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T/N estaba decidida. Había pasado semanas observando a Félix, tratando de entender su comportamiento y las voces que lo atormentaban. Sabía que los métodos convencionales no funcionarían con él. Necesitaba un enfoque diferente, uno que solo ella podía proporcionar.

Entró en la oficina del doctor principal, su expresión firme y decidida.

—Me lo llevo a casa —dijo T/N sin preámbulos.

El doctor levantó la vista de sus papeles, sorprendido.

—¿Qué? Eso es muy peligroso, T/N. Félix es inestable. No podemos permitir que salga de aquí.

—Sé lo que estoy haciendo —respondió T/N con calma—. Puedo controlarlo. Sé cómo tratarlo.

El doctor frunció el ceño, claramente preocupado.

—T/N, esto no es un juego. Félix intentó matarte. No podemos arriesgarnos a que algo así vuelva a suceder.

—Confía en mí —insistió T/N—. He estado observándolo. Sé cómo manejarlo. Necesita un ambiente diferente, uno que no sea tan restrictivo. Puedo ayudarlo a calmarse.

Después de un largo silencio, el doctor suspiró.

—Está bien. Pero bajo tu responsabilidad. Y si algo sale mal, tendrás que traerlo de vuelta inmediatamente.

T/N asintió, agradecida. Sabía que esto era un riesgo, pero también sabía que era la única manera de ayudar a Félix.

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Esa noche, T/N llevó a Félix a su casa. Al principio, él estaba inquieto, sus ojos llenos de desconfianza y miedo. Pero T/N se mantuvo firme, tratándolo con la misma dureza que había mostrado en el hospital.

—Si intentas algo, Félix, te aseguro que lo lamentarás —le advirtió mientras lo ayudaba a instalarse en una habitación pequeña pero cómoda.

Félix asintió, su mente aún nublada por las voces. Pero algo en la voz de T/N lo hizo sentir una chispa de esperanza, una sensación que no había experimentado en mucho tiempo.

Los días pasaron, y poco a poco, Félix comenzó a calmarse. T/N lo mantenía ocupado con tareas simples y lo vigilaba de cerca. Aunque seguía siendo dura con él, también le mostraba pequeños gestos de amabilidad que lo desconcertaban.

Una tarde, mientras Félix estaba sentado en el jardín, T/N se acercó con dos tazas de té. Se sentó a su lado, ofreciéndole una taza.

—Bebe —dijo, su tono más suave de lo habitual.

Félix tomó la taza, sorprendido por el gesto. Bebió un sorbo, sintiendo el calor del té calmar sus nervios.

—Gracias —murmuró, sin saber qué más decir.

T/N lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de dureza y compasión.

—No lo hago por ti, Félix. Lo hago porque creo que puedes cambiar. Pero tienes que quererlo.

Félix asintió, sintiendo una oleada de emociones que no había sentido antes. Por primera vez, se permitió imaginar un futuro diferente, uno en el que no estuviera dominado por las voces.

Con el tiempo, Félix comenzó a abrirse más a T/N. Aunque las voces seguían presentes, su influencia disminuía. Empezó a confiar en T/N, y esa confianza se transformó en algo más profundo. Sentía una conexión con ella, algo que nunca había experimentado antes.

Una noche, mientras estaban sentados juntos en el jardín, Félix se atrevió a hablar.

—T/N, quiero agradecerte por todo lo que has hecho por mí. No sé dónde estaría sin ti.

T/N lo miró, sus ojos brillando con una emoción que Félix no podía identificar.

—No me agradezcas todavía, Félix. Aún queda mucho por hacer. Pero estoy aquí para ayudarte.

Félix asintió, sintiendo una calidez en su pecho. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió sentir esperanza. Y con esa esperanza, comenzó a surgir algo más: un sentimiento profundo y sincero hacia T/N.

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♱𖤐MÄñÌÄÇ𖤐♱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora