Capitulo 4

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Una Nueva Rutina

Después de aquel emocionante día en la casa de Fede, la dinámica del grupo cambió drásticamente. Julieta se convirtió en una pieza clave dentro de la Vecibanda, y su presencia transformó el ambiente. La llegada de una chica aportó una nueva energía, y aunque solo tenía 14 años, pronto se hizo evidente que su influencia era necesaria para poner un poco de orden en las locuras de los chicos.

La casa de Fede, que solía ser un lugar desordenado, comenzó a adquirir un semblante más organizado cada vez que Julieta llegaba. No era que ella se convirtiera en una figura autoritaria, sino que su forma de ser, su natural inclinación por el orden, hizo que todos se sintieran motivados a ayudar. Los chicos aprendieron rápidamente que, si colaboraban, podían disfrutar de una casa limpia y armoniosa, lo que les permitía concentrarse en lo que realmente les apasionaba: crear contenido y divertirse.

Cada mañana, Yankee llegaba a la casa de Julieta para recogerla, y juntos se dirigían a la escuela. Sus días empezaban siempre con risas y buenos momentos. Era un ritual en el que disfrutaban de cada pequeño detalle, desde las charlas despreocupadas en el coche hasta las bromas que compartían en los pasillos de la escuela.

Una vez terminadas las clases, la rutina seguía. Sin pasar por sus casas, iban directamente a la casa de Fede. La expectativa de lo que les esperaba al llegar se llenaba de entusiasmo.

—¿Listos para otra tarde épica? —preguntaba Yankee al entrar.

—Siempre —respondía Julieta, sonriendo.

Al llegar, eran recibidos por el bullicio de sus amigos. Max, Ian, Parce y Carlitos siempre estaban inmersos en alguna actividad, ya sea organizando un nuevo sketch o preparando un reto para grabar. Sin embargo, lo que destacaba era la alegría que emanaba del grupo. Julieta, con su energía y calidez, lograba que el ambiente fuera más agradable, y los chicos comenzaron a valorar su presencia cada vez más.

Mientras todos se reunían en la sala, Julieta empezaba a notar la dinámica de cada uno. Max era el bromista del grupo, siempre sacando risas de todos. Ian, el más serio, pero con un sentido del humor que aparecía en los momentos menos esperados. Parce era el creativo, constantemente generando ideas innovadoras. Carlitos, el más despreocupado, siempre dispuesto a hacer reír con su personalidad relajada. Y Lukas, siempre a su lado, dándole apoyo y compartiendo miradas cómplices.

Durante las comidas, todos se sentaban alrededor de la mesa, donde la comida se compartía y las historias se contaban. Era un momento sagrado, un espacio donde la risa y la camaradería fluían sin límites. Julieta, en medio de esa mezcla de personalidades, se sintió como en casa.

—Julieta, ¿tienes algún truco para mantener la casa en orden? —preguntó Parce un día, mientras todos estaban sentados después de almorzar.

—Bueno, creo que solo hay que poner un poco de esfuerzo. Si todos ayudan un poco, no se hace tan pesado —respondió Julieta, sonriendo.

Los chicos asintieron, tomando nota. Poco a poco, empezaron a colaborar más. En lugar de dejar los platos acumulados o los espacios desordenados, comenzaron a recoger tras de sí. La simple presencia de Julieta les recordaba que podían disfrutar más del tiempo juntos si el ambiente era agradable.

Esa rutina se repitió día tras día. Después de comer, grababan contenido para sus redes sociales. Algunas veces hacían sketches, otras realizaban retos virales o simplemente compartían sus experiencias. Julieta se fue integrando a cada actividad, su timidez inicial desvaneciéndose ante la calidez del grupo.

A medida que pasaban los días, Julieta se volvió más cercana a cada uno de ellos, especialmente a Lukas. Su conexión creció de manera natural, y ambos disfrutaban de momentos en los que se quedaban hablando a solas. A menudo se encontraban riendo de anécdotas pasadas o compartiendo sueños y metas para el futuro.

Una tarde, mientras grababan un video en el jardín, Lukas decidió hacerle una pregunta que había estado en su mente.

—Oye, Julieta, ¿qué es lo que más te gusta de todo esto? —preguntó, con curiosidad genuina.

Julieta pensó por un momento, disfrutando de la suave brisa.

—Creo que lo que más me gusta es poder ser yo misma. Aquí me siento libre y aceptada, como si realmente perteneciera a un lugar.

Lukas sonrió, sintiendo que esas palabras resonaban profundamente.

—Yo siento lo mismo. A veces es difícil encontrar un lugar donde te acepten tal como eres.

Ambos compartieron un momento de complicidad, mirándose a los ojos, como si en esa conexión hubiera algo más. La química entre ellos estaba más presente que nunca, y cada pequeña interacción los acercaba un poco más.

Los días pasaron, y la rutina de la Vecibanda se volvió más sólida. Con cada nuevo proyecto, cada broma y cada comida compartida, la amistad entre Julieta y los chicos crecía. La casa de Fede se había convertido en su segundo hogar, un espacio donde la creatividad fluía y las risas nunca faltaban.

Al final de cada día, mientras regresaban a casa, Julieta no podía evitar sonreír. Había encontrado un grupo que la valoraba, un lugar donde podía ser ella misma. La Vecibanda había dejado de ser solo un grupo de chicos con quienes grababa; se había convertido en una familia.

Una noche, mientras todos se preparaban para dormir, Julieta se quedó hablando con Lukas en la sala. La luz tenue les daba un aire de intimidad.

—Me alegra que estemos haciendo esto juntos —dijo Lukas, mirando por la ventana.

—A mí también. Es algo que nunca imaginé que podría disfrutar tanto —respondió Julieta, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.

—Oye, gracias por ser tú. Realmente has cambiado la energía de este lugar —dijo Lukas, dándole una cálida mirada.

Julieta sonrió, sintiendo que ese simple gesto significaba más de lo que las palabras podían expresar.

—Y gracias a ustedes por hacerme sentir tan bienvenida.

Ese momento, rodeados de risas y sueños compartidos, fue solo una pequeña muestra de lo que el futuro les tenía preparado. Julieta y Lukas estaban en el camino correcto, uniendo sus caminos en un viaje que prometía ser inolvidable.

Detrás de cámaras | Lukas UrkijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora