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Una máquina.

Una máquina del ecógrafo que emitía un zumbido constante.

Corazón.

El corazón de Jimin latía desbocado.

La habitación.

Un lugar con la luz fría y blanca.

Y un médico.

No hay que olvidarse del médico.

El maldito Beta que con una voz suave y profesional, hablaba, pero las palabras parecían reverberar en su mente como ecos distorsionados.

— Son siameses craneópagos—dijo el que se hacía llamar profesional en la salud, con una expresión seria.

¿Siameses? El aire se volvió espeso, y Jimin sintió como si un cubo de agua helada se derritiera sobre su piel. ¿Craneópagos?

La noticia lo golpeó como la fuerza de un puñetazo en el estómago, dejándolo sin aliento. Sus ojos se abrieron con horror, incapaz de procesar la realidad que se le presentaba. Dos pequeños seres fusionados, dependientes el uno del otro, y él...él era el responsable de su bienestar.

— No llevas a mis cachorros en tu vientre, Omega—musitó el sujeto sentado a su lado, su "Alfa"—Sino a unos monstruos.

Pero Jimin solo prefirió salir del consultorio. El mundo exterior parecía un lugar ajeno. Las voces del personal médico y el murmullo de las demás personas se desvanecieron en un fondo borroso. Todo lo que el Omega podía sentir era el peso aplastante de la desesperación. Su mente comenzó a llenarse de pensamientos oscuros. La idea del suicidio se instaló en su corazón, como un anhelo de escapar de la agonía que lo consumía.

Jimin sintió que el abismo lo llamaba. Su mirada se nubló con lágrimas, su visión se distorsionó, y los sollozos escapaban de sus labios. Mis...mis cachorros no...no son unos monstruos. Pensó. ¿O sí?

La respuesta llegó en medio de su tormento, cuando sintió una pequeña patada en su vientre. Fue como un rayo de luz que atravesó la oscuridad, dos pequeñas vidas dentro de él, al parecer querían seguir luchando para pronto salir y conocer el mundo.

Esa patadita se repitió, más fuerte esta vez, y Jimin se vio obligado a regresar a la realidad. Sus ojos azules se abrieron, y por un momento, la desesperación se desvaneció, siendo reemplazada por un profundo amor.

Mis cachorros. Mis bebés. Mis pequeñas estrellas.

— No los abandonaré—murmuró, aferrándose a su vientre—No...no dejaré que nadie les haga daño, mis bebés.

En ese instante, Jimin decidió que, aunque la vida iba a ser difícil, él seguiría adelante. Amaría a sus cachorros con toda su corazón y con toda su fuerza, sin importar los desafíos que se iban a presentar en el futuro.


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⭐ Pequeñas estrellas en mi vientre ⭐(YOONMIN/JIMSU) OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora