Miami, Florida
POV Verónica
Me había olvidado de lo caliente que era Miami, acostumbrada al clima frío de Europa, este clima era extraño para mí, pensé mientras me quitaba el abrigo. Camine entre la gente que estaba caminando de un lado para otro, pegados a sus teléfonos celulares con conversaciones entretenidas, cepillo mi cabello con la mano mientras me pongo mis ray-ban en mi rostro, me dirigí a la salida del aeropuerto de Miami y pude ver a un mercedes negro.
—¡Buenos días! señorita Castro. —El conductor habló cortésmente.
—¡Buenos días! Estuardo. —hablé entrando en el coche. Dentro del coche había una temperatura regular gracias al aire acondicionado.
—¡Oh por Dios! ¿Desde cuándo Miami es tan caluroso? —murmure dejando caer mis pertenencias en el asiento.
—Siempre señora, el clima aquí siempre fue caluroso. -escuche a Estuardo decir en medio de una risa baja. —Perdón por preguntar, pero ¿Cómo está su padre?
—Tienes razón, me he olvidado de cómo son las cosas aquí. —dije en voz baja mientras me acomodaba en el asiento del coche. —Él está bien, está en Italia con mi familia.
—¡Eso es genial! Me agrada el señor Castro ¿A dónde la debo llevar? —Preguntó mirando por el espejo retrovisor.
—A mi nuevo apartamento Estuardo, sigue el camino derecho yo te iré dando las coordenadas.
Él asintió dejando aquel lugar. Mirando por la ventana del coche viendo las calles de Miami podía recordar mis tiempos cuando viví aquí, y que buenos tiempos diría yo. Conocía la cuidad como la palma de mi mano. Nunca fui esa Verónica que solo pensaba en el trabajo, había disfrutado de la vida un poco, no mucho. Mis pensamientos vagaron por los recuerdos de todas las cosas que hice en mi adolescencia, pero ahora eso estaba en el pasado, Verónica inmadura e irresponsable ya no existía.
—Gire a la izquierda en la siguiente cuadra. —Obedeció a mis coordenadas perfectamente. Finalmente llegamos al edificio donde ahora estaría viviendo. Estuardo rápidamente salió del coche
dando pasos grandes hacia la puerta, y el la abrió para mí.—Gracias. —dije con una sonrisa.
Estuardo era mi conductor desde que estaba joven y vivía con mis padres, es un anciano muy útil por cierto.Entré en el vestíbulo del edificio donde los empleados se colocaban en su debido lugar. Era cómico como se comportaban ante mi presencia, las personas a menudo se sentían nerviosas, quizás la forma grosera y arrogante que yo les demostraba, y no me importaba dar esa imagen. Para ser respetada, ellos tenían que temer ante mi presencia.
—Buen día señorita Castro, nuestro personal pondrá sus maletas en su apartamento, es el 308, el único y gran apartamento.
Yo no dije nada, solo asentí con la cabeza y me dirigí al ascensor. Al llegar a mi apartamento, el chico de pelo rojo iba detrás de mí poniendo todas mis cosas perfectamente bien en mi habitación.
—¿Algo más, señorita? —Preguntó.
—Nada, puede retirarse. —Dije.
El apartamento era grande, un área enorme con un estilo contemporáneo y sofisticado, los muebles de color blanco y marrón, paredes en colores claros y otros oscuros, algunos cuadros de pintura, todo era de mi agrado. Me acerque hasta la sala para descansar en el sofá, tomando la parte superior de mis zapatos que maltrataban mis pies quitándolos enseguida. Deje que mi cuerpo se hundiera en el cómodo sofá, el viaje había sido largo, la vida había sido muy dura para mi. Me levanté para ver el balcón de mi apartamento. Podía tener una hermosa vista de los rascacielos de Miami y su hermosa costa, esa era la ventaja de vivir en lo más alto. Desde arriba podía ver todo el movimiento de las personas que paseaban de un lado a otro, viajando en sus autos, se escuchaban las bocinas, gente hablando en voz alta. Solo que no era peor como en Nueva York. Oí el ruido proveniente de mi celular, entre de nuevo a la habitación, agarre el celular de la mesita de noche, el numero era desconocido para mi, pero sin duda era de Miami.
ESTÁS LEYENDO
The Stripper
Romance¿Se han imaginado tener dos vidas? ¿Ser dos personas al mismo tiempo? Apuesto a que sí. Pero entre pensar y vivir hay una diferencia muy grande, creo. Imaginemos... Ana, una mujer dulce y dedicada. Gabriela, sexy e imponente, ¿Cual elegirías tú? ¿Cu...