ocupada con la universidad y el ser feliz como una chica de su edad que mortificarse por algo que ya pasó.

Elizabeth fue todo lo contrario. Aparte de necesitar en mayor parte a nuestros papás, era muy respondona. Nunca se guardaba las cosas porque no estaba acostumbrada, eso hacía que la personalidad de mi papá y la de Eli chocaran.

Por mi parte solo me quedaba callada, tampoco podía quejarme mucho más allá, pero no era como si de verdad me importara, teniendo todo lo que podía pedirle a papá era más que suficiente.

Y no es que sus emociones no me importaran, simplemente aprendí a esquivarlas para no terminar peor yo. No podía evitar llorar por lo de la abuela, tampoco podía evitar que él no llorara.

Hasta en eso éramos parecidos, el nunca intentó persuadirnos el sentimiento de soledad que tuvimos en ese momento, porque ni siquiera él podía hacerlo con lo que él sentía.

Tal vez por eso fue que mamá dejó de hablarnos por teléfono. De la nada sus llamadas pararon, los regalos que enviaba en fechas especiales también pararon, todo proveniente de ella paró.

Intenté saber más de ella con Liliana, pero dijo que le perdió la pista y no ha podido contactarla.

Supongo que al final todo eso estaba destinado a ser. Estaba condenada a seguir sufriendo.

──── ᡣ𐭩 ────

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 18 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝐂 𝐀 𝐌 𝐀 𝐑 𝐀── .✦ Nadie Nos Va A ExtrañarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora