1: ENTRE LUCES Y SOMBRAS

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Estaba en la barra , preparándome un gin tonic, sintiéndome extasiado. El aroma fresco de la ginebra llenaba el aire, mezclándose con la tonicidad vibrante del limón. A medida que el hielo crujía en el vaso, me dejaba llevar por la melodía de Elton John que resonaba en el fondo. "It's a little bit funny, this feding inside... I'm not one of those who can easily hide..." cantaba suavemente esas líneas, casi en un susurró, como si fuera un secreto compartido con las paredes de aquel lugar, había algo mágico en ese momento, como si todo se alimentará en perfecta sintonía: el sabor del gin tonic, la música y la sensación de estar exactamente donde debía estar.

Después de preparar unos cuantos tragos, observé a las personas bailar en la pista. Sus movimientos parecían liberar una energía vibrante que contagiaba el ambiente, haciendo que todo el lugar vibrara con una fuerza casi palpable. Dejé la barra por un momento y salí por la puerta de atrás para fumar un cigarro.

El aire fresco de la noche me envolvío mientras encendía el tabaco y daba la primera calada. Me relajaba mirar la calle vacía, los pocos autos que pasaban reflejando las luces de la ciudad. La noche estaba clara y brillante con el cielo despejado que dejaba ver algunas estrellas. Siempre me ha gustado este lugar pensé mientras el humo se disparaba lentamente en la oscuridad, me hacía sentir paz.

Mientras me perdía en mis pensamientos, disfrutando del aire fresco y la calma de la calle, escuché que me llamaban desde adentro. Era mi compañero, quien me había relevado en la barra.

"¡Hey, Gabriel! ¡Te necesitan en la barra!" -grito con una sonrisa. Di una última calada al cigarro y lo apagué contra la pared. Mire una vez más hacia la calle antes de volver a entrar.

Volví a entrar y sentí cómo el calor y la energía del lugar me envolvía de nuevo. Me encantaba estar en la barra, sirviendo tragos y compartiendo momentos con cada persona que se acercaba. Cada conversación, cada sonrisa y cada brindis hacían que el tiempo volará. Desde los amigos celebrando hasta los desconocidos que buscaban consuelo en un vaso, todos traían consigo una historia, y me sentía parte de cada una de ellas, aunque fuera solo por un instante.

Los pedidos se acumulaban, pero eso solo añadía a la emoción de la noche. Movia las manos con rapidez, mezclando ingredientes, sirviendo copas y lanzando comentarios que arrancaban risas o sentimientos. Sentía que todo el bar era una coreografía perfecta y yo era parte del ritmo que mantenía el lugar en movimiento.

Así se me fue el tiempo, perdido entre las luces de neón, el murmullo de las conversaciones y la música que nunca dejaban de sonar. Para cuándo mire el reloj, ya eran las 3:30 am, hora de cerrar. Sabía que el ambiente mágico que tanto disfrutaba se desvaneceria pronto con el silenció y la oscuridad.

Cuando todo el bar se encontraba vacio y apagaba las luces del lugar, sentí como el aire cambiaba, volviéndose denso y pesado. Los escalofríos recorrían mi espalda con cada interruptor que bajaba, sumiendo el bar en una oscuridad absoluta.

No podía dejar de pensar en aquellas historias que mis compañeros contaban en voz baja, sobre sombras que se movían solas o voces que susurraban en la penumbra. A cada paso que daba hacia la salida, sentía que algo o alguien, me observaba desde los rincones más oscuros.

Siempre me decía que no debía creer en esas cosas, que solo eran cuentos para asustar. Pero en ese momento, con el lugar completamente en tinieblas, no podía evitar que el miedo se apoderará de mi.

Cerré con llave la puerta de atrás y salí a la calle lo más rápido que pude, deseando dejar atrás aquella sensación inquietante.

En cuanto salí, ví a mi amigo Demian y a otros compañeros esperándome juntó al auto, un Datsun del 1966 color verde. A todos les encantaba ese coche, Pero no era mío; pertenecía a mis padres, que me lo prestaban para venir al trabajo. Ellos lo adoraban porque lo tenían desde su época de novios, y le habían puesto un apodo cariñoso "Roquita" . Ese nombre reflejaba el afecto que sentían por el, como si fuera un miembro de la familia.

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