04.

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Lisa notó que Jennie no había vuelto a la biblioteca en ninguno de esos días. Sin embargo, la carta que le dejó en el libro no estaba. Sentía que la ansiedad le gobernaba pero ella estaba esmerada y temía esperanza de que las cosas salieran como ella quería.

Ese sábado, cuando todos salieron de la biblioteca, hasta la última persona; fue con el seño Kweon, quien le entregó las llaves y una palmadita de ánimos en el hombro.

Había basado todo en los gustos de ella y Jennie cuando hablaron mediante las notas. En la mesa ahora habían dulces picantes, sushi y refrescos de manzana que Lisa emplató de forma bonita todo. 

Lisa estaba bien arreglada, usaba unos pantalones negros anchos y una camisa blanca que metió dentro de sus pantalones con unos botines militares, sus favoritos. Anteriormente estaba usando una chaqueta de cuero, que se veía quitado antes para arreglar todo.

Lisa se miró una vez más en el espejo de la biblioteca, asegurándose de que todo estuviera perfecto. Sus manos temblaban levemente mientras se ajustaba el cabello, tratando de disimular los nervios que le inundaban el estómago. Era su primera cita con Jennie, y la anticipación la llenaba de una mezcla de emoción y temor.

Cuando el reloj marcó las siete, el sonido de su corazón palpitante se hacía cada vez más fuerte. Decidió salir a la zona del jardín de la biblioteca, donde había colocado algunas luces suaves que daban un aire cálido y acogedor. Lisa tomó una profunda respiración y esperó.

Los minutos parecieron eternos, y cada ruido la hacía girar con la esperanza de que fuera Jennie entrando por la puerta. 

Pasaron diez minutos.

Veinte.

Treinta.

Y cuando pensó que Jennie no iba a llegar, escuchó como la puerta de la biblioteca se abría y cerraba de forma delicada, posteriormente unos pasos suaves y casi desfallece al ver a Jennie en frente suya.

Jennie apareció en el umbral, iluminada por la luz cálida del jardín. Su presencia parecía envolver todo a su alrededor en un brillo especial. Vestía una blusa de manga larga de un suave color lavanda que acentuaba sus ojos, y unos jeans que la hacían lucir aún más encantadora. El cabello, ligeramente despeinado, caía en ondas suaves sobre sus hombros, y una sonrisa tímida se dibujaba en su rostro.

Y en vez de un saludo escuchó un:

—¿Ahora sí vas a hablarme?—por parte de Jennie. Tenía la voz suave, tranquila y algo juguetona con una sonrisa dulce en los labios.

Lisa sintió que el corazón le daba un vuelco ante la pregunta de Jennie. Esa mezcla de emoción y nerviosismo que había estado sintiendo se transformó en un torrente de alegría.

—H-hola...—saludó Lisa, su voz salió más ronca de lo normal y fue peor cuando vió la linda sonrisa que se formó en los labios de Jennie, quien mostró sus dientes.

—Hola—respondió al saludo, mirándola con dulzura y sonrojándose ligeramente.

Lisa se puso roja como cereza.

—Sientate, sientate—dijo rápidamente la pelinegra, sacando una pequeña risita a la castaña quien asintió.

Fue en el momento en el que se sentó en esa silla, que le dieron el comienzo a la mejor cita de sus vidas.


Habían comido, habían reído, habían hablado. Y para ese momento, las dos estaban bailando.

La música suave resonaba en el aire, creando una atmósfera mágica que envolvía a Lisa y Jennie mientras danzaban en el pequeño lugar  de la biblioteca. Las luces titilantes parecían bailar junto a ellas, reflejando la alegría que compartían en ese momento. Lisa sostuvo la mano de Jennie, su corazón latiendo al compás de la melodía, y sintió que el tiempo se desvanecía a su alrededor.

—No sabía que eras tan buena bailarina —bromeó Jennie, riendo mientras se movían juntas, sus cuerpos sutilmente sincronizados.

—¿Yo? —respondió Lisa, sonriendo con timidez. —Nunca he tomado clases, solo lo hago cuando la música me atrapa.

Jennie inclinó la cabeza, mirándola con admiración. —Bueno, me encanta. Se siente como si estuviéramos en una película romántica.

Lisa sonrió, su corazón saltando de alegría. —Definitivamente me siento como en una película.

Mientras giraban y se movían con gracia, la tensión entre ellas creció. Lisa sintió la calidez de la mano de Jennie en la suya y el aroma suave de su perfume llenando el aire. Todo lo que había soñado acerca de esta noche estaba sucediendo, y no quería que terminara.

—Lisa, tengo que decirte algo —dijo Jennie, su voz un poco más seria mientras se detenían por un momento, mirándose a los ojos.

—¿Qué es? —preguntó Lisa, sintiendo que su corazón se aceleraba.

—Estoy muy feliz de estar aquí contigo. —Jennie sonrió, y la sinceridad en su mirada hizo que Lisa sintiera una oleada de calidez. —Realmente me gustas.

Lisa sintió que su estómago se revolvía de emoción. —Yo también siento lo mismo, Jennie. Esta cita ha sido increíble.

Con una sonrisa cómplice, Jennie acercó su rostro un poco más. —¿Te gustaría que probáramos un nuevo paso de baile?

—Claro, ¿qué tienes en mente? —Lisa estaba intrigada, sintiendo que la conexión entre ellas se intensificaba.

Jennie se inclinó hacia ella, sus labios casi rozando los de Lisa mientras susurraba: —Algo como esto.

Y en ese instante, Jennie capturó los labios de Lisa en un beso suave y dulce, como un primer susurro de promesa. Lisa se sintió completamente electrificada, cada nervio en su cuerpo vibrando de felicidad. Las estrellas brillaban en el cielo, y el mundo exterior se desvaneció mientras se entregaban a ese momento, perdiéndose en la magia que las rodeaba.

Cuando finalmente se separaron, ambas respiraban con dificultad, sus rostros iluminados por sonrisas de pura alegría.

—Eso fue... —Lisa comenzó, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta.

—Perfecto —terminó Jennie, sus ojos brillando de emoción.

Ambas se rieron, el sonido llenando el jardín, como si el universo estuviera celebrando su conexión. La noche continuó con más risas, pasos de baile y la promesa de lo que estaba por venir. En ese pequeño rincón del mundo, Lisa y Jennie supieron que habían comenzado algo especial, algo que ni la biblioteca ni el tiempo podrían borrar.

Fin.


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