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Llevaban alrededor de tres semanas hablándose a base de notas, y Lisa sentía que no podía soportar más la anticipación. Por eso, Lisa esa noche se había quedado despierta hasta las tres de la mañana pensando en cómo podría acercarse.

Lisa se revolvía en su cama, incapaz de dormir. Las notas que había intercambiado con Jennie durante las últimas tres semanas eran lo único que podía pensar. Cada palabra escrita en esos pequeños pedazos de papel la emocionaba, pero también la dejaba con ganas de más. No sabía cómo había llegado tan lejos sin siquiera hablarle directamente, pero ahora el peso de la incertidumbre era demasiado para soportarlo.

Esa noche, la idea de escribir una nueva nota ya no era suficiente. Lisa quería oír la voz de Jennie, ver cómo sus labios pronunciaban su nombre y sentir la electricidad que siempre imaginaba que surgiría al estar tan cerca.

Se giró nuevamente en la cama, frustrada, mirando el reloj que marcaba las tres de la mañana. Su mente estaba llena de posibles escenarios: ¿qué le diría? ¿Cómo la abordaría sin que todo se volviera incómodo? Se imaginaba caminando hacia Jennie al día siguiente, soltando un "hola" casual, pero en su cabeza siempre terminaba tartamudeando o diciendo algo torpe.

Se revolcó en la cama haciendo un berrinche, enredándose en las cobijas y gimiendo de dolor cuando terminó en el suelo.

Lisa, completamente enredada en las sábanas, se quedó tirada en el suelo, soltando un suspiro frustrado. El golpe no había sido tan fuerte, pero el dolor de la caída parecía nada comparado con el torbellino de emociones que sentía en ese momento. Se llevó las manos a la cara, cubriéndose los ojos, como si eso pudiera apagar los pensamientos que la atormentaban.

—¿Qué estoy haciendo?— murmuró para sí misma. Se sentía atrapada entre el deseo de ser valiente y el miedo a que las cosas no salieran como esperaba.

El silencio de la noche era abrumador, y la ansiedad seguía creciendo. Había algo en Jennie que la desarmaba completamente, haciéndola sentir insegura de un modo que no estaba acostumbrada. Lisa siempre había sido la chica segura, la que tomaba la iniciativa, pero con Jennie todo era diferente. Las notas habían sido un refugio seguro, una forma de comunicarse sin exponerse del todo, pero ahora sentía que necesitaba más, que quería más.

Aún en el suelo, dejó escapar una risa suave y resignada. "Esto es ridículo", pensó. Finalmente, logró desenredarse de las cobijas y volvió a subirse a la cama, recostándose sobre la almohada mientras miraba al techo.

Finalmente, una idea iluminó su cabeza y eso la hizo brincar de la cama. Su gato, quien estaba a punto de entrar por la puerta, se quedó quito analizándola y luego se retiró.

Lisa se quedó quieta por un segundo, el corazón acelerado por la emoción repentina. La idea que acababa de tener era perfecta, o al menos eso pensaba en ese momento, impulsada por el insomnio y las semanas de anticipación.

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