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El Hospital Psiquiátrico San Felipe estaba envuelto en una atmósfera de tensión. TN llegó temprano esa mañana, con la esperanza de hacer progresos significativos con Félix. Sin embargo, al entrar en el hospital, sintió una inquietud en el aire. Algo no estaba bien.

Al acercarse a la habitación de Félix, escuchó gritos y ruidos de golpes. Su corazón se aceleró y abrió la puerta rápidamente. Félix estaba de pie en medio de la habitación, su rostro desfigurado por la ira y la confusión.

—¡Félix! —exclamó TN, tratando de mantener la calma—. Soy yo, TN. ¿Qué está pasando?

Félix la miró con ojos desorbitados, sin rastro de reconocimiento.

—¡Aléjate de mí! —gritó, levantando un puño amenazante—. ¡No sé quién eres!

TN dio un paso atrás, su mente trabajando rápidamente para encontrar una solución. Las voces en la cabeza de Félix debían estar gritando más fuerte que nunca, nublando su juicio y su memoria.

—Félix, por favor, escúchame. Soy TN, tu doctora. Estoy aquí para ayudarte —dijo, tratando de acercarse lentamente.

Pero Félix no escuchaba. Con un grito de desesperación, lanzó un golpe hacia TN. Ella, en un acto reflejo, se agachó y evitó el golpe, pero sabía que debía actuar rápido para evitar que la situación empeorara.

—¡Félix, detente! —gritó, pero él no respondía a las palabras.

Desesperada, TN hizo lo único que se le ocurrió en ese momento. Se acercó rápidamente y, antes de que Félix pudiera reaccionar, lo besó. Fue un beso breve, pero lo suficientemente impactante como para detenerlo por un instante.

Cuando se separaron, Félix pareció desconcertado, pero solo por un momento. De repente, comenzó a gritar y a golpear su cabeza contra la pared, como si intentara expulsar las voces de su mente.

—¡No! ¡No puedo soportarlo! —gritaba, mientras TN intentaba sujetarlo.

—¡Félix, por favor, detente! —suplicó TN, pero sus esfuerzos eran en vano.

Sabiendo que no podía manejar la situación sola, TN corrió hacia la puerta y llamó a otros doctores. En cuestión de segundos, varios médicos y enfermeros entraron en la habitación, sujetando a Félix mientras uno de ellos preparaba una inyección tranquilizante.

—¡Rápido, necesitamos calmarlo! —ordenó TN, su voz llena de urgencia.

Con esfuerzo, lograron inmovilizar a Félix el tiempo suficiente para administrarle el tranquilizante. Poco a poco, sus gritos se fueron apagando y su cuerpo se relajó, cayendo en un sueño profundo.

TN se dejó caer en una silla, su corazón aún latiendo con fuerza. Miró a Félix, ahora dormido, y sintió una oleada de preocupación y tristeza. Sabía que la batalla estaba lejos de terminar y que debía encontrar una manera de ayudarlo a superar sus demonios.

—¿Estás bien, doctora? —preguntó uno de los médicos, colocando una mano en su hombro.

—Sí, estoy bien. Gracias por su ayuda —respondió TN, tratando de recuperar la compostura.

Mientras los otros médicos salían de la habitación, TN se quedó junto a Félix, observando su rostro tranquilo. Sabía que debía seguir investigando, encontrar la raíz de su sufrimiento y las voces que lo atormentaban. Pero por ahora, solo podía esperar y planear su próximo movimiento.

La historia de Félix no había terminado, y TN estaba decidida a no rendirse. Sabía que el camino sería largo y arduo, pero estaba dispuesta a enfrentarlo, un paso a la vez.

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♱𖤐MÄñÌÄÇ𖤐♱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora