Forzar el destino

6-Intentar otra vez

Estaba sentado en mi lugar, al lado de Muichiro, como siempre, esperando a que terminara la reunión, sin prestar mucha atención.

Justificada mi ausencia por estar enfermo, no fui reprendido por nadie, aunque recibí algunas miradas de desaprobación, pero no le presté mucha atención, estaba acostumbrado a cosas peores.

En cuanto a Muichiro, no sé qué me impide levantarme para darle una paliza, ¡destruyó mi ego la semana pasada! ¡Hice un esfuerzo y me limité a comprarle un estúpido y caro ramo de flores para que acabara en su boca! ¡Qué pérdida!

Sólo el pensamiento hizo que aparecieran venas en mi mejilla. ¡Me molesta! ¡Ese estúpido cabeza hueca!

Breve !

La reunión pasó y todos terminamos saliendo.

Bien...

¡Le voy a dar una última oportunidad!

Así que aceleré el paso, adentrándome más en el bosque y finalmente verlo, acercándome y colocándome frente a él, con las manos en las caderas, para que se detuviera.

Luego suspiró.

"¿Qué me vas a hacer esta vez?"

"¡Hmph, no creas que te he perdonado por lo que hiciste la última vez! Pero tienes suerte, como soy una persona tolerante te daré una última oportunidad para disculparte. Ven a mí y juegas". El papel de papá para mi hija y lo que hiciste quedará olvidado".

Me miró neutralmente durante mucho tiempo antes de comenzar a caminar nuevamente, rodeándome.

"¡¿Oye?! ¡Vuelve aquí ahora mismo!", Grité, comenzando a seguirlo. "¡¿Cuál es tu problema?! ¡¿Solo te estoy pidiendo algo de tu tiempo libre a la semana?!" "

"Una vez más no tengo tiempo para hacer de niñera, tengo otras cosas que hacer".

"¡¿Qué diablos estás haciendo ?!"

"Escribir informes, por ejemplo, porque los hago comparado con otras personas".

Una vena apareció en mi sien, molesta.

"¡Esa no es la cuestión! ¡Puedes hacer un informe en mi casa, no hay problema!"

"Ese fue sólo un ejemplo de muchos. Yo también tengo que entrenar y definitivamente no voy a dejar mis horas de entrenamiento para divertirme con tu hija".

De repente una idea cruzó por mi mente y sonreí con picardía.

"¿Qué tal un santuario de entrenamiento, con más de cien talleres, qué te gustaría?"

Dejó de caminar, todavía dándome la espalda. Bingo, encontré apoyo.

"¿Dónde está eso?"

"En casa, estúpido. Vivo en un dojo".

Volvió la cabeza hacia mí.

"Ven conmigo y te diré si acepto".

Sí ! Finalmente !

"Mi placer !" Respondí tomándolo de la muñeca, comenzando a caminar hacia mi casa.

No esperaba este gesto pero no dijo nada, mirando mi mano enguantada.

"Dime, ¿por qué llevas guantes?"

Bien...

"...Tengo las manos sucias, eso es todo." Respondí, continuando caminando.

Parecía confundido.

"Pero si se ensucian, sólo hay que lavarlos".

"Oye, no creas que estoy sucio, ¡me lavo las manos! Es que incluso después de lavarlas siguen manchadas, así que uso guantes para ocultarlas".