Capítulo 3

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Cuando abrí la puerta de mi casa la encontré en silencio. Parecía que toda la casa se hubiera sumido en la mas extraña tristeza. La calma despues de la tormenta.
Un sudor frío me recorrió la espalda y me obligó a encogerme. Miré a mi alrededor y algo me extrañó en seguida. Rápidamente me di cuenta de qué era. Tris, mi gatita atigrada no me estaba esperando como de costumbre. Siempre me esperaba en la entrada cuando llegaba a casa. Fuera la hora que fuese. Llegué a pensar que oía mis pisadas y que se acercaba a la puerta solo para saludarme. Pero hoy no estaba.

Corrí hacia la sala de estar donde estaban sus cosas, debajo de la mesita de café, tenía una cama marrón. Al lado del sofá color beige tenía su caja con sus juguetitos y un palo rascador. Las funciones de la sala de estar se limitaban a ver la tele y leer, por lo que había pasado a ser el cuartel general de Tris. Me la encontré tirada en su cama marrón. La llamé con suavidad pero me ignoró completamente.
Entonces la zarandeé con cuidado para que se volviera hacia mi pero lo máximo que conseguí fue que lanzara un zarpazo al aire.
Que rara está hoy Tris

Fue entonces cuando oí un llanto apagado que provenía del piso de arriba. Aquello sumado con el comportamiento extraño de mi gata me heló la sangre. Salí como pude del salón y me dirigí por el pasillo hacia las escaleras.
Me costó bastante subir con las muletas pero cuando llegé pude ver a mi madre llorando silenciosamente en la cama de su cuarto. Llevaba puesta la bata verde que yo le había regalado por su cumpleaños y su pelo marrón estaba recogido en un moño chapucero.
- Mama, ¿que pasa?- le susurré.
Entré en su cuarto y bordeé la cama y el armario para poder abrazarla.
Cuando la abracé, en vez de devolverme el abrazo y explicarme qué pasaba se giró de forma brusca en mi dirección y se incorporó de un salto. Aquél movimiento inesperado me hizo perder el equilibrio y caí de culo en el otro extremo de la cama. No tenía ni idea de qué le pasaba a mi madre pero me empecé a asustar.

En eso que vi a mi padre entrar por la puerta.
-¿Qué pasa cariño?- le dijo mi padre con tristeza.
-Nada.-soltó y vi como una lágrima solitaria rodaba por su  mejilla.- de repente un escalofrío me ha recorrido y he sentido como si alguien me abrazara.
-¡Mamá!¡No me asustes, no tiene gracia!- le solté, no me podía creer que acabando de llegar del hospital me tratara así. No tenía ningún derecho a empezar con sus bromas pesadas en estas circunstancias.
-Tranquila cariño, estoy aquí. ¿Quieres ir de nuevo al hospital?-le dijo mi padre en tono tranquilizador.
-No. No quiero ver a mi hija así.- y rompió a llorar desconsoladamente mientras mi padre la abrazaba con amargura.
-Mamá, no tiene ninguna gracia, ya he vuelto del hospital. Solo me he roto una pierna no hay por qué ponerse así.- le dije y me uní al abrazo instintivamente.
Entonces mi padre, al cual estaba abrazando se incorporó de igual manera que mi madre antes y miro en todas las direcciones con una mirada perdida. Sus ojos castaños estaban enrojecidos de tanto llorar y su pelo rubio oscuro le caía sin gracia ni brillo sobre la frente.
-Acabo de sentir como si alguien me abrazara.
-¡Papa! ¡Te acabo de abrazar! ¡No hagais como si no existiera! No tiene ninguna gracia.- el miedo de ver a mi madre llorando estaba dando paso a un enfado inportante por culpa de su estúpida bromita.
Estaba echándoles la bronca a mis padres cuando sonó el teléfono de mi madre.

Se levantó costosamente y cogió su LG que sonaba en la mesilla. El tono era del típico teléfono viejo que sonaba una y otra vez, yo había intentado convencer a mi madre para que lo cambiara, pero no lo había conseguido. Mi madre no sabía bien cómo utilizar el teléfono asi que los únicos sitios que frecuentaba eran el listado de llamadas y el whatsapp.

Esperé sentada al lado de mi padre mientras mi madre contestaba.
-Hola Pilar- Pilar era mi abuela que si no recordaba mal, estaba de vacaciones en Benidorm.- ¿mañana? .... Pensé que ibas a coger el autobús del jueves... Si... Si... Te explicaré cuando lleges- y empezó a  llorar otra vez- no... Mama por favor... Vale... Si, pues... Después de la hora de comer he visto que no llegaba... Y me estaba preparando para salir a buscarla cuando me han llamado del hospital... No... No... La ha debido atropellar un coche... Si, no saben quién ha sido...- por un momento pareció que su llanto amainó- ¡NO!... ¡No está muerta!... Está en coma... No saben cuando despertará... Si... Vale... Te quiero mamá.

Y retornó a su llanto desconsolado mientras colgaba el teléfono y lo depositaba en su sitio. Fue tambaleandose hacia los brazos de mi padre y se unieron en un abrazo de consolación, de esos que parecen indestructibles y que te otorgan el poder de solucionar las cosas con solo pensarlo.

-¡MAMÁ PAPA JODER!¡Que estoy aquí! ¡No tiene maldita la gracia! ¡NO ESTOY EN COMA! ¡¿Es que no me ves?! Mama...
No sé por qué pero de repente tuve una sensación horrible de mareo. Y fue cuando medi cuenta, de que mi pierna escayolada hacia tiempo que no me dolia. Mire mis manos instintivamente. Fue un terrible error.
Mis manos pálidas y escuálidas tenian un tono translúcido azulado, como el de una sepia, solo que yo no podía cambiar de color. A través de mis manos se podía atisbar el suelo de madera del cuarto de mis padres.
No, no puede ser

Salí de allí a toda prisa sin importarme como se encontraban mis padres. Sentía una fuerza extraña que me obligaba a tirarme al suelo y rendirme pero luché contra ella instintivamente.
Salí del cuarto todo lo rápido que mis pies translúcidos me lo permitían y baje las escaleras en volandas. Abrí bruscamente la puerta de casa y dando un portazo me senté a llorar en soledad sentada en el césped de la entrada.

Entonces lo vi.

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⏰ Última actualización: Jul 14, 2015 ⏰

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