Prólogo

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Incontables teorías y libros intentan explicar el origen de todo lo que conocemos, pero casi todas convergen en un solo propósito: mantener a las masas dóciles, obedientes y sumisas. Los seres humanos creen, con ingenuidad, que ganarán un lugar en un paraíso que jamás ha existido.

Sin embargo, no puedo culparlos. Al fin y al cabo, es un instinto lógico. Los humanos sólo confían en lo que son capaces de ver, en lo tangible. Ignoran aquellos detalles invisibles que pueden dar lugar a las verdades que no son hermosas, sino que generan una incomodidad difícil de dejar a un lado. ¿Realmente crees que tienes un propósito en esta tierra? ¿O solo eres un estorbo, un ser infecto, insignificante y olvidable que no alteraría el curso del mundo?

La verdad es simple: no eres nadie. No importa cuántas metas cumplas o te hundas en el más profundo de los abismos. La humanidad ha olvidado el verdadero valor de la cultura, reduciéndola a un simple catálogo de entretenimiento vacío: películas, programas de televisión, cantantes de moda y figuras públicas efímeras.

Mientras hablamos, la especie humana no hace más que enfrentarse a sí misma. En tribunales, medios de comunicación, guerras, congresos, manifestaciones... Todo parte de la misma lucha estúpida por el poder, una competencia sin sentido por demostrar quién es el más fuerte. Al final, ninguna de estas cosas sin valor importa.

Ese vacío existencial que todos intentan evadir, más temprano que tarde, los alcanzará. Porque, al momento de morir, todo lo que acumulaste por años, todo por lo que luchaste, será inútil. Lo único que quedará serán tus acciones, y ni siquiera ante tus semejantes, sino ante una fuerza desconocida que controla este mundo... pero no el universo.

¿Qué sentido tiene estudiar más sobre planeta si la meta de la humanidad es destruirlo? Algunos intentan aferrarse a una esperanza, diciendo que sobrevivirán. Que han superado crisis antes. Que la tecnología los va a salvar. Pero esa ilusión optimista es lo que, precisamente, los condenará. La verdad es inevitable: la destrucción de este mundo se aproxima, y cada día está más cerca.

A quienes creen en esa falsa esperanza, les diré esto: ustedes no son más que puntos insignificantes en el vasto universo. Podemos borrarlos de un solo golpe si así lo deseamos, manipularlos a nuestra voluntad para crear las guerras mundiales que hagan falta para destruirlos.

Somos los verdaderos dioses. No hacemos milagros, aquellos que su religión venera día tras día. Desde las sombras, hemos observado cómo la creación defectuosa de uno de los nuestros ha envenenado este mundo. Somos más antiguos y poderosos de lo que jamás comprenderán.

Este nunca fue su planeta, y nunca lo será. Porque llegará el día en que nosotros volveremos. No somos alienígenas, ni conspiraciones fabricadas por mentes paranoicas. Somos la fuerza que los destruirá o los salvará, si es que alguna vez logran evolucionar.

Aunque lo dudamos mucho. El destino de su mundo ya está escrito. A menos que algo inesperado ocurra... que nuestra hija despierte, allá en las profundidades de la Tierra. Porque aconteció una guerra que nadie la recuerda. 

Génesis del RagnarökWhere stories live. Discover now