04. un juego de niños

798 102 42
                                    

2018

Juanjo necesitaba huir. Necesitaba un respiro. Su padre llevaba gritándole desde que había vuelto del trabajo. También a su madre. Probablemente había ocurrido algo que lo había estresado, y como siempre, lo pagaba con ellos.

El chico lo odiaba con todas sus fuerzas. No era justo que no pudiera sacar de su vida a una persona que tanto mal le hacía. Sería tan fácil... Daría lo que fuera por poder tener algún tipo de decisión en el asunto, pero la realidad no era esa. La realidad era que su madre no iba a separarse de su padre. Jamás lo haría. Ni siquiera por él. Ni siquiera escuchando todas las malas palabras que tenía para Juanjo cada día, todos los insultos. Ni siquiera sabiendo todas las veces que su padre lo había hecho llorar.

Quería a su madre, pero sabía que ella no lo elegiría nunca a él. Elegiría a su padre siempre primero, y con ello el camino fácil: fingir que no ocurría nada malo. Como si estuviera anestesiada.

Apretó los dientes conteniendo las lágrimas y se recolocó los cascos, subiendo el volumen para bloquear el sonido de la discusión entre sus padres. Tenía que salir de aquella casa un rato, o se volvería loco.

Llamó a Denna, tal como le había prometido hacia tiempo. Unos meses atrás le había contado a su mejor amiga su situación doméstica, y ella le había ofrecido su casa siempre que lo necesitase.

La chica descolgó tras unos cuantos pitidos.

—¿Juanjo? —saludó, y el chico intuyó una sonrisa en sus labios.

De fondo, se escuchaban unas risas que conocía demasiado bien. Martin y Chiara. Cómo no. Eran dos lapas.

—Hola. ¿Estás ocupada? —le preguntó, aún sabiendo que la chica respondería que no.

Denna nunca estaba ocupada para él. Siempre podría ir a verla cuando quisiera o cuando lo necesitara. La rubia se lo había dejado claro mil veces, y más cuando se enteró de lo que ocurría en su casa. Sin embargo, Juanjo seguía llamándola para asegurarse antes de ir.  No quería molestar.

—Qué va. Vente. Pero estamos en casa de Martin —lo avisó. Juanjo no había ido mucho a casa de Martin. Solían quedar en casa de Chiara y Denna—. Estoy ayudándoles con lo de los maquillajes de carnaval.

Martin y Chiara tenían que hacer una función con su clase. Estaban en su primer año de instituto, pero seguían siendo dos niños a ojos de Juanjo. No porque los viera inmaduros, sino por la vitalidad e ilusión que irradiaban. Él los envidiaba y admiraba al mismo tiempo. Le gustaría poder ser así. Vivir así, sin preocupaciones.

Denna también era muy positiva, pero sin esa inocencia que los dos pequeños aún tenían. Ella sabía muchas cosas. Por eso la necesitaba. Y la adoraba. Le había salvado la vida en muchos aspectos, y él se encargaba de recordárselo siempre que podía.

Hacía tiempo que Juanjo se había dado cuenta de que Denna era su familia, la que él había escogido. Así como lo eran Martin y Chiara. Pero jamás contaminaría la mente de esos dos con sus problemas y preocupaciones. Verlos sonreír y jugar era suficiente para él. Le hacía feliz.

Chiara era alocada y dulce. La combinación perfecta de ambas cosas. Tenía ideas disparatadas constantemente y contagiaba al resto con las mismas, por lo que gracias a ella Juanjo se había visto envuelto en situaciones que jamás hubiera imaginado.

Y Martin... era Martin. El pobre era un sol. Seguiría a su amiga hasta el fin del mundo sin dudarlo. Y a Juanjo le aportaba paz. Y seguridad. Era un chico que nunca juzgaba a nadie. Abierto de mente y amable con todo el mundo. Una de esas personas que habían nacido para mejorar la vida de todos a su alrededor.

Birds of a featherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora