La abrumante victoria de Claudia le había recordado su lugar. Claudia siempre fué la que llevaba el mando. Claudia siempre fué el rostro impecable, la delegada impoluta, la fría y calculadora mujer. Siempre fué el foco de su atención y de su admiración. Ella nunca habría sido suficiente para ése cruel encanto. Nunca lo fué y nunca lo será. Ella volvió a suspirar y tomó un sorbo de su café de olla con gusto a calcetín mojado. Que asco.
Su humillación en el debate había hecho un lindo adorno con su aplastante derrota. Como anillo al dedo. Una derrota humillante para alguien patético como lo era ella. Al menos no le había ido tan mal como al zoquete de Maynez. Pero no podía reconfortarse con éso. No era relevante. Lo había perdido todo una vez más. Tal y como cuando Claudia y ella se habían postulado. No había sido hacía tanto tiempo, lo sentía como si hubiera sido ayer mismo. Eran amigas de toda la vida. Eran cercanas, amigas. Ella siempre tan estoica frente al ojo público, era completamente diferente en la intimidad de su relación. Ella fué una tonta al pensar que podría merecer algo más que su amistad. Amistad que se fué a pique con éso de la estúpida postulación. Quizás no habían sido buenas amigas después de todo. Quizás Claudia jamás la vió como una igual. Quizás pidió demasiado.
Quizá era ella la única que de verdad vió futuro en ésa relación. Quizá no debió confiar en Claudia. Ella la conocía bien y sabía en dónde se estaba metiendo. Sabía que Claudia podía ser tan cruel como lo era de amable. Sabía que era despiadada e inamovible con tal de conseguir lo que deseaba. Pero quiso confiar. Quiso confiar en que el poder no la corrompería. Pero estaba completamente equivocada. Ella fijó la mirada en su taza de barro artesanal con una mueca de asco y luego miró la ventana con melancolía. A Claudia le habría gustado quejarse con el gerente por el café asqueroso. Ella siempre sabía que hacer. Siempre diligente, siempre perfecta. Estúpida Claudia, todo era culpa suya.
En algún momento después de dejar su amistad de lado, Xóchitl se había obsesionado con la idea de ser su rival. Si no podía ser su amiga (o algo más) entonces iba a hacerle la vida imposible. No concebía la idea de tomar un camino apartado de ella. Claudia era su todo. Era la luz de su vida, el camino, su guía. Iba a dedicarle todo lo necesario con tal de arruinarle la existencia. No podía simplemente dejarla por la paz. Lo había llevado a tal grado de dedicarle amenazas de muerte todos los días, sin falta. Cada día durante un buen tiempo éso fué su único contacto. Un mensaje de odio hecho con dedicación sólo para la manipuladora y fría Sheinbaum. Una carta de amor cubierta con celos y despecho, dedicada para su eterna rival. Una muestra de su obsesión desmesurada, servida en bandeja de plata para su querida presidenta.
Poco iba a saber que Claudia no era indiferente ante esto. Con el tiempo llegó a acostumbrarse a estas cartas de odio. Eran un encantador recordatorio de que Xóchitl seguía perdida sin ella. Disfrutaba de esta atención, de su atención. Adoraba tenerla echando humo sólo por su indiferencia. Adoraba la dedicación y el sentimiento de sus particulares mensajes. Se había acostumbrado a su atención. Le recordaba que ella seguía ahí afuera, despechada por su insolencia. Adoraba la idea de tenerla amarrada y rabiosa sólo por alejarse. Era su juguete.
Todo cambió después de ése funesto debate y su ridícula declaración de amor. Xóchitl fué clara y concisa sobre sus sentimientos. Ella fingió indiferencia. Xóchitl ya sabía su respuesta, pero aún así había decidido humillarse en televisión nacional con tal de tener una pizca de su atención. Que patética fué al suponer que éso le serviría de algo. Su relación ya estaba bien como la habían estado manejando. Xóchitl fingía odiarla, y ella fingía que no le importaba, pretendía que no le gustaba su atención. Ése era el rol que deberían tener, así lo había dispuesto ella, así deberían ser las cosas entre ambas. Pero no, ella tenía que arruinarlo con su sentimentalismo. Que tonta fué. Como siempre. Estúpida Xóchitl.
Claudia la aplastó con sus números y Xóchitl se rindió. No más mensajes de odio. No más señorita alegre. No más Xóchitl para Sheinbaum.
El palacio presidencial era abrumadoramente enorme. Salas interminables y pasillos lujosos se extendían hasta donde terminaba su vista. Retratos y alfombras de porcelana fina adornaban esmerosamente el rico lujo de los cuartos. Pronto mandaría a construir un busto para ella, sólo para complacer su capricho inútil. Ésa era la clase de vida a la que estaba destinada. Ella llevaría a la nación a la grandeza. Ella merecía estar ahí. Por supuesto. Era innegable. Ella sabía lo que estaba haciendo.
Y sin embargo, no era lo mismo sin Xóchitl. No tenía a quién regodearle su victoria. No había nadie que le lamiera las botas. No habia alguien dispuesto a contradecirle sólo por querer su atención. De alguna manera, no podía disfrutar su posición sin ella ahí. ¿Cómo podía ser? Éso habia sido por lo que luchó su vuda entera. No necesitaba a una estúpida lambiscona como ella. Xóchitl era la que estaba desesperada por su atención, no al revés. Xóchitl era quien debía estar empeñada en ésa relación sin futuro. Y sin embargo, jamás se había sentido más sola. Sin mensajes de muerte suyos, la presidencia no tenía sentido. Sin su atención las cosas eran monótonas, vacías. Sin Xóchitl el poder no le era satisfactorio.
Desde que Xóchitl se rindió las cosas dejaron de tener sentido. Ella ya no era la mujer alegre y luchadora que alguna vez conoció. Era fría y cortante. Indiferente, tal y como Claudia había sido con ella.
“Así que así es como se siente…”
No podía arrepentirse, ¿cómo hacerlo? No tenía derecho después de todos sus errores. No debía ceder a estas nimiedades. Estaba donde debería de estar, con o sin Xóchitl.
Y sin embargo, ahora ella era quien estaba perdida. Ella era la que extrañaba su atención. Ella era la patética ahora.
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De rivales y lesbianas (Claudia x Xóchitl)
Romance-Dime Claudia, si tú y yo hubiésemos sido novias... ¿No crees que un abrazo había bastado para arreglarlo todo?- Oneshot de Claudia Sheinbaun x Xóchitl Galvez Las que se pelean se aman