03. dime qué nos pasa

1.3K 170 91
                                    

Juanjo arrancó el coche sin mirar a Martin ni una sola vez. Lo había ayudado a subirse al vehículo y luego no había dicho ni una sola palabra.

El menor iba a morirse de la vergüenza. Todo lo que acababa de ocurrir le hacía sentirse muy estúpido. Y, al final, había obligado a Juanjo a abandonar la fiesta. A cuidarlo. Tal como Martin le había pedido que no hiciera hacía un rato.

Genial. Odiaba deberle cosas, odiaba tener que agradecerle nada. Odiaba que fuera simpático con él porque algunas veces eso le ablandaba, y aquello no podía ser. Tenía que mantenerse firme.

—Perdón —susurró, tragándose su orgullo. Sintió que era lo mínimo. Podía detestar a aquel chico, pero le estaba haciendo un favor, a fin de cuentas—. No quería estropearte la noche.

—No me has estropeado nada —le dijo el mayor, con una dulzura en la voz que descolocó a Martin por completo. Después frunció el ceño y carraspeó—. Pero hazme caso la próxima vez.

—No va a haber próxima vez —le aseguró, molesto. Juanjo no era su padre ni le correspondía a él darle consejos ni lecciones.

—No sé por qué vienes a estas fiestas si no te gustan.

—No es asunto tuyo —le soltó.

Se fijó en que los nudillos de Juanjo se ponían blancos por la fuerza con la que éste agarraba el volante.

Lo estaba cabreando. Bien. A la mierda el momento bonito, si es que había habido alguno.

—Creo que sí es asunto mío si luego tengo que llevarte a tu casa —le dijo Juanjo con frialdad. Después aflojó el agarre del volante y relajó la expresión—. Mira, sólo intento ayudarte.

El pequeño emitió un suspiro, abrazándose la tripa y recostándose contra el asunto. Se le estaba revolviendo el estómago.

—Pues no sé por qué.

—Joder, Martin —suspiró Juanjo. Parecía cansado, harto de discutir—. Porque me importas. Ya lo sabes.

A Martin le dio la sensación de que al mayor le costaba decir aquello. Como si le diera rabia sentirse de esa forma. Encima.

Era perfectamente consciente de que no había nada que Juanjo pudiera hacer que no le irritase. No cuando Martin estaba tan a la defensiva, y con él siempre lo estaba.

—Te importo cuando a ti te interesa —dijo sin poder controlar su lengua.

Estaba borracho y enfadado con el mundo. Y si tenía que pagarlo con Juanjo, lo haría. Se lo merecía. Si pensaba que por hacerle de chófer iba a ganar puntos con él, estaba muy equivocado.

Juanjo chasqueó la lengua, y no respondió. Al menos, no de inmediato. Martin podía ver en su expresión cómo le estaba haciendo daño. Cada vez que discutían, lo hería. Y aún así, Juanjo no se daba por vencido. No lo dejaba en paz. Como si le resultara imposible hacerlo. Daban igual los esfuerzos de Martin por alejar al chico de él, el mayor seguía ahí, firme y constante.

—Estás siendo injusto —le reprochó sin perder la calma.

—La vida no es justa —le dijo con acidez.

Vio cómo Juanjo apretaba la mandíbula. Se sintió como si acabara de asiestarle un golpe. Que en cierto modo era lo que buscaba, pero no le hizo sentir bien. Todo lo contrario. Un nuevo pinchazo de culpa lo invadió.

Quería hacerle daño, pero al mismo tiempo no podía soportar hacérselo. Porque conocía a ese chico desde que había aprendido a caminar. Y por mucho que Juanjo hiciera mal, una parte de Martin lo seguiría queriendo siempre.

Birds of a featherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora