Capítulo 2: El viernes es amarillo

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  Sara se había puesto aquel atuendo amarillo que tanto le gustaba, incluso llevaba un listón enroscado en su coleta. Su oscuro cabello rizado era tan notable pues saltaba con el mínimo movimiento y en cuanto a su semblante era muy distinto al día anterior. Tan brillante… irreconocible al ánimo de un lunes o un jueves. Los viernes Sara era distinta, y una copia idéntica en cada visita.

 Meditaba en silencio, permitiendo solo ese día, recordar su pasado. Quizá, sin adelantarnos mucho, si fuera por ella, todos los días serían viernes para volver a ser la misma antes.

 — ... Esperé mucho para verte. Papá por poco no me deja venir, ya que tenía trabajo y no podía pasar por mí, pero ayer le prometí que regresaría temprano en el autobús a las 4 después de comer algo. Me ha ido muy bien en cálculo y en historia, aunque sabes que son mi tortura. Eso sí, en artes y lengua, sigo siendo la mejor. Tal vez estoy exagerando pero sabes que es verdad. 

  Sara esboza una sonrisa, pero luego de unos segundos desaparece. Observa la fotografía del fondo de pantalla de su móvil, y con nostalgia después prosigue.

— Solo que aún no puedo tomar el autobús de la mañana, pero sigo intentando y no lo sé, un día tal vez te sorprenda y te cuente…

  Inhala profundo con tal de contener las lágrimas y entonces regresa la vista con una sonrisa algo forzada, pero con expectativas de que él pueda entender que ella está bien. 

— “¿Nuevo día, nuevos comienzos?”... Jared… me cuesta contarte todo esto, te extraño mucho…

  Una enfermera abre la puerta y Sara seca la pequeña lágrima que rodaba sobre su mejilla. Entonces se levanta de su asiento, da gracias a la enfermera y se despide susurrando: 

— Cuídate mucho Jared, nos vemos el próximo viernes.

  Todos los viernes, Sara sin falta visitaba a su amigo. Le contaba sus aventuras, su rutina. Hablaba de la hermosa primavera y el cómo las nubes tenían un amanecer distinto cada mañana. Pero, Sara terminaba con el mismo vacío. Él no estaba para contestar una sola palabra y ella solo se quedaba con el triste sonido de la computadora contando el pulso de su amigo.

  Sara llegaba feliz al hospital caminando con prisa por los pasillos, pero cuando terminaba el tiempo de visita, su semblante era triste y sombrío. La animaba el hecho de que le conocía tan bien, que podía imaginar su sonrisa y el cálido abrazo que le daría. Tal vez se conformaba con poco, pero era suficiente. ²

² Viernes 17 de enero 2025

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