cap 1 - Dinamita

104 23 0
                                    

Lan Xichen siempre había sido el hombre perfecto. El heredero ideal, el líder responsable, el que jamás cometía errores. Desde niño había aprendido a seguir las reglas, a caminar por el sendero que le había sido trazado sin cuestionarlo. Todo debía ser exacto, como una sinfonía milimétricamente calculada. Pero últimamente, ese control comenzaba a desmoronarse. Algo dentro de él se revolvía, luchando por liberarse.

La chispa que encendió ese caos fue Jiang Cheng.

Jiang Cheng, con su mirada desafiante y actitud rebelde, era todo lo que Lan Xichen nunca había sido.

Libre, sin cadenas, sin un destino predeterminado. Solo un chico que vivía al límite, disfrutando de la vida como si no hubiese mañana.

A Lan Xichen le fascinaba y le aterraba a la vez.

Y mientras más lo observaba, más sentía que su propio mundo, tan perfectamente diseñado, comenzaba a desmoronarse.

Jiang Cheng lo notó desde el principio.

Sabía que Lan Xichen no era como él.

Lo notaba en la manera en que se aferraba a las formalidades, en cómo intentaba mantener su compostura incluso cuando su mirada lo traicionaba. Era un alfa

Pero a Jiang Cheng le atraía ese reto.

Quería liberarlo de esas cadenas, aunque tuviera que llevarlo al borde de la locura para hacerlo.

Gracias a las exigencias de wei wuxian...jiang cheng se aserco más a la xichen que al principio se mantenía algo serio y cordial...pero Jiang cheng se ganó un lugar en su corazon.

Una noche,cambió.

Lan Xichen lo esperaba fuera de su departamento, con la espalda contra la pared y la mirada perdida. Era inusual verlo así, tan vulnerable, como si estuviera a punto de romperse.

Jiang Cheng se detuvo frente a él y cruzó los brazos.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Jiang Cheng, arqueando una ceja.

Lan Xichen no respondió de inmediato. Sus ojos grisáceos parecían perdidos en una lucha interna. Finalmente, después de un largo silencio, susurró:

—Quiero saber cómo es... vivir. Quiero ser libre.

Jiang Cheng rió, una carcajada corta y burlona.

—¿Libre? A-Huan, ni siquiera sabes lo que significa esa palabra. Todo lo que haces está calculado. Miras el mundo como si fuera un tablero de ajedrez.

—Enséñame.

La risa de Jiang Cheng se apagó, y lo miró fijamente, leyendo en sus ojos una súplica genuina. Nunca lo había visto así. Siempre había sido el tipo perfecto, inalcanzable. Pero ahora lo veía desmoronarse, y eso le causaba un extraño placer.

—¿Estás seguro de lo que pides? Vivir libre significa romper tus propias reglas. No será bonito, lan huan.

—Lo haré. Por ti —susurró Lan Xichen, dando un paso hacia él.

La atmósfera entre ellos cambió, se volvió intensa, casi sofocante.

Jiang Cheng sabía lo que estaba haciendo. Sabía que estaba empujando a Lan Xichen hacia el borde, pero algo en su interior lo disfrutaba.

Se acercó lentamente, sintiendo el control que tenía sobre el alfa.

—Si quieres libertad, entonces debes aceptar que vas a perderte —murmuró Jiang Cheng, rozando los labios de Lan Xichen con los suyos. Su aliento caliente chocó contra la piel del otro—. La libertad no tiene reglas.

Lan Xichen no pudo contenerse más. Lo sujetó por la cintura, atrayéndolo bruscamente hacia él.

Sus labios se encontraron en un beso desesperado, lleno de años de contención rota, de deseo reprimido y de una obsesión que había crecido en las sombras.

Jiang Cheng se dejó llevar, disfrutando del caos que había provocado. Sabía que estaba jugando con fuego, pero le encantaba la sensación de peligro.

A partir de esa noche, Lan Xichen cambió. Comenzó a hacer cosas que jamás habría imaginado.

Faltaba a reuniones importantes, dejaba de seguir las reglas estrictas que le habían inculcado, y todo era por Jiang Cheng. Cada día que pasaba junto a él, se hundía más en la libertad, pero también en la locura.

Era como una droga. Jiang Cheng era su ancla, pero también su perdición.

—¿Te sientes libre ahora? —le preguntó Jiang Cheng una tarde, mientras estaban tumbados en la azotea de un edificio, mirando el cielo.

Lan Xichen lo miró de reojo.

Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios.

—No lo sé. Lo único que sé es que no puedo estar sin ti... —dijo por miedo del rechazo del omega—

Jiang Cheng rió suavemente, pero en el fondo sabía que estaba perdiendo el control de la situación.

Lan Xichen no solo había abrazado la libertad, la había devorado, y ahora su obsesión por él era palpable, asfixiante. Lo sabía, y sin embargo, no quería detenerlo.

IN(PERFECTO) XICHENG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora