2 | Mézclate

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FREYA SE VOLTEÓ PARA ENCONTRARSE con un muchacho rubio de baja estatura qué se balanceaba sobre sus pies y le sonreía con algo de timidez

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FREYA SE VOLTEÓ PARA ENCONTRARSE con un muchacho rubio de baja estatura qué se balanceaba sobre sus pies y le sonreía con algo de timidez.

Le pareció adorable, no se veían muchos jóvenes así en Asgard.

—Si, muchas gracias. Llevo aquí no se cuanto tiempo tratando de que alguien me ayude.

Él se sorprendió, otra persona lo hubiera tratado de insignificante y lo hubiera ignorado por más que necesitara ayuda.

—¿Eres nueva en la ciudad? —le preguntó con curiosidad.

—Sí, acabo de llegar y no se para dónde tengo que ir —admitió, algo avergonzada.

—Me imagino, porque aquí en Nueva York es difícil que alguien se detenga en las calles.

—Ah, eso lo explica.

—¿A dónde quieres ir?

—A esta dirección —le dio la tarjeta que le habían entregado y vio al rubia enarcar las cejas con asombro —¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Está muy lejos de aquí?

—No, no es nada —se rio nervioso —Es que mi mejor amigo vive en ese edificio. Justo voy para allá así que si quieres que te acompañe...

—Sí, por supuesto, te lo agradezco.

Freya acomodó su bolsa para que no le pesara demasiado y caminó junto al chico en silencio observando de reojo lo nervioso que parecía el chico.

—Oye ¿Estás bien? Te ves incómodo.

El chico hizo el intento de sonreírle.

—Sí, es que no se me da muy bien empezar una conversación y...

—No te preocupes que para eso estoy yo —Freya se aclaró la garganta —No me dijiste tu nombre.

—Soy Steve, Steve Rogers ¿Y usted?

—Vamos, acabas de salvarme de pasar la noche en la intemperie —bromeó para aligerar el ambiente —Tutéame, por favor. Mi nombre es Freya Strand y acabo de llegar de Noruega.

Lincoln Wallace le había hecho un gran favor al decirle de dónde provenía el apellido que su padre le había dado para pasar desapercibida.

—¿De verdad? —soltó Steve sorprendido —He escuchado que es un país hermoso.

Freya asintió aunque no tenía ni idea si lo era o no.

—Jamás había visto edificaciones como estas —mencionó, mirando hacia arriba donde algunos edificios parecían tocar el cielo.

Freya estaba realmente deslumbrada con lo poco que había visto del planeta desde que llegó hasta ese momento, a pesar de lo maleducada qué percibió a algunas personas y la contaminación auditiva de las calles qué le hacían extrañar la quietud de las calles asgardianas.

𝐓𝐡𝐞 𝐖𝐡𝐢𝐭𝐞 𝐖𝐢𝐭𝐜𝐡 | 𝐁𝐮𝐜𝐤𝐲 𝐁𝐚𝐫𝐧𝐞𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora