Capítulo 4: "El Susurro de las Sombras"

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El grito que resonó en la isla aún vibraba en los oídos de Lirian y Freyja mientras corrían por el sendero cubierto de hojas y ramas. La vegetación era densa, y las sombras de los árboles se alargaban a su alrededor, creando un ambiente casi irreal. Cada paso que daban parecía llevarlos más profundo en un mundo desconocido, donde el peligro acechaba tras cada arbusto.

—¿Escuchaste eso? —preguntó Freyja, deteniéndose de golpe y mirando hacia el horizonte, donde la espesura del bosque parecía moverse con vida propia.

—Sí, y no me gusta —respondió Lirian, con el corazón latiendo con fuerza. Miró hacia atrás, sintiendo que el grupo se había dispersado demasiado—. Necesitamos encontrar a los demás.

Antes de que pudieran seguir avanzando, un destello de movimiento captó la atención de Freyja. Un ser de piel oscura y ojos penetrantes emergió de entre los árboles, blandiendo un arco que brillaba con una luz sobrenatural. Era un elfo, pero su aspecto era diferente a cualquier otro que Lirian hubiera visto.

—¡Alto! —gritó el elfo, apuntando su arco hacia ellos—. ¿Quiénes son y qué buscan en nuestra isla?

—Nosotros no buscamos problemas —dijo Lirian, levantando las manos en señal de paz—. Venimos en son de paz y exploración. Nuestro barco atracó aquí.

Freyja se adelantó, su espada aún en mano, pero con la punta hacia el suelo.

—Yo soy Freyja de Endoria, y este es Lirian de Albragia. Buscamos aliados y conocimiento. No deseamos enfrentarnos a ustedes.

El elfo, que se presentó como Thalion, bajó lentamente su arco, pero la desconfianza aún brillaba en sus ojos.

—El conocimiento viene a un precio. Esta isla es sagrada para nosotros, y quienes la profanan enfrentan las consecuencias. Aún así, me intriga que hayáis llegado hasta aquí. Venid, debemos hablar.

Lirian y Freyja intercambiaron miradas antes de seguir a Thalion, que los condujo a través del bosque. A medida que avanzaban, la vegetación se hacía más espesa, y los susurros de criaturas invisibles parecían llenarlo todo. Pronto llegaron a un claro, donde un grupo de elfos los esperaba. Cada uno parecía estar armado y alerta, observando a los recién llegados con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

—¿Qué queréis en nuestra tierra? —preguntó una mujer de cabello largo y plateado, con una mirada afilada y sabia. Su voz era melodiosa, pero había una firmeza que imponía respeto.

—Nosotros —comenzó Freyja—, venimos en busca de aliados. La Compañía del Alba busca tesoros antiguos y la protección de los mares. No buscamos conflictos, solo una oportunidad para entender y aprender.

La mujer se cruzó de brazos, su expresión contemplativa.

—Los tesoros antiguos que mencionas son sagrados para nosotros. No son meras reliquias, sino parte de nuestro legado. ¿Cómo sabemos que no usaréis este conocimiento en nuestra contra?

Lirian sintió que el aire se hacía más denso, y la tensión aumentaba.

—Conozco el peso de las traiciones —dijo, mirando a la mujer a los ojos—. He sido víctima de ella en mi propia casa. No deseo repetir el pasado.

En ese momento, un estruendo resonó entre los árboles, y todos se giraron hacia la dirección del sonido. Un grupo de criaturas grotescas, similares a sombras corporeas, surgieron del bosque, sus ojos resplandeciendo con una luz inhumana.

—¡Rápido! —gritó Thalion—. ¡Defended el claro!

Los elfos desenfundaron sus armas, y Lirian sintió que el tiempo se ralentizaba. Junto a Freyja, se preparó para combatir. La batalla estalló con una furia devastadora. Los elfos, ágiles como el viento, comenzaron a disparar flechas, cada una volando con una precisión mortal hacia las criaturas.

—Lirian, a la izquierda! —gritó Freyja, mientras se enfrentaba a una de las criaturas con su espada en mano.

Lirian giró, blandiendo su espada con determinación, y se lanzó contra una de las sombras. La criatura se desvaneció momentáneamente antes de reformarse, y el chispazo de su hoja se encontró con la fría energía de su ser.

Khamar y Saphira llegaron al claro en ese momento, luchando codo a codo contra las sombras que se abalanzaban sobre ellos. Khamar lanzó un hechizo, invocando llamas que se entrelazaban en una danza ardiente, quemando a varias criaturas.

—¡Rápido, a la fuente! —gritó Khamar, señalando un pequeño estanque iluminado por una luz suave—. Puede ser nuestra única oportunidad.

Arandur, que había llegado corriendo, unió sus fuerzas a las de Khamar, conjurando un escudo mágico que protegía a los demás mientras se retiraban hacia el estanque. Las sombras eran implacables, y el combate se intensificaba.

—¡Atrás! —gritó Borin, que había aparecido de repente, su hacha brillando con la luz del sol que se filtraba entre los árboles. Se lanzó al combate, su fuerza enana haciendo que las criaturas retrocedieran momentáneamente.

Los elfos comenzaron a retroceder, empujando a Lirian y a los demás hacia la fuente, donde el agua resplandecía con un brillo místico. El aire se llenó de un zumbido, y la sensación de poder era casi abrumadora.

—¡Usad el agua! —gritó Thalion, mientras sus compañeros luchaban en una retirada estratégica—. Puede debilitar a las criaturas.

Freyja, sin pensarlo dos veces, se arrodilló y recogió agua en sus manos, arrojándola hacia las sombras. Al contacto, las criaturas chillaron, desvaneciéndose temporalmente.

—¡Hacedlo todos! —gritó Lirian, siguiendo su ejemplo.

Khamar y Saphira se unieron a la acción, lanzando agua sobre las criaturas que retrocedían, debilitándose en su presencia. Cada vez que el agua tocaba las sombras, emitían gritos desgarradores, y su forma se desvanecía.

Con un último esfuerzo, Lirian se levantó y, empapándose en determinación, arrojó un chorro de agua con todas sus fuerzas, gritando:

—¡No más sombras! ¡Nunca más!

El estanque parecía responder, y un destello de luz estalló desde el agua, envolviendo a las criaturas en un resplandor brillante. Con un último grito, las sombras se desvanecieron por completo, dejando solo el eco de su presencia.

Silencio. El claro quedó en calma, y el aire se sintió pesado pero aliviado. Todos se miraron, aún con las armas en mano, pero sin enemigos a la vista.

—¿Estamos... a salvo? —preguntó Saphira, con la respiración agitada.

Thalion, ahora con una expresión de respeto, asintió lentamente.

—Por ahora. Pero eso fue solo un presagio. Las sombras pueden regresar.

Lirian se giró hacia los elfos que habían luchado a su lado. Un nuevo entendimiento comenzaba a tomar forma en su mente.

—¿Podemos unir fuerzas? Si estamos enfrentando algo más grande, necesitamos trabajar juntos.

La mujer de cabello plateado, que había estado observando desde la distancia, asintió lentamente.

—Tal vez hay algo de honor en su lucha. Si realmente estáis dispuestos a defender esta tierra, entonces tal vez haya esperanza para ambos.

Freyja sonrió levemente, mientras Lirian sentía que el peso de su pasado comenzaba a ceder. La isla, con todos sus secretos, podría ser el lugar donde encontrarían no solo el conocimiento que buscaban, sino también aliados inesperados.

Mientras la luz del sol se elevaba sobre el claro, los ecos de la batalla se desvanecían, dejando un nuevo camino hacia la esperanza, la venganza y, quizás, una nueva vida. Las sombras podían ser fuertes, pero la luz que surgía entre ellos era aún más poderosa.

LA COMPAÑIA DEL ALBA: Y EL CORAZON DE LAS MAREAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora