Yoko

299 35 3
                                    

El curso del verdadero amor nunca fue fácil.
—William Shakespeare...

Mi hermano era un amante de Shakespeare, vivía y respiraba las palabras de un hombre que su generación daba por sentado. La gente de esa época no respetaba ni apreciaba la angustia y el tormento de cada tragedia que producía bajo el disfraz de un verdadero romance.
Marcus era un romántico hasta la médula, con nada más que luz y belleza brillando en él.
El mundo a nuestro alrededor apagó esa luz. Le robaron su gracia.
Avergonzaron su nombre. Lo mataron.
Nos destruyeron.
Con gran diversión, veo como el Boogeymam exhala su último aliento. Ya no robará luces tan brillantes como las de mi hermano.
El Boogeymam ya no será visto como el inmortal que se burla de la policía o del FBI. Ya no será la pesadilla que aterroriza a las mujeres, atormentando sus vidas. Será venerado como un mortal que murió a manos de una mujer débil que lo mató.
Una mujer que tuvo la suerte de matarlo primero.
Curiosa, me pongo un guante y reviso sus bolsillos, encontrando un control remoto. Hmm...
Miro alrededor y veo a qué va el control remoto. Hay un pequeño artilugio fuera de lugar junto a mi chimenea, estoy bastante segura que es un bloqueador de teléfonos móviles. Mi celular funcionaba antes de que yo entrara, así que lo apagó en otro momento.
Poniendo el control remoto en su bolsillo, me paro para ir hacia mi celular. Se me cayó en los primeros cinco segundos que me sorprendió. Por supuesto, no pasa nada cuando intento llamar. No hay señal.
No hay señal. Eso me da una excusa de por qué lo vi desangrarse por más de treinta minutos, de la misma manera que dejó morir a sus víctimas.
Miro por encima de mi hombro, un flashback de una película de terror me golpea, pero sigue muerto. No hay acto de desaparición para el mortal que ha tomado su último aliento.
Devuelvo la cámara a mi teléfono y lo llevo hacia el sofá. Una chica normal no se daría cuenta de un bloqueador de celulares, ni siquiera sabría lo que es, tan rápido después de la experiencia traumática de matar a un hombre.
Apago la música, sacando mi iPod de la estantería. Imbécil.
Odio que mis cosas sean tocadas por la gente. Ahora se ha ido y ha sangrado por todo mi suelo también. Me llevará una eternidad limpiar todo eso.
Lo llamaría desconsiderado, pero como soy la que lo apuñaló, supongo que es mi culpa. Debí haberlo apuñalado en el suelo de baldosas en vez de en la alfombra.
Oh, bueno. Finalmente puedo conseguir esa madera dura que he estado considerando. Normalmente no remodeló mis casas, pero con Faye viviendo algo cerca, he tenido más razones para quedarme que para irme.
Me pregunto cuánto tiempo pasará antes que alguien me venga a revisar. ¿O debería correr y gritar por la calle? ¿Cómo actúa una persona normal después de ser atacada por un maníaco homicida y matarlo milagrosamente por casualidad?
¿Se balancean en una esquina? ¿Lloran? Espero que no. No puedo fingir lágrimas. Me da náuseas.
¿Grito y pretendo estar inconsolable o aterrorizada? No me gusta gritar. Me duele la garganta. Y actuar aterrorizada será difícil de lograr, porque... no puedo recordar cómo tener miedo.
Obviamente quería violarme. Recuerdo cómo sentirme después de eso. Entumecida. Rota. Suicida. Pero fue mucho más que un hombre lo que me llevó a ese punto.
Fue mucho más lo que la violación que me dejó tan destrozada.
Así que realmente, supongo que no lo sé, lo cual no importa. Seguro que nunca llegó tan lejos.
¿Acaso actúo aturdida o sorprendida? ¿Muestro remordimiento, aunque él merecía morir? Empezaré a reírme si trato de fingir remordimiento por ese sádico pedazo de mierda.
Puede que me quede aturdida o sorprendida. ¿Quizás jugar como si no hubiera sido capaz de entender el hecho de que acabo de matar a un tipo?
Las chicas normales son difíciles de entender, porque no puedo recordar la última vez que fui normal. Las chicas normales pasan demasiado tiempo reaccionando a sus acciones. Dan por sentado el aire que respiran, porque nunca se han visto privadas de esas respiraciones indoloras.
¿Yo? Ya me he desensibilizado a todo lo demás. Caminé a través del infierno, así soy yo.
Decido ir desorientada, es lo más fácil de imitar.
Así que, mientras espero a que alguien aparezca y lo harán cuando Faye se dé cuenta que estoy desprotegida, practico mi mirada en blanco. Sigo sosteniendo el cuchillo, agarrándolo con los nudillos, seguro que una chica en estado de pánico haría lo mismo.
Sip.
Tengo esto controlado. Y espero.
Y espero. Y espero. Caramba.
Por fin, oigo los chillidos y los sonidos de las sirenas, los frenos chirriando en mi entrada. Dios... Me alegro de no haber necesitado ser salvada. Una entrada tan fuerte me habría matado inmediatamente, dándole tiempo a la maldita hemorragia en todo mi piso para escapar.
Idiotas.
Tengo curiosidad por saber cuándo irrumpen por las puertas, usando mi periférico para verlos entrenando sus armas en el aire delante de ellos. ¿Cómo saben que está aquí?
Procedo con mi acto de mirada perdida, esperando.
—Mierda —dice alguien, pero yo sigo en estado de conmoción, mirando al frente.
¿Cuánto tiempo tengo que hacer esto?
Me arden los ojos por lo mucho que los mantengo abiertos — Plemmons está en el salón —una voz fuerte retumba.
No muevo la cabeza, pero lo veo arrodillarse mientras otro hombre mantiene un arma apuntando al Boogeymam.
—Despejado.
—Despejado.
—Despejado.
Las voces siguen cantando la misma palabra desde toda mi casa. Sigo siendo una estatua.
—Muerto —dice el tipo arrodillado y luego agarra la radio enganchada a su hombro—. Enviado, Plemmons está muerto. La casa está despejada.
Hace clic en la radio, hablando en ella de nuevo, repitiendo sus palabras.
—¿Qué demonios? —pregunta.
Aparentemente ese bloqueador hace algo más que deshabilitar las señales de los celulares.
—No lo sé. El mío tampoco funciona, tampoco mi teléfono. No alterar la escena. Este es un caso federal. Despejen la casa hasta que lleguen. Ya nos están masticando el culo por tardar treinta minutos más de lo que se suponía que debíamos.
¿Cómo iba a saber que el tipo no estaba siendo demasiado paranoico? Nos tenían hasta las rodillas en un cementerio sin personal, con todas las manos disponibles.
—¿Señorita? —dice el tipo, acercándose, sin responder al imbécil enfurruñado mientras yo finjo ser una triste chica en estado de conmoción.
Me toca cuidadosamente la muñeca y me sacudo.
—Shhh —me tranquiliza, arrancándome el cuchillo de la mano y devolviéndoselo a otro tipo que lo envuelve y lo mete en una bolsa de pruebas—. Está a salvo, Señorita Myers.
Su voz es tan suave y tengo que mantener la cara seria para no sonreírle en agradecimiento por su genuina preocupación.
Algo traquetea desde atrás, un fuerte golpe y me doy la vuelta sin pensar mientras desenfundan sus armas, apuntando al armario de los abrigos en la habitación.
Mi corazón está en mis oídos mientras abren las puertas de un tirón y todo el color se me escapa de la cara mientras Marissa lucha en el suelo, probablemente golpeando la puerta con su cabeza.
Sus sonidos apagados llegan a mis oídos mientras mis ojos se posan en la cinta adhesiva de su boca.
Me retracto. Ahora recuerdo lo que es tener miedo, porque el miedo está grabando mi columna vertebral, subiendo cada vez más alto. Me llenarán de balas antes de que pueda escapar. Hay al menos quince policías en mi casa ahora mismo.
Tampoco tengo que fingir estar en pánico. Nada en mi cuerpo funciona, así que, aunque quisiera huir, no podría.
Sus ojos se fijan en los míos, pero mira hacia otro lado cuando empiezan a desatar sus pies y a liberar sus manos de las esposas. Tan pronto como sus manos están libres, comienza a despegar la cinta.
Y me pongo más rígida por momentos, rezando contra todo pronóstico que haya estado inconsciente todo este tiempo. Quiero decir, es posible. No ha hecho ningún sonido hasta ahora.
Tan pronto como su boca se libera, comienza a frotar sus muñecas mientras la ayudan a ponerse de pie. Se tambalea y uno le ofrece apoyo, agarrándola por debajo de los brazos.
—Soy la agente Marissa Grace —les dice con firmeza cuando abren la boca, probablemente para obtener su identidad.
Todas las bocas se cierran a la vez y las armas bajan.
  —Vine a revisar a la señorita Myers después de saber que la patrulla se había retirado —miente, la mentira sale de la lengua sin esfuerzo.
Vino a buscar algo sobre mí. Lo acaba de encontrar.
Como todos los estúpidos idiotas de las películas, mostré mi mano de cartas, dejé que las palabras salieran de mi boca a un hombre que sabía que nunca sería capaz de decirle a un alma. Hice un monólogo totalmente malvado, ¡por el amor de Dios!
Lo hice para burlarme de él. Lo hice para quitarle su poder.
No sabía que me estaban observando. Ella me mira largo y tendido.
—¿Qué pasó? —pregunta un oficial. Dirige su atención hacia él.
—Estaba arriba, despejando la casa después que me diera cuenta que la puerta estaba abierta, me golpeó por detrás y me ató para poder esperar a que la señorita Myers llegara a casa. Quería que yo mirara. Quería que viera lo que me pasaría cuando terminara con ella.
Sus ojos se vuelven a los míos y algo pasa silenciosamente de ella a mí, aunque no estoy segura de qué.
—La señorita Myers se defendió. Tuvo suerte. Incluso le tiró algunas cosas —dice causando que el choque dentro de mí se expandiera. Hace un gesto hacia los restos destrozados de la lámpara y el desorden roto de la pequeña mesa que me tiró.
—Ella lo agarró con la guardia baja como para que dejará caer el cuchillo. De alguna manera se las arregló para conseguirlo antes que él y se giró justo a tiempo. Él corrió directamente hacia el.
Ella sigue estudiándome, mientras intento averiguar qué mierda está haciendo ahora mismo. ¿Por qué me está cubriendo? ¿Es sólo para que pueda guardar la verdad para su equipo en vez de darle el arresto a la policía?
—Pura tonta suerte —dice, prácticamente citando mis palabras de mi anterior burla.
Sin estar segura de sus motivos, me quedo sin palabras.
—Definitivamente suerte —un tipo está de acuerdo.
Los labios de Marissa se mueven cuando ella mira hacia otro lado.
—Llamaré a mis chicos.
Mi estómago se inclina, y cada vez siento más náuseas por segundo. Levanta el teléfono y luego frunce el ceño pero luego mira su cuerpo. —Hay un mando a distancia en su bolsillo. Yo... lo vi antes.
Cada vez más enferma.
Odio este juego que está jugando ahora mismo.
—No podemos tocar nada en la escena hasta que lleguen los federales —dice un tipo y ella arquea una ceja.
—Soy un federal.
—Hasta que tu...
—¿Dónde mierda está todo el mundo? ¿Por qué nadie responde a sus malditos teléfonos? —la voz de Faye me tiene pegada a la puerta.
—¡Yoko! —grita, la clara sensación de pánico en su tono.
—¡Aquí! —grito, mi voz se quiebra sinceramente. No estoy segura de lo que Marissa está a punto de hacer y las lágrimas que hay en mis ojos son reales.
Puede que sea la última vez que me mire con algo más que horror y asco si le dice quién soy realmente.
Sus ojos salvajes me encuentran y todo su cuerpo se relaja visiblemente mientras atraviesa la habitación, sin siquiera notar el cuerpo sangriento antes de que me agarre, aplastándome contra ella.
Mis ojos se dirigen a Marissa para verla mirándonos con una expresión ilegible. Ella mira hacia otro lado, diciéndole a la policía algo sobre el ataque, otra mentira.
Faye me sujeta a ella, todo su cuerpo rígido mientras me apoyo en ella, absorbiendo su sensación. Se retira, sus ojos escudriñando mi cara mientras hace una mueca, absorbiendo el daño.
No hay nada físicamente malo en mí que no haya permitido. Bueno, aparte del primer golpe. Tuvo un tiro de suerte que no vi venir.
—¿Qué demonios? —le oigo decir, mirando hacia abajo ahora que ve al Boogeymam por primera vez.
Me atrae hacia ella, casi como si me protegiera de la vista.
—Tuvo suerte —dice Marissa, recuperando mi atención. Ella la mira. —¿Qué estás haciendo aquí?
—Vine a ver cómo estaba después de oír que habían retirado las patrullas —dice, mintiendo de nuevo.
—Dejaré que te informen de los detalles, pero digamos que voy a tener un gran dolor de cabeza —señala su sien magullada. Sus ojos se dirigen a los míos antes de volver a los suyos—. Ella nos salvó la vida esta noche.
Con eso, ella se va pero aún me preocupa cuál es su punto de vista. Ella quería suciedad y yo le di mucho más de lo que nunca esperó.
¿Por qué irse? ¿Por qué no derramar todo?
Faye me toma la cara y yo me estremezco cuando ella la aprieta demasiado, gracias al moretón que está causando que mi cara se hinche.
—Mierda —silba—. Vamos a sacarte de aquí.
Carl entra, sus ojos se posan en el hombre muerto en mi sala de estar.
—Bueno, esa es una forma de cerrar un caso —dice, con los ojos muy abiertos por la incredulidad.
—Hazle saber a los medios que el caso está cerrado —le dice Faye, antes de recogerme, acunándome ante ella como si fuera frágil.
Le dejo. Cuando ella está cerca, no siento que tenga que ser tan invencible. Cuando está conmigo, siento que puedo ser cuidada sin ser débil.
Como si estuviera bien ser vulnerable, porque ella nunca lo usaría en mi contra.
Me lleva a través de las multitudes de policías que aparecen cada vez más, todos vienen a ver al Boogeymam muerto con sus propios ojos.
—¡Yoko! —la voz familiar me tiene mirando mientras Duke viene corriendo hacia nosotros, con tanto pesar corriendo por sus ojos— Vine tan pronto como me llamaste —dice, mirando a Faye en estado de asombro—. ¿Cómo llegaste primero aquí?

—Condujo tan rápido que mi trasero aún está apretado. No creo que haya pisado los frenos hasta que llegamos aquí —le dice Carl secamente. No sabía que nos había seguido.
—Saca a tus hombres de la casa. Necesitamos despejar la escena — dice Faye.
—¿Qué ha pasado? —Duke pregunta, mirando por nosotros—.
¿Realmente atacó?
—Sí. Y Yoko tuvo suerte —dice Marissa mientras camina junto a nosotros, moviéndose hacia Carl, tirando de su codo—. Llévame a casa en caso de que tenga una conmoción cerebral.
Mi estómago se tensa y Faye me roza con sus labios en la frente, sin hacer preguntas sobre cómo maté al hombre que está en mi casa. Todo lo que le importa es que él está muerto y yo estoy viva. Todos los detalles no parecen importantes, como si yo fuera la prioridad por encima de todo.
Mira hacia abajo, sus ojos torturados por la culpa.
—Esto no es tu culpa —digo, sabiendo que los moretones en mi cara son la razón de esa mirada que ensombrece sus ojos normalmente brillantes.
Mis heridas no son más que superficiales. He sobrevivido a cosas mucho, mucho peor.
—Todo es culpa mía pero nadie volverá a tocarte, Yoko.
Sus labios encuentran los míos y lo beso, decidiendo tratar con Marissa más tarde.
Cuando rompe el beso, mira a un hombre y a una mujer mientras suben, sin bajarse del todoterreno.

—Llévanos al pueblo. Voy a conseguir una habitación para pasar la noche —les dice.
—Mi bolso es...
—Puedo manejar una habitación de hotel —interrumpe, sin molestarse en mirarme.
Mis labios tratan de retorcerse en una sonrisa, pero me contengo sabiendo que una chica que acaba de soportar lo que yo hice no debería sonreír porque ella sea tan alfa en este momento. Se supone que debo ser mansa y tímida.
—Sube —le dice la mujer.
—Alguien debería trabajar en la escena —dice el tipo.
Parecen completamente inafectados o poco precavidos con su curiosidad.
—Está muerto. No hay escena.
—¿Muerto? —pregunta la mujer sorprendida y luego estrecha los ojos—. Quería ser yo quien lo acabara.
—Me tomo una semana libre —anuncia Faye al azar—. Este caso está cerrado. Marissa fue atacada. Yoko fue...
—¿Marissa ? —el hombre y la mujer preguntan al unísono.—Le dio un ojo morado —explica Faye—. No conseguí todos los detalles pero ahora mismo, no sé si puedo soportar oírlos. Deja que Donny se encargue de eso por ahora. Ustedes dos pueden volver después de dejarnos.
Me mantiene en su regazo mientras nos sube en el asiento trasero. No me resisto a la disposición de los asientos, sintiendo que mis ojos se ponen pesados. Con toda la adrenalina bombeando a través de mí, casi olvido que han pasado más de 24 horas desde que dormí.
Ahora me siento exhausta y derrotada por el reloj que muestra la hora. Puede que se acerque a las 48 horas en lugar de las 24. Pasamos un tiempo en la oficina de Faye. Ya estaba cerca del mediodía entonces. Acababa de oscurecer cuando llegué a casa.
Ahora son... Joder, mis ojos están tan borrosos por la falta de sueño que no puedo ver el reloj. No puedo contar las horas.
Y no me importa.
Hablan mientras el tipo conduce. En algún momento oí a Faye referirse a ellos como Leonard y Elise.
—Marissa también tiene una habitación de hotel —dice alguien  y eso me tiene despierta. Elise. Era Elise—. Dice que está demasiado cansada para ir a casa y demasiado asustada también.

—¿Cuál? —Faye pregunta.
—El nuevo más cercano a nosotros —le dice Elise—. Tiene un lugar de masajes. Estoy segura que por eso lo eligió.
—Llévanos a ese. Iré a verla más tarde.
Todavía no ha dicho nada. Si fuera a derramar el montón de frijoles, ya lo habría hecho, ¿verdad? Ha estado en contacto con ellos, aparentemente.
—Ese otro caso fue un infierno de jurisdicción —afirma Leonard, despertándome de nuevo, ni siquiera me di cuenta que mis ojos se habían cerrado.
—Los policías estaban todos meando en su territorio. Duke dijo que era suyo, ya que el asesino estaba en su jurisdicción. Este territorio dijo que era suyo ya que el cementerio estaba en su jurisdicción.
—Sí y cancelaron su patrulla por un concurso de meadas —gruñe Faye—. Esta noche podría haber sido muy diferente.
Me abraza más fuerte, pero yo finjo que todavía estoy dormida.

—Es un milagro que le haya quitado el cuchillo. Marissa me dijo lo que pasó. Lo envió todo en un largo texto —dice Elise en voz baja.
Faye se pone tieso. —Todavía no creo que esté listo para escuchar los detalles por el momento.
El latido de mi corazón está en mis oídos.
—Ella luchó, Faye. Luchó por su vida y valió la pena. Lo tomó tan desprevenido que cometió un error y murió con su propio cuchillo. Se topó con él. Pensé que eso sólo pasaba en las películas.
Mis labios se mueven, pero no digo nada. Marissa está guardando mi secreto si está difundiendo la mentira a sus amigos.
¿Pero por qué?

ANGEL ESCARLATA FAYEYOKO 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora