Capítulo 6: El ojo del observador (Hécate la Roja)

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Resumen:

Desterrada a su mundo natal, Próspero, la poderosa psíquica Hécate la Roja queda vulnerable a las crueles y lujuriosas maquinaciones de Baren.
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"De rodillas."

Una voz profunda daba órdenes desde un trono ornamentado. La figura sentada tenía un físico masculino casi perfecto, no llevaba casi nada mientras estaba sentado con una mirada hambrienta en sus ojos de ónice. El hombre tenía un par de grandes cuernos parecidos a los de un toro en la parte superior de la cabeza y un par de alas de cuero escondidas detrás de la espalda.

Se oyeron pasos suaves a unos cuantos metros de distancia mientras Hécate se movía desde su posición al lado del trono hacia el espacio abierto frente a él. Su túnica le resultaba familiar, pero distorsionada. La tela simple, pero resistente, fue reemplazada por un material de seda/encaje casi transparente. El escote de la Primarca estaba a la vista, ya que se había tejido un agujero en el espacio entre sus pechos, el agujero iba desde justo debajo del cuello de su atuendo hasta justo debajo de sus grandes pechos. El atuendo se detenía justo debajo de sus caderas, dejando sus piernas desnudas hasta la cintura. Sobre sus anchas caderas había un cinturón dorado con incrustaciones de piedras preciosas. Sus brazos estaban casi desnudos, salvo por las pesadas y ornamentadas bandas para los brazos. El cuello de su atuendo llegaba hasta la garganta, cubierto por un collar brillante. Los adornos dorados corrían a lo largo de la parte superior e inferior del cuello con intrincados grabados que recorrían el medio en verde brillante, la pieza se completaba con una gran piedra negra que hirvía a fuego lento en el centro. La tela era de un color crema que combinaba muy bien con la vibrante piel roja de Hécate y se ajustaba lo suficientemente fuerte a la chica como para que los piercings en cada uno de sus pechos fueran fáciles de ver a través de ella.

Con la cabeza inclinada, Hécate caminó lentamente hacia el frente del trono, ignorando las formas familiares, pero ocultas, que danzaban y se retorcían por la habitación. Se arrodilló obedientemente sobre el pequeño cojín que estaba entre las piernas del hombre.

"Dame placer."

Sin dudarlo, Hécate bajó la cabeza hasta la entrepierna del hombre.

Hécate se levantó de la cama de un salto, con el pecho agitado por el pánico. La Primarca miró lo que llevaba puesto y se sintió aliviada al ver su túnica habitual. Con su solitario ojo todavía abierto por la sorpresa, Hécate escaneó su habitación. Estaba tenuemente iluminada por velas incensarias y no se movía. Después de un momento de observación silenciosa, Hécate finalmente calmó su respiración. La confusión recorrió la cabeza de la Primarca. ¿Por qué había tenido un sueño así y por qué era tan vívido? Podía recordar con todo detalle cómo se veía, cómo se movía. Era un sueño más real de lo que Hécate podía recordar haber tenido en mucho tiempo.

El placer del primarca  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora