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«But this time, I mean it.
I'll let you know just how much you mean to me.
As snow falls on desert sky,
Until the end of everything»
(pero esta vez, lo digo en serio.
te haré saber lo mucho que significas para mí.
cómo la nieve que cae en el cielo del desierto,
hasta el final de todo)

El paisaje había cambiado mientras avanzaban por la carretera desierta.
Ya no era solo la oscuridad de la noche lo que los envolvía, sino un extraño manto de nieve que caía suavemente, cubriendo el suelo y creando una imagen surrealista.
La nieve sobre el desierto parecía un fenómeno fuera de lugar, pero Stanford ya había dejado de sorprenderse.
En su viaje con Bill, las leyes de la naturaleza parecían distorsionarse tanto como la realidad misma.

La camioneta avanzaba lentamente por el terreno nevado, y el aire en su interior se sentía pesado, cargado de todo lo que no se había dicho entre ellos.
Bill había estado inusualmente callado, algo que no encajaba con su naturaleza. Siempre hablaba, siempre tenía algo que añadir, alguna burla o comentario venenoso. Pero ahora, sentado en el asiento del copiloto, simplemente observaba a Stanford conducir.

Finalmente, la voz de Bill rompió el silencio, más baja y contenida de lo habitual, pero llena de esa familiar intensidad.

—Ford, ¿cuántas veces hemos estado aquí? -dijo, con una sonrisa apenas visible.
—Este punto donde todo parece colapsar, donde la línea entre nosotros parece desvanecerse.

Stanford no apartó la vista del camino, pero sintió la mirada de Bill sobre él, perforándolo. Sabía a lo que Bill se refería. No era la primera vez que se enfrentaban a esa sensación, ese límite invisible que marcaba hasta dónde estaba dispuesto a llegar con el demonio.

—He perdido la cuenta. -respondió secamente, aunque sabía que Bill siempre tenía una respuesta preparada para sus preguntas retóricas.

—Pues yo no -Bill dejó que la última palabra se colgara en el aire, luego se inclinó hacia Stanford, lo suficientemente cerca como para que su presencia fuera ineludible.
—Y esta vez, lo digo en serio. No es solo un juego, no es solo una broma, Ford.
Esta vez, voy a dejarte claro lo que realmente significas para mí, porque pareces no creerme.

Stanford sintió un escalofrío recorrer su columna, uno que no tenía nada que ver con el frío de la nieve afuera.
La seriedad en la voz de Bill no era común, y eso lo inquietaba profundamente. Por más que quisiera, no podía ignorar la realidad: estaba atrapado con él. Atrapado por su propia curiosidad y la naturaleza inquebrantable de Bill.

—Siempre hablas de lo que yo significo para ti, Bill. -dijo Stanford, su voz cargada de cansancio. —pero lo único que has traído a mi vida es caos. ¿Por qué debería creer que esta vez es diferente?

—Porque esta vez te lo demostraré, Sixer. -la sonrisa de Bill se amplió, pero no era la sonrisa de burla de siempre; era algo más oscuro, más íntimo.
—No eres solo un medio para un fin.
Te necesito para algo más grande de lo que puedas imaginar. Y eso, mi querido Ford, significa que estás atado a mí.
Hasta el final de todo.

Stanford apretó el volante con fuerza, sus nudillos volviéndose blancos.
La nieve seguía cayendo, lenta pero implacable, mientras la carretera se desdibujaba frente a ellos.
A pesar de su resistencia, algo dentro de él empezaba a ceder. Bill siempre había sido persuasivo, pero esta vez había algo diferente en su voz, en su comportamiento.

—Hasta el final de todo... -repitió Stanford en voz baja, como si probara esas palabras.

Bill soltó una suave risa, una que hizo eco en el pequeño espacio de la camioneta.

—Así es. La nieve caerá, los cielos cambiarán, y el mundo entero podría desmoronarse, pero nosotros seguiremos, Ford. Hasta que no quede nada más.

Stanford no respondió de inmediato.
Había pasado tanto tiempo luchando contra Bill, resistiéndose a su influencia, que la idea de rendirse, de aceptar su destino, lo aterraba. Pero mientras conducían por ese paisaje imposible, con la nieve cayendo sobre un desierto vacío, algo en su interior empezó a quebrarse.

—¿Y qué es lo que quieres de mí, Bill? -preguntó finalmente, su voz casi un susurro.

Bill sonrió de nuevo, pero esta vez no dijo nada de inmediato. Simplemente observó a Stanford, como si evaluara su reacción, disfrutando del momento en el que el científico se inclinaba, aunque fuera solo un poco, hacia él.

—Lo que siempre he querido, Ford -dijo Bill finalmente, su tono suave y cargado de una intensidad peligrosa.
—Quiero todo. Te quiero a ti. No como mi marioneta, no como un peón. Quiero que seas mi igual, mi compañero en todo esto. Porque, al final, nadie más podría entender lo que somos. Solo tú.

Stanford sintió que su corazón se aceleraba, y no era solo por las palabras de Bill, sino por lo que implicaban.
Sabía que Bill estaba retorciendo la verdad a su manera, pero también había una realidad incuestionable: habían recorrido un largo camino juntos. Demasiado largo. Y a pesar de todo el odio, la desconfianza y la lucha, había una conexión que no podía negar. Una que iba más allá de la simple manipulación de Bill.

La camioneta continuaba avanzando, y la nieve seguía cayendo, pero el silencio que se instaló entre ellos era tan denso como la noche misma. Stanford sabía que había algo más por decir, pero no estaba listo para aceptarlo. No todavía.

—Hasta el final de todo, entonces -murmuró, casi como una promesa rota antes de haberse hecho por completo.

Bill sonrió, esa sonrisa ladeada que Stanford conocía tan bien, pero esta vez no dijo nada más. No hacía falta.
Ambos sabían lo que significaba, lo que se avecinaba. Y aunque la nieve siguiera cayendo en el desierto imposible, el viaje continuaba. Como siempre.

Ellos seguirían. Hasta el final de todo.

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⏰ Última actualización: Sep 25 ⏰

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