Parágrafo II

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El lector es como un ave que se ve atraída por el alimento dentro de la jaula. Es cuando el escritor debe atraparlo, posteriormente, será liberado y volverá por más con la condición de recibir el mismo alimento. El libro, por bien logrado que esté y por rigurosa que sea su calidad expresiva, si no es leído, no existe en la literatura o, por lo menos, no existe hasta su hallazgo azaroso. La decisión de escribir es compleja, puesto que se trata de la decisión de permanecer vulnerable frente a un crítico que constantemente buscará defectos para exponerlos: a veces de manera sensata y, otras, no comprenderá la composición de lo escrito. 

Delicae: el detalle de tu cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora