Yoko

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La sospecha siempre persigue a la mente culpable.
—William Shakespeare

—Hablas en serio —le digo a Faye, sonriendo mientras asiente con la cabeza, sin estar en absoluto insegura de sí misma.
—Muy bien —le digo en un suspiro igualando su apuesta, entregando todos mis Tootsie Rolls—. Muéstrame lo que tienes.
Sonríe antes de dejar sus cartas. —Míralas y llora. Tira de la cadena, nena.
Es cuando mueve las cejas que empiezo a reírme, porque es muy guapa cuando es competitiva.
—Antes de que te emociones demasiado...
Tiro mis cartas al suelo y su cara cae al instante, haciendo que me ría más fuerte mientras mira incrédula mi escala real.
—Pero... pero... pero...
Jalo los Tootsie Rolls hacia mí y de repente ella me está levantando, tirándome en la cama mientras me río. Sus labios encuentran la curva de mi cuello y yo sonrío mientras besa un pequeño punto allí.
—De alguna manera, me estás haciendo trampa —dice contra mi cuello.
—Tengo una cara de póquer impresionante —digo, enrollando mis piernas alrededor de su cintura.
Durante tres días, lo he tenido todo para mí. He oído que el tiempo cura todas las heridas, pero eso no es cierto. ¿Enamorarse? Eso es lo que te hace olvidar tu ira. Si no fuera por mi hermano y mi padre, mi búsqueda de venganza habría terminado.
Los medios de comunicación están por todo mi césped, lo cual es preocupante. Jake tuvo que entrar a hurtadillas y revisar mi cuarto de matanza secreto, asegurándose que nadie lo había manipulado. Afortunadamente, nadie se da cuenta que hay una habitación dentro de una habitación.
Carl fue a mi casa y recuperó mi bolso y algo de ropa para mí. Tuvo que llevárselas al trabajo, a lo que afaye se molestó sin cesar por pedirlas, ya que la gente sigue dándole la lata al Señor Niño Bonito por llevar un bolso al edificio incluso lo revisaron en el punto de búsqueda, mientras él esperaba en la fila de los bolsos, aparentemente enfurecido.
Encuentro esto graciosísimo, por supuesto.
Luego, se lo pasó a Elise que lo puso dentro de su bolso de lona; Carl se enojó porque nunca se le ocurrió la idea y nos lo trajo junto con mi ropa, para que los medios de comunicación no supieran dónde estábamos.
Además, había algunas fotos de paparazzi de Carl llevando mi bolso. Me encantan las cosas que interesan a las noticias algunas veces.
También las odio porque eso hace que sea más difícil bajar mi lista de asesinatos.
Voy a tener que acelerar la línea de tiempo una vez que las cosas se calmen. Mi cara magullada estuvo por todo el periódico y demás, pero todos quieren una entrevista con la chica que mató a un hombre que se las arregló para eludir todo tipo de aplicación de la ley.
Así que, sí. No pensé esto hasta el final. Ser una mujer que ha acabado con la pesadilla de muchas mujeres me ha convertido en una celebridad accidental. El estatus de celebridad no es divertido cuando eres un asesino en serie que necesita un perfil bajo.
Faye se ha convertido en Peter Pan, esencialmente pegada a mí como una sombra errante estos estos últimos días. No es que me esté quejando. Podría acostumbrarme a tenerla tanto solo para mí.
El teléfono de Faye suena y gime todavía encima de mí, mientras se acerca y lo agarra. Mis piernas se enrollan alrededor de su cintura, manteniéndolo donde está mientras responde.
—Malisorn.
Arruga la frente y frunce el ceño. Libero mis piernas de su cintura mientras se levanta completamente.
—¿Cuándo? —cuando cierra los ojos, sus labios se tensan en una línea apretada, sé que tiene que irse—. Sí. No, diles que no toquen nada, veré si Marissa está dispuesta a hacerlo y estaré allí lo antes posible.
Deja el teléfono y respira hondo mientras me estudia. —Tengo que ir a hablar con Marissa  y ver si es capaz de trabajar. Acabamos de recibir dos cuerpos de otro de nuestros asesinos.
El hielo se desliza sobre mí. Lawrence y Tyler. Finalmente han sido encontrados, a estas alturas ya están echando vapor a montones  de putrefacción.

—Iré a hablar con ella por ti —le digo, deslizándome fuera de la cama—. Nos acercamos por todo el asunto del Boogeymam.
Me estudia durante un largo minuto. —¿Segura que estás bien? No hemos hablado realmente de lo que pasó.
Asiento con la cabeza. —No es algo de lo que he dejado de pensar todavía, pero lo estoy manejando mejor de lo que pensaba.
Es engañoso, pero no es una mentira. Bueno, no en el sentido convencional. Estoy manejando las "secuelas" mejor de lo que pensaba, considerando que esperaba que fuera más sospechoso. Parece aliviado de que no sea un desastre inconsolable.
—Eres asombrosa —dice, mientras me acaricia la barbilla antes de rozar sus labios con los míos.
—Me gustaría hablar con Marissa un segundo también —digo, asegurándome que tengo tiempo para aclarar las cosas con ella antes que esté sola en un coche con ella
—Bien. Sí claro, sólo avísame si está lista para trabajar y avísame cuando termines si es así.
Me paro y pongo mis brazos alrededor de su cuello, arrastrándola hacia abajo para darle un beso. Me abraza con ella, su toque tan exigente y fuerte. Me encanta estar en sus brazos, sentir esa seguridad que existe en un simple abrazo.
—Me daré prisa —le digo contra sus labios.
Me agarra el culo, me manosea totalmente y luego me guiña un ojo antes de desaparecer en el baño.
Mi sonrisa desaparece en el momento en desaparece en el momento en que cierra la puerta.
He estado retrasando esto, preocupada por su juego. Preguntándome por qué no se lo ha dicho a nadie.
Después de vestirme, reviso el pasillo, siempre preocupada de que alguien averigüe dónde nos quedamos. Cuando veo que está vacío, doy pasos rápidos hasta el final del pasillo, aspiro un poco de aire y llamo a su puerta.
Se abre inmediatamente y trago espeso cuando me doy cuenta de que estoy mirando fijamente el cañón de una pistola.
—Te he estado esperando —dice Marissa, mirando a mí alrededor.
Ella retrocede, pero su arma sigue apuntando hacia mí mientras entro y cierro la puerta detrás de mí. Mantengo una distancia de un metro entre el arma y yo, lista para reaccionar si veo que mueve el dedo en el gatillo.
—En realidad te esperaba mucho antes de esto —dice con los ojos mirándome, como si estuviera esperando una excusa.
Le doy una expresión calmada, la miro fijamente con una mirada fría.
—Faye quiere saber si estás lista para un caso. Está esperando tu respuesta.
—No finjas que es por eso que estás aquí ahora mismo —dice ella, con un tono tajante.
—¿Por qué no le has dicho a Faye quién soy?
Ella retrocede lentamente y me hace un gesto para que me siente en la cama más cercana a la puerta. Hago lo que la chica que me apunta con el arma indica, silenciosamente me siento y ella retrocede, sentándose frente a mí en la otra cama, nunca bajando su arma.
—No estoy aquí para hacerte daño —le digo y ella se ríe a carcajadas.
—Yo seré el juez de eso y a tu otra pregunta, es porque le dijiste al Boogeymam que lo matabas para mantener a Faye a salvo. No tenías ni idea de que yo estaba allí, obviamente, así que eso no era un espectáculo. Creo que realmente crees que estás enamorada.
—Estoy enamorada —inmediatamente me detengo y luego hago una mueca. No quise decírselo a ella antes de decírselo a ella.
Sus cejas suben. —Los psicópatas no pueden amar. Sólo pueden imitar.
—¿Crees que soy un psicópata? Quiero decir, juego con que soy un psicópata, pero no soy la verdadera definición de la palabra.
—¿En serio? Vi una historia diferente.
Me inclino hacia adelante y ella envuelve otra mano alrededor del mango del arma.
—Tranquila —le digo, levantando una mano—. Sólo me pongo cómoda. Me estás juzgando sin saber nada de mí. Un buen perfilador escarba en el pasado.
—No soy un perfilador. Soy una experta forense y una genio de la tecnología. Vi lo que vi y se lo diré a Faye. Sólo quería que lo supieras primero, ya que mataste mi propia pesadilla y me salvaste de Plemmons. Llámalo una cortesía.
Las lágrimas burbujean en mis ojos y la primera se derrama por mi mejilla. El aire es aspirado de mis pulmones y todo mi cuerpo se siente como si estuviera sumergido en un cubo de hielo.
Ella ladea su cabeza, estudiándome y yo me limpio una lágrima.
—Entonces dame cinco minutos de ventaja —digo en voz baja.
Me pongo de pie y ella se mueve conmigo, manteniendo su arma apuntando a mi cabeza.
—Esta pistola es lo único que impide que me mates ahora mismo —dice al azar.
Giro tan rápido que escucho su grito y le quito el arma de la mano y luego la desarmo completamente, todo en menos de dos segundos. Arrojo las dos piezas en la cama, sintiéndome rota y derrotada.
—No, no te voy a matar porque no mereces morir —le digo mientras se tambalea hacia atrás—. Las armas no me asustan.

ANGEL ESCARLATA FAYEYOKO 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora