capítulo 5: las compañeras de Astra

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En la Academia de los Elementos, el primer desafío que enfrentaron los estudiantes fue conocerse y comprender la diversidad de sus orígenes. Cada uno traía consigo las costumbres, las enseñanzas y los orgullos de su reino, y aunque la intención de la Academia era fomentar la unidad, las diferencias entre ellos eran evidentes desde el primer momento. Astra y Noctis, aunque compartían una conexión inexplicable, no eran los únicos personajes de este vasto y complejo universo.

El profesor Maestro Zephyrus, con su calma característica, había asignado a los estudiantes en grupos de cuatro, asegurándose de que cada grupo tuviera un representante de los cuatro reinos principales: Sol, Luna, Tierra y Aire. Esto no solo fomentaría la colaboración, sino que obligaría a cada estudiante a entender mejor a sus compañeros y sus respectivos elementos.

Astra, asignada a un grupo que compartía tanto contrastes como afinidades, pronto conoció a sus compañeras: Orion, del Reino del Aire; Kaia, del Reino de la Tierra; y Lunaris, del Reino de la Luna. Aunque Noctis no estaba en su grupo, Astra percibía un vínculo interesante con estos nuevos compañeros.

Orion, de cabello plateado y ojos azules como el cielo despejado, era una joven inquieta y llena de energía. Su naturaleza era tan ligera como el viento que tanto veneraba. Siempre estaba en movimiento, con una risa fácil y un corazón abierto. Hablaba con entusiasmo sobre su reino, donde las nubes eran su hogar y las corrientes de aire eran su guía.

-En el Reino del Aire, todo es fluidez. Aprendemos a vivir sin ataduras, sin estar anclados a la tierra -decía Orion mientras sus manos gesticulaban en el aire, como si dibujara el viento con sus movimientos-. Aquí, quiero aprender a entender a los otros elementos. El viento viaja por todo el cosmos, pero nosotros no siempre entendemos lo que vemos.

Astra escuchaba con una sonrisa. La energía vibrante de Orion contrastaba con su propio carácter más sereno, pero sentía que su espíritu libre y curioso podía enseñarles mucho a todos.

Kaia, en cambio, era todo lo contrario. Proveniente del Reino de la Tierra, su presencia era firme, estable y silenciosa. Su cabello castaño oscuro caía en ondas hasta sus hombros, y sus ojos verdes reflejaban una conexión profunda con la naturaleza que la rodeaba. Había algo en su modo de hablar, lento y medido, que hacía que los demás sintieran la solidez de sus palabras.

-La tierra nos sostiene a todos -dijo Kaia en su primera presentación-. En mi reino, aprendemos a escuchar el suelo bajo nuestros pies. Cada raíz, cada piedra, tiene una historia que contar. Espero que aquí, en la Academia, podamos aprender a escuchar también a los otros elementos, porque sin ellos, la tierra no podría prosperar.

Astra admiraba la calma de Kaia. Su voz parecía resonar con una sabiduría antigua, como si hablara desde las profundidades del mismo planeta. Aunque Kaia era de pocas palabras, cada frase que pronunciaba parecía tener un peso que hacía que los demás la escucharan con atención.

El cuarto miembro del grupo, Lunaris, venía del Reino de la Luna, como Noctis. Aunque ambos compartían el mismo reino, sus personalidades eran bastante diferentes. Mientras que Noctis era más reservado y misterioso, Lunaris tenía un aire más accesible, aunque siempre envuelta en un halo de calma. Su cabello negro azulado caía en mechones que brillaban bajo la luz, y sus ojos plateados reflejaban la luz tenue de la luna.

-El Reino de la Luna es un lugar de silencio y reflexión -explicó Lunaris, con una voz suave y relajada-. Allí, las sombras nos abrazan, pero no nos ocultan. Aprendemos a encontrar claridad en la oscuridad. Aquí, quiero aprender cómo la luz y los otros elementos pueden equilibrar nuestras sombras.

Astra notó que, a pesar de ser del mismo reino, Lunaris y Noctis tenían enfoques distintos. Lunaris parecía más abierta a la colaboración, más dispuesta a explorar los otros reinos sin la desconfianza que Noctis proyectaba. Sin embargo, compartían una conexión que Astra no podía negar, un vínculo que parecía anclado en las profundidades de la Luna misma.

A medida que el grupo pasaba más tiempo junto, comenzaron a notar cómo sus elementos reflejaban sus personalidades. Orion, con su energía en constante movimiento, representaba la impredecibilidad del viento. Kaia, siempre serena y firme, encarnaba la estabilidad de la tierra. Lunaris, con su presencia tranquila pero intrigante, era la representación perfecta de la oscuridad apacible de la luna.

Sin embargo, a pesar de sus diferencias, los cuatro encontraron en sus elementos una fuente de comprensión mutua. Las primeras tareas en la Academia consistían en ejercicios sencillos que les permitían explorar las características de cada elemento. Para Astra, el aire y la tierra eran desconocidos; el primero, siempre en movimiento, le resultaba incontrolable, mientras que el segundo, con su firmeza, era una fuerza que le resultaba distante. La luna, por otro lado, la intrigaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.

En uno de los primeros ejercicios, debían combinar sus habilidades para controlar un pequeño orbe de energía elemental que el Maestro Zephyrus les había asignado. Mientras Orion movía el orbe con las corrientes de aire, Kaia lo estabilizaba con la fuerza de la tierra. Lunaris, por su parte, añadía una capa de sombra para protegerlo de la luz exterior, mientras Astra, con su control del sol, iluminaba el camino para que el orbe pudiera avanzar sin perderse en la oscuridad.

Al trabajar juntos, comenzaron a comprender la importancia del equilibrio entre los elementos. Lo que uno podía hacer, el otro lo complementaba. Aunque al principio las tensiones eran inevitables, especialmente entre los representantes del Sol y la Luna, con el tiempo, se dieron cuenta de que ninguno de ellos podría alcanzar su máximo potencial sin los demás.

El grupo de Astra, Orion, Kaia y Lunaris no solo aprendió a controlar el orbe, sino que también empezó a construir una relación de confianza. Cada uno reconocía las fortalezas del otro, y aunque las viejas enemistades entre los reinos aún estaban presentes, la Academia les ofrecía una oportunidad única para superar esas divisiones.

Astra observaba a sus compañeras y sentía que, a pesar de todo, este grupo era una representación de lo que los reinos podían llegar a ser: diferentes, pero unidos en su búsqueda de conocimiento y equilibrio. Mientras seguían sus ejercicios, no podía dejar de pensar en Noctis. Aunque no estaba en su grupo, su presencia se sentía cercana. ¿Estaría él aprendiendo lo mismo en su grupo? ¿O seguiría manteniendo las barreras de su reino?

Los días pasaban, y los lazos entre Astra y sus compañeras se fortalecían. Pero el destino, siempre impredecible, tenía otros planes, y pronto, sus caminos se cruzarían de una forma que nadie en la Academia habría podido prever.

Así, el grupo de cuatro avanzaba en sus estudios, cada vez más conscientes de que sus diferencias no eran un obstáculo, sino una oportunidad para crecer juntos. Y aunque el futuro era incierto, sabían que, en la Academia de los Elementos, estaban destinados a descubrir más de lo que nunca imaginaron.

Los Reinos en EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora