Capítulo 50: Fatiga

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MIA

Estas últimas semanas han sido como una montaña rusa emocional y física para mí. El hecho de estar embarazada por segunda vez ha traído consigo toda una serie de cambios que no esperaba. Cuando estuve embarazada de Nora, todo parecía mucho más manejable; tenía algunas náuseas, antojos repentinos, y una energía inusual que me permitía continuar con mis días de una manera bastante normal. Pero este embarazo... este embarazo ha sido completamente diferente, como si mi cuerpo estuviera reaccionando de una forma nueva y extraña. Me siento agotada todo el tiempo, incluso cuando apenas hago algo. Es como si una nube de cansancio y falta de energía me envolviera constantemente, y, por más que quiera seguir con mi día a día, simplemente no puedo.

Hoy, el cansancio me ha vencido nuevamente, y me encuentro acurrucada en nuestra cama, abrazando una almohada para sentir un poco de consuelo. Las cobijas grises me cubren completamente, y las cortinas de todas las ventanas están cerradas. Incluso la luz más mínima me resulta molesta hoy. Es como si la luminosidad me drenara aún más, así que prefiero mantener la habitación en penumbra, donde pueda estar tranquila, aunque mi mente siga inquieta.

Había conseguido dormir a Nora hace un rato, dejándola descansar plácidamente en su cuna en su habitación. Aproveché ese pequeño momento de paz para retirarme a mi propia cama, buscando un respiro, aunque no estoy segura de poder dormir realmente. El cansancio es abrumador, pero mi mente no se apaga tan fácilmente. Cierro los ojos, intentando desconectar un poco, cuando oigo el sonido suave de la puerta de la habitación abriéndose.

Sin necesidad de abrir los ojos, sé que es Alessandro. Su presencia siempre se siente antes de que lo vea. Tiene esa forma tan autoritaria y firme de moverse que incluso su andar es inconfundible. Lo escucho acercarse, y cuando finalmente lo miro, ahí está, impecable como siempre. Lleva puesto su traje negro, como cada vez que tiene reuniones importantes con los hombres que trabajan para él. Esta mañana mencionó algo sobre una reunión crucial, pero no presté demasiada atención a los detalles. Desde que descubrí que estoy embarazada, me he distanciado un poco de los asuntos de la mafia. Siento que no puedo lidiar con ese nivel de estrés ahora. Alessandro siempre intenta mantenerme al margen de los problemas más oscuros, y ahora más que nunca estoy agradecida por esa barrera que ha levantado entre mi mundo y el suyo.

Sin embargo, lo que más me llama la atención no es su traje ni su expresión seria. Es el pequeño bote que lleva en su mano: helado de chocolate, mi marca favorita. Alessandro sabe que el helado es mi pequeño vicio, mi debilidad cuando quiero darme un capricho. Incluso ha habido veces en las que me ha regañado por comer demasiado, preocupado por mi salud. Pero, esta vez, cuando lo veo sosteniéndolo, el anhelo usual que siento por ese helado no aparece. Miro el bote con desinterés, algo que no es típico en mí. Él también lo nota.

               —No tengo ganas de helado le digo, mi voz más débil de lo que esperaba.

Veo cómo sus ojos se oscurecen un poco, ese destello de preocupación que siempre trata de ocultar tras su fachada imperturbable. Sé que mi respuesta lo ha sorprendido. Alessandro conoce mejor que nadie mis hábitos, y que yo rechace algo que normalmente me haría feliz es suficiente para que su mente comience a trabajar en busca de respuestas.

Sin decir nada más, se acerca y se sienta al borde de la cama, dejando el bote de helado a un lado. Mi corazón se derrite un poco cuando, sin pensarlo dos veces, comienza a acariciar mi cabello suavemente. Es un gesto tan sencillo, pero está lleno de ternura, uno de esos momentos en los que puedo ver que detrás de esa seriedad inquebrantable, existe un hombre que se preocupa profundamente por mí. Cierro los ojos un momento, disfrutando de su toque, intentando absorber algo de su energía, algo de su fuerza.

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