Travis y Madison

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Momentos antes de que el pánico estallara en el hospital, Travis y Madison estaban concentrados en un proyecto secreto que habían estado desarrollando en el laboratorio. Habían trabajado durante semanas para crear una sorpresa que elevaría la moral de sus compañeros. Sin embargo, esa energía positiva pronto se vería eclipsada por una sombra oscura.

Mientras ajustaban los últimos detalles de su experimento, un sonido llenó la sala, seguido de un silbido agudo que hizo que ambos se miraran con preocupación. De repente, una nube de gas lacrimógeno comenzó a emanar de las máquinas, llenando el espacio con un aire denso y opresivo.

—¿Qué está pasando?—preguntó Madison llena de miedo mientras cubría su rostro con una mano.

—No tengo idea, pero no es bueno—respondió Travis. 

Su instinto de supervivencia se reveló. Se movió rápidamente hacia un baúl en la esquina de la sala, sacando dos máscaras anti-gas y un garrote de acero que había sido utilizado para asegurar el laboratorio.

Con la máscara colocada, Travis sintió que su corazón latía con fuerza. Sabía que debían salir de allí lo antes posible. Con un gesto, pidió a Madison a seguirlo mientras abría la puerta del laboratorio y se adentraban en el caos.

A medida que cruzaban los pasillos, la escena que se desplegó ante ellos era un verdadero horror. Gente corría en todas direcciones, algunos con expresiones de pánico extremo, otros siendo atacados por lo que parecía ser un descontrol absoluto. El sonido de gritos y golpes se intensificaba, y un frío sudor le recorrió la espalda a Travis. Su enfoque estaba en escapar y mantener a Madison a salvo.

De repente, un compañero de ellos, David, apareció tambaleándose, su rostro estaba pálido y los ojos desorbitados. 

—Travis, ¿qué está pasando? Me duele el cuello, algo me mordió—dijo, con voz entrecortada por la angustia.

Sin tiempo para pensar, Travis se puso en guardia. 

—David, retrocede—le advirtió, pero ya era demasiado tarde. En un instante, su amigo se lanzó hacia él, como si los instintos animales de un ser infectado tomaran el control. Travis esquivó el ataque, levantando el garrote con firmeza. 

—Somos amigos, pero si haces eso de nuevo, tendré que golpearte—dijo.

El infectado, ignorando las palabras de Travis, se giró y se lanzó hacia Madison. Sin pensar, Travis tomó la decisión que no quería hacer. Con un movimiento rápido, golpeó a David en la cabeza con el garrote, dejándolo noqueado en el suelo, aunque no muerto. La compasión y el horror lucharon dentro de él mientras miraba a su antiguo amigo caer.

—¡Vamos, Madison!—gritó, tomando la mano de ella y corriendo hacia los ascensores. Sus corazones latían desesperadamente mientras atravesaban el pasillo, que parecía convertirse en un laberinto de terror.

Travis presionó el botón del micrófono repetidamente con ansiedad. 

—¡Recepción! ¡Manden un ascensor, rápido, por favor!—pedía, pero la respuesta fue lenta y temblorosa.

—¿Qué está pasando allá arriba? Estoy sola acá abajo—respondió una voz femenina conocida desde la recepción.

—No lo sé, pero si no me mandas un ascensor, Madison y yo moriremos—dijo Travis, sintiendo la urgencia apoderarse de él.

—¡Allá va!—contestó la persona, y en ese momento, la esperanza comenzó a brotar en el pecho de Travis.

Segundos después, las puertas del ascensor se abrieron, y ambos se lanzaron hacia adentro. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de cerrar las puertas, otro compañero, Jason, corrió hacia ellos, con las marcas de mordidas evidentes en su brazo. 

—¡Espérenme, no se vayan sin mí!—gritó, con una voz llena de terror.

Madison, con el dedo tembloroso en el botón, presionó y las puertas comenzaron a cerrarse.

—¿Por qué hiciste eso?—preguntó Travis, con una incredulidad en su voz.

—¿Viste las mordidas del brazo? Tu amigo tenía lo mismo. Si entraba con nosotros, pudo habernos atacado—respondió Madison, con tono firme.

El ascensor descendió, y Travis sintió que el tiempo se alargaba mientras se preguntaba si habían hecho lo correcto. Cuando finalmente llegaron al primer piso, las puertas se abrieron para revelar una figura familiar, armada con un bate de béisbol, lista para enfrentar lo que fuera que se avecinara.

—¡Lucía! ¿Cómo saliste de allá arriba?—exclamó Travis, aliviado de ver a su compañera, pero consciente de que el caos aún no había terminado. 

-Continuará...-

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