El príncipe Baelon, segundo hijo de la princesa heredera Rhaenyra Targaryen y su esposo Laenor Velaryon, había nacido bajo la sombra de grandes expectativas. Desde su primer aliento, el peso de su linaje lo marcó como un futuro líder, aunque su corazón a menudo ansiaba la tranquilidad por encima de la gloria. Tenía una hermana gemela, Daenys, mayor que él por apenas medio día, pero esa pequeña diferencia no impedía que ambos compartieran un vínculo profundo y único, como dos mitades de una misma alma.
Crecieron en las lejanas tierras de Marcaderiva, un lugar azotado por los vientos del mar y la historia ancestral de los Velaryon. Separados de la corte de su madre, pasaron sus días lejos de los intrincados juegos de poder de Desembarco del Rey, con la vastedad del océano como su único testigo. Marcaderiva, con sus imponentes torres y oleajes salvajes, se convirtió en su hogar y su refugio, un lugar que algún día Baelon heredaría tras la muerte de su padre.
Mientras Daenys abrazaba con entusiasmo la emoción del mundo, montando a su dragón Vermithor con orgullo, Baelon prefería la serenidad de los cielos sobre Silverwing, buscando siempre la calma que en su linaje era difícil de encontrar. A pesar de sus diferencias de carácter, los gemelos eran inseparables, formando un frente unido en un mundo que muchas veces se mostraba hostil y turbulento.
El destino de Baelon parecía claro desde su nacimiento: sería el próximo señor de Marcaderiva, una tierra cargada de historia y de las responsabilidades que le aguardaban. Pero mientras el futuro se acercaba con su manto de incertidumbre, él encontraba paz en los momentos compartidos con su hermana, consciente de que, aunque sus caminos fueran distintos, la sangre de dragón que corría por sus venas los mantendría siempre unidos.
El príncipe Baelon siempre mostró una calma natural que contrastaba profundamente con la vivacidad de su hermana gemela, Daenys. Ahora, a sus trece años, esa diferencia se hacía cada vez más evidente. Mientras Daenys vivía con el entusiasmo propio de una heredera del fuego, Baelon prefería el refugio de los libros, especialmente la poesía, donde las palabras y los versos le ofrecían una paz que pocas veces encontraba en el bullicioso mundo que lo rodeaba.
Pasaba horas sumergido en antiguos tomos, ocultándose tras las páginas como si ellas pudieran protegerlo del peso de las expectativas. Baelon sabía que su tranquilidad lo hacía parecer menos llamativo en comparación con su hermana, cuya destreza con el dragón y su carácter ardiente la hacían destacar. Pero más allá de su temperamento, lo que lo distanciaba aún más de su familia era su apariencia. Su cabello, negro como la medianoche, era un recordatorio constante de lo diferente que era de los suyos. Mientras su madre, su padre, sus abuelos, y hasta Daenys, lucían la característica cabellera plateada de los Targaryen y Velaryon, él era una anomalía, una sombra entre los hijos del fuego.
Baelon se preguntaba si esa diferencia visible pesaba más en los corazones de los demás que sus propios logros o su sabiduría creciente. Era consciente de las miradas que lo seguían, de los susurros que lo rodeaban, como si su linaje pudiera ser cuestionado por la simpleza de su aspecto. Tal vez, pensaba, si llenaba su mente con la belleza de las palabras, con el conocimiento de los sabios, podría desviar esas miradas hacia su mente en lugar de hacia su cabello.
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𝐒𝐎 𝐋𝐎𝐍𝐆, 𝐖𝐄𝐒𝐓𝐄𝐑𝐎𝐒 (𝗔𝗘𝗚𝗢𝗡 𝗜𝗜 𝗧.)
FantasíaLa Princesa Daenys Velaryon había nacido en una madrugada un tanto complicada, la Princesa Rhaenyra de tan solo diecisiete días con el nombre había estado intentado alumbrarla desde aquella mañana, nueve lunas después de su boda con Laenor, muchos L...