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Max Verstappen

Había pasado el tiempo suficiente para que los cielos anaranjados con la salida del sol se volvieran azules oscuros, las estrellas eran su única compañía. ¿Qué hora sería?.
El frío calaba mis pequeños huesos. Mi cuerpo había empezado a temblar en orden de mantener mi débil temperatura corporal en un nivel al menos aceptable, mi sangre joven se mueve hacia mi debilitado corazón roto, mis propios brazos envuelven mi torso y yo entierro mi cabeza en ellos, sin poder distinguir si el abrazo era para darme calor, o para intentar calmarme.

¿Realmente merezco esto?. Creí ser un buen hijo.

Me sentía asustado, confundido, triste. Mis manos aún dolían por la fuerza con la que había sostenido el volante esta tarde. Los regaños de mi padre aún resonaban en mi cabeza como filosas cuchillas, perforando cada nervio e inseguridad que tenía.

¿No era yo su mayor orgullo?. Era todo lo que siempre dijo querer.

"Quiero un hijo alfa, alto, fuerte, con mi potencial y habilidad en la pista. Él será mejor que yo."

Eso decía la carta que me intentaste esconder hace unos años. Esa que sin darte cuenta tiraste a la basura junto al suéter que te regalé en tu cumpleaños y que se rompió cuando un perro te mordió. Un perro que no existía.

Mi garganta empezaba a dolerme por llorar y respirar con la boca abierta, mi cuerpo temblaba más y mis ojos ardían de llanto.

Miré arriba. El techo de la gasolinera me brindaba un poco de confort luego de esta situación. Suprimí un pas de sollozos con todas mis fuerzas y miré abajo, ocultando mi nariz y mi boca en mi sueter, lo único que me intentaba cubrir del frío. Junto a mí yacía una lata de Coca-Cola, la trampa.

Ese hombre me dió el dinero suficiente para una, me envió a comprarla y se fue. Dejándome sin comida, sin dinero para regresar, y sin poder siquiera disfrutar la bebida por las condiciones en las que me encontraba.

Me sentía como un perro. Miré a la calle. Con suerte, pasaría alguien y podría pedirle que me llevara a mi casa. Pero quiero ser honesto... ¿Alguien llevaría a un niño desconocido a su casa? Y en caso de que sí ¿debería confiar en esa persona y subir a su auto?.

Me resigné y bajé la cabeza. Una parte de mí, paranoica e infantil, ya estaba resignada a que yo iba a morir de frío.

Suspiré antes de cerrar los ojos. Supongo que si no sirvo para las carreras, no sirvo para nada...

No sé cuánto tiempo pasé en esa gasolinera, solamente escuché el sonido de un motor, sonidos que reconocía casi por naturaleza.

Una fuerte luz me hizo despertarme de golpe. Había comenzado a nevar hace un rato no muy largo considerando la delgada capa blanca a mi alrededor y las pequeñas porciones del mismo color en mi ropa mojada de nieve. La luz frente a mí era un auto, y de él bajó una mujer... Mi madre.

── ¡¿Max?! ¡Max!──exclamó corriendo hacia mí, pude verla estar a punto de tropezar en un intento casi desesperado por alcanzarme──. ¡Dios mío, Max! ¡¿Qué haces aquí, mi niño?!──preguntó. Sentí su suave y delicado aroma a galletas de coco envolverme y disiparse rápidamente con el viento. Sus manos cálidas acunaron mis mejillas y levantó mi cabeza para mirarla a los ojos──

──...

No tuvo una respuesta de mi parte. Lo único que yo quería era... Dormir. Ni siquiera podía identificar qué sentía, pero ella parecía muy angustiada. Me tomó en brazos con todas sus fuerzas y me cargó hasta el auto. En el asiento, mi ropa fría se empezó a descongelar mojando la tela del auto, aunque a ella parecía no importarle. Supongo que eran las diferencias entre mamá y ese hombre.

Hold Your Hand | Chestappen | Fórmula Uno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora