I.Eleanor Rigby

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El camino hacia la embajada le pareció eterno, pero a pesar de ello, hubiese deseado que durara más. Habría tenido más tiempo para pensar en qué le iba a decir.
Buscó algo para distraerse, cualquier cosa que lo mantuviera fuera de sus pensamientos, tal vez escuchar a Manuel y Claudia debatir de política le ayudaría.

Al final, no pudo evitar mirar aquella bandera tricolor que ondeaba con vigor en la entrada, deteniendo su andar.

“¿Sr. México?” Manuel lo llamó, extrañado al no verlo junto con ellos. “¿Ocurre algo?”

La voz de su asistente pareció ser suficiente para sacarlo de su trance. Cerró los ojos y  sonrió lo mejor que pudo. “No es nada,” comenzó a caminar de nuevo, “nomás estoy un poquito nervioso.”
Manuel le palmeó suavemente la espalda, guiándolo hacia el interior del edificio. “No debería preocuparle tanto. Después de todo, es su amigo, ¿no es así?”

México apartó la mirada, rascándose la nuca. “Sí, mi amigo…”

(…)

Habían pasado casi diez minutos, la tensión en el ambiente era palpable, ésta aumentaba conforme el tiempo y el país comenzaba a desesperarse.
Paseándose de un lado al otro, México mantenía los brazos cruzados y la mandíbula tensada, cosa que hacía que sus acompañantes le siguieran con la mirada por todo el cuarto.

“¡México!” Claudia lo llamó tal vez por cuarta o quinta vez, la nación no había reaccionado hasta entonces. Se quedó parado, le daba miedo cuando Claudia le gritaba.
“¡Siéntate de una vez!” Volteó lentamente para verla claramente molesta, balbuceó una disculpa y se sentó para no disgustarla.
No pasó mucho antes de que el ruido de la multitud lo sobresaltara. Podía escuchar las cámaras y los periodistas, un buen indicio de que Rusia por fin había llegado.

Sintió su corazón latir más fuerte mientras escuchaba los pasos acercarse a la sala, toda su desesperación culminó cuando lo vió cruzar la puerta acompañado de  su presidente, su asistente y la ONU.
Suspiró ligeramente aliviado al ver a Iván, el anciano que ayudaba a Rusia con cualquier asunto diplomático que este tuviese. Su presencia hacía menos incómoda la situación.

“Bienvenidos sr. Rusia, sr. Dimitri, es un honor.” Claudia se levantó y estrechó las manos del país y su presidente. Ambos correspondieron con un sonrisa. “El sentimiento es mutuo, sra. Claudia.” Dijo Dimitri, Rusia se limitó a asentir.

México esperó para saludar, acercándose primero al presidente ruso. “Es un gusto por fin conocerlo, sr. Malenkov.”
Después de recibir los cumplidos del hombre, el país continuó dando la bienvenida a sus invitados, todo para dejar al euroasiático hasta el final.

“Eh, bienvenido, Rusia.” El latino extendió su mano algo indeciso, la incomodidad se notaba en su voz. El ruso mantuvo su mirada fija en la nación que tenía enfrente, expectante de algo más.
Resignado, terminó agitando brevemente la mano del mexicano. “Gracias, México.”

De pronto, el ambiente se sentía vacío, algo pesado.
“Bueno, me gustaría que charláramos un poco antes de firmar cualquier cosa.” Dimitri habló, intentando deshacer el silencio que se había formado.

“Por supuesto, tomen asiento, por favor.” Indicó las elegantes sillas de caoba acomodadas alrededor de una pequeña mesa rectangular, cubierta con un mantel de terciopelo rojo.
Se sentaron uno enfrente del otro, cada quién con su asistente y su presidente al lado, fue entonces que Dimitri comenzó con sus propuestas.
“Cómo ya sabrán, recientemente tome posesión, y cómo mi primera acción, me gustaría retomar lazos con México.”
El país concentró su atención en el presidente, dispuesto a escuchar las razones del porqué pensó en fortalecer sus relaciones. Aunque ya se hacía una idea.

I'm your Villain|RUSMEXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora