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El sol matutino se filtraba por las ventanas de la oficina, anunciando un nuevo día. Sparta llegó temprano, como siempre, y se sumergió en sus labores de contabilidad. Aunque el trabajo era rutinario, le proporcionaba una sensación de control y estabilidad que apreciaba. Sin embargo, su mente seguía divagando hacia la noche anterior, hacia la máscara y la identidad secreta que había creado.

Raptor, por su parte, llegó a la oficina más tarde de lo habitual. Se notaba un cambio en su semblante, algo que Sparta no pudo evitar notar. Era como si su jefe estuviera distraído, perdido en sus propios pensamientos. Sparta trató de no darle demasiada importancia, pero la inquietud de Raptor lo mantenía alerta.

Durante el almuerzo, Sparta decidió quedarse en su escritorio, revisando unos informes. Fue entonces cuando escuchó una conversación entre Trollino, Mike y Muzi, tres de sus compañeros de trabajo.

—¿Te has dado cuenta de lo raro que está el jefe últimamente? —dijo Trollino, un chico alto y bromista, conocido por sus constantes chistes.

—Sí, parece que algo lo tiene preocupado —respondió Muzi, un hombre de complexión delgada y siempre meticuloso en su trabajo.

—A lo mejor está enamorado —bromeó Mike, el más joven del grupo, con una risa traviesa.

Sparta no pudo evitar preguntarse si esa preocupación tenía algo que ver con él. Sacudió la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos. Era improbable que Raptor, con todos sus atributos, siquiera notara su existencia más allá del ámbito profesional.

Esa noche, al llegar a casa, Sparta se preparó para su transmisión. Mientras ajustaba la máscara y se aseguraba de que todo estuviera en su lugar, no pudo evitar recordar la mirada distante de Raptor. Se conectó a la página y comenzó su rutina. A medida que bailaba y posaba, los mensajes de sus seguidores llenaban la pantalla, elogios y peticiones inundaban el chat. Uno de los usuarios habituales, que siempre parecía especialmente interesado, le envió un mensaje de admiración.

—Tu cuerpo es increíble. Nunca me pierdo tus transmisiones.

Sparta sonrió detrás de la máscara. Aunque apreciaba los elogios, siempre se mantenía distante y profesional. Sabía que revelar cualquier detalle personal podría poner en riesgo su doble vida. Esa noche, la transmisión fue un éxito, y Sparta se retiró a dormir con una ligera sensación de satisfacción.

Los días siguientes en la oficina transcurrieron de manera similar. Raptor seguía actuando de forma extraña, y Sparta no podía dejar de pensar en las coincidencias entre su vida diurna y nocturna. Una tarde, mientras revisaba unos documentos en la sala de archivos, Raptor entró repentinamente, sobresaltándolo.

—Perdón, no quise asustarte —dijo Raptor con una sonrisa forzada.

—No hay problema, señor Raptor. ¿Necesita algo? —respondió Sparta, tratando de mantener la compostura.

—Solo estaba buscando unos archivos antiguos. ¿Cómo va todo?

Sparta lo miró, sorprendido por el interés repentino de su jefe.

—Todo bien, gracias. Estoy trabajando en los informes de este trimestre.

Raptor asintió y se quedó un momento en silencio, como si estuviera evaluando algo. Luego, sin decir más, salió de la sala. Sparta se quedó allí, con una sensación de incomodidad que no podía sacudirse. Algo en la manera en que Raptor lo había mirado lo había inquietado profundamente.

En los días siguientes, Raptor comenzó a observar a Sparta con más atención. Notaba pequeños detalles, como los movimientos de sus manos y la forma en que se movía por la oficina. Sparta, ajeno a estas observaciones, seguía con su vida, pero la tensión crecía. El equilibrio entre su identidad de día y su alter ego nocturno se volvía cada vez más precario, y aunque no podía señalar exactamente qué estaba mal, una sensación de inminente descubrimiento lo perseguía constantemente.

Dualidad (Sparta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora