cap 2 - Cadenas

63 20 2
                                    

A medida que pasaban los días, la transformación de Lan Xichen se hacía más evidente.

Los rumores sobre su cambio de actitud comenzaron a extenderse, pero él no parecía preocupado.

Solía ser el ejemplo a seguir, el que inspiraba respeto.

Ahora, lo veían caminando por las calles sin rumbo, abandonando sus responsabilidades, siempre siguiendo a Jiang Cheng como una sombra.

Para Lan Xichen, nada importaba ya, excepto él.

La obsesión que sentía crecía como una tormenta silenciosa dentro de su pecho.

Cada vez que Jiang Cheng reía, cada vez que hablaba, Lan Xichen sentía que todo a su alrededor se desvanecía, como si el tiempo se detuviera y solo existieran ellos dos en el mundo.

Pero esa devoción comenzaba a tornarse peligrosa.

Jiang Cheng lo sabía. Había llevado a Lan Xichen al borde, pero ahora temía lo que sucedería si cruzaban esa línea invisible.

Estaban jugando con fuego, y la chispa estaba a punto de encenderse.

Una noche, Lan Xichen apareció fuera de la casa de Jiang Cheng sin previo aviso.

Sus ojos brillaban con una intensidad inusual, algo que lo hizo estremecerse. Sabía que algo había cambiado, algo profundo. Lan Xichen no era el mismo, había perdido toda esa compostura que lo había definido.

Ahora estaba completamente consumido.

—lan huan, ¿qué haces aquí tan tarde? —preguntó Jiang Cheng, abriendo la puerta lentamente, sintiendo una opresión en el pecho.

—No puedo estar sin ti, Jiang wanyin —dijo Lan Xichen con una calma inquietante—. Me has enseñado a ser libre, a vivir sin restricciones. Pero ahora no puedo imaginar una vida en la que no estés a mi lado. No puedo... y no quiero.

Jiang Cheng sintió un nudo en la garganta. Sabía lo que venía.
Sabía que el Lan Xichen que conocía, el que había sido guiado por su mano hacia la libertad, estaba desapareciendo para dar paso a algo más oscuro, algo que había estado latente todo este tiempo.

—Xichen... no puedes aferrarte de esa forma. La libertad no es... posesión —murmuró Jiang Cheng, retrocediendo un paso.

Pero Lan Xichen avanzó, sus ojos fijos en los de Jiang Cheng, implacables. Lo tomó por los hombros y lo empujó contra la pared con una suavidad inquietante, como si quisiera demostrarle que, aunque podía controlarse, la intensidad de sus emociones lo superaba.

—Te he seguido hasta aquí, lo he dejado todo por ti —dijo con voz ronca—. He hecho cosas que jamás habría imaginado, porque tú me enseñaste. Me hiciste sentir humano por primera vez, me mostraste lo que es la libertad. Pero, ¿ahora quieres decirme que no puedo tenerte por completo?

Jiang Cheng tragó saliva. Sentía el peso de la mirada de Lan Xichen, y por primera vez, la seguridad que siempre lo había caracterizado se tambaleaba.

Lo había llevado al borde, sí, pero jamás imaginó que se rompería de esa manera.

—Xichen, no se trata de eso. La libertad también significa dejar ir, significa que no puedes... —comenzó a decir, pero Lan Xichen lo interrumpió.

—No. —La palabra resonó en la pequeña habitación, cargada de una firmeza aterradora—. No quiero dejarte ir. No puedo. Te necesito.

Jiang Cheng lo miró, buscando alguna señal de la persona que había conocido, de ese Lan Xichen que había querido descubrir el mundo con nuevos ojos.

Pero todo lo que vio fue un hombre perdido en su propia desesperación, un alfa que ya no distinguía entre libertad y posesión.

—Tienes que parar, Xichen. Esto se está saliendo de control —intentó decir Jiang Cheng con calma, aunque su corazón latía con fuerza.

—¿Control? —Lan Xichen soltó una risa amarga, sus manos temblaban ligeramente mientras seguían sujetando a Jiang Cheng contra la pared—. He vivido toda mi vida bajo control, siguiendo reglas, siendo el alfa perfecto. Pero contigo... contigo, no quiero control. Quiero todo.

—deja de actuar como maldito idiota... Ya te dije libertad no es lo mismo que poseer... Estás haciendo mal...lan xichen

Jiang Cheng intentó liberarse suavemente, sin éxito.

La fuerza de Lan Xichen, aunque contenida, era inquebrantable.

Había despertado algo en él, algo que no podía detenerse tan fácilmente.

—No puedes tener todo, Xichen. Nadie puede —dijo Jiang Cheng, su voz algo autoritario—. No se trata de control, se trata de vivir, de ser humanos. Y los humanos... se equivocan, pierden, se dejan ir.

—No puedo perderte —replicó Lan Xichen con los dientes apretados—. No puedo imaginar un mundo sin ti. No me importa lo que los demás piensen, no me importa lo que esté bien o mal. Haré cualquier cosa, cualquier cosa, para mantenerte a mi lado.

La intensidad de sus palabras hizo que el aire  se volviera espeso.

Jiang Cheng cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de la situación. Había desatado algo en Lan Xichen que ahora no sabía cómo controlar.

—Xichen... no puedes vivir con miedo a perder. Eso no es libertad —murmuró Jiang Cheng, abriendo lentamente los ojos y encontrando los de Lan Xichen, con un brillo de tristeza.

Lan Xichen lo miró fijamente, sus labios temblaron un instante antes de que un susurro escapara de ellos.

—No lo entiendes, Jiang Cheng... No soy yo quien teme perder la libertad. Eres tú mi libertad.

Las palabras quedaron suspendidas en el aire, pesadas, irremediables. Jiang Cheng supo entonces que ya no había vuelta atrás. Lan Xichen se había entregado por completo a su obsesión, y la única opción que quedaba era enfrentarlo, o rendirse ante él.

Y Jiang Cheng, con un suspiro profundo, decidió enfrentarlo.

Aunque sabía que, al hacerlo, se arriesgaba a perder no solo a Lan Xichen, sino a sí mismo también....

IN(PERFECTO) XICHENG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora