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«Hand in mine, into your icy blues»
(tu mano junto a la mía, mirando tus tristes ojos)

El frío aire de Gravity Falls envolvía a Stanford Pines mientras caminaba por los oscuros bosques que rodeaban la cabaña misteriosa. A pesar de la tranquilidad que parecía respirarse, en su interior sentía que algo estaba mal. O mejor dicho, algo estaba a punto de estallar. El sonido de ramas quebrándose a la distancia lo puso en alerta. Pero no era necesario mirar; ya conocía la sensación que venía con esa presencia. El tiempo mismo parecía torcerse cada vez que él estaba cerca.

—¿Sabes, Sixer? deberías estar acostumbrado a mi entrada por ahora. -la voz de Bill Cipher se deslizó en su mente como una serpiente entre hojas secas.

Stanford no se molestó en voltear. En lugar de eso, continuó caminando, las manos en los bolsillos de su abrigo, con la vista fija en la luna que apenas se asomaba entre las nubes. Pero sentía la presencia del demonio detrás de él, siguiéndolo como una sombra burlona.

—No es que me acostumbre a tener un psicópata en forma de triángulo flotando detrás de mí. -murmuró Stanford, sin detenerse.

Bill apareció flotando justo a su lado, transformando su cuerpo a una forma más... humana. O al menos, lo que Bill consideraba humano.
Alto, con un traje oscuro y ojos que parecían eternamente congelados en un azul helado. Un reflejo casi perfecto de lo que Stanford creía ser la encarnación del poder caótico.

—Ouch, Sixer, me lastimas. Y aquí yo, con todas estas emociones... -Bill puso una mano dramáticamente sobre su pecho, pero la sonrisa cruel no abandonó su rostro.
Era una sonrisa de alguien que sabía demasiado, alguien que podría destruirte con un solo pensamiento. Y sin embargo, esa sonrisa, ese azul intenso que brillaba en sus ojos, contenía algo más, algo que Stanford no quería admitir, pero que sentía cada vez que Bill aparecía: una conexión, una peligrosa, inexplicable atracción.

—¿Qué es lo que quieres esta vez, Bill? -Stanford finalmente se detuvo, enfrentando al demonio directamente. El viento soplaba entre ellos, removiendo las hojas muertas a sus pies.

Bill dio un paso hacia él, sus ojos fríos clavándose en los de Stanford.

—Quiero lo que siempre he querido, Ford. -su voz se volvió suave, casi susurrante.
—Quiero que te unas a mí. Que dejemos todo este absurdo detrás y enfrentemos al universo juntos. Solo tú y yo, Sixer.

Stanford lo miró en silencio. La propuesta no era nueva, pero esta vez, algo en la forma en que Bill lo decía lo hacía sonar diferente.
Era como si, en ese instante, Bill realmente lo creyera, que más allá del caos y la destrucción, él lo amaba.
Un amor torcido, frío y destructivo.
Un amor que podía consumir mundos enteros.

—No puedes cambiar lo que eres, Bill. -Ford entrecerró los ojos.
—Eres caos, eres destrucción. No hay lugar para la humanidad en ti.

Bill se inclinó hacia él, la sonrisa desapareciendo por un breve segundo.

—No hay lugar para la humanidad en mí, pero sí para ti, Stanford. -le tomó la mano, de manera suave, casi reverente, lo que hizo que el corazón de Ford se detuviera por un instante.
—Juntos, podríamos tomar el mundo, huir hacia donde queramos. -su voz se volvió más baja, más seductora. —Con suficiente poder, podríamos acabar con todo. Solo tú y yo, hasta el fin de los tiempos. -levantó la vista hacia Ford, con su mirada fija.

Stanford tragó saliva, incapaz de apartar la mirada de esos ojos, de ese azul gélido que lo atrapaba.

—No puedo hacerlo, Bill. No puedo traicionar todo lo que he luchado por proteger. -a pesar de sus palabras, algo en su interior titubeaba. Una pequeña, peligrosa parte de él estaba tentada a aceptar.

Demolition Lovers | Billford Donde viven las historias. Descúbrelo ahora