¿Malas decisiones?

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El viento frío te golpeó el rostro cuando Peter saltó por la ventana, flotando a apenas unos centímetros del suelo. El aire olía a humedad y hojas, y la luna iluminaba tenuemente las calles vacías de la ciudad. Apenas podías procesar lo que estaba ocurriendo. Él se había colado en tu vida con la misma facilidad con la que alguien entraría a una fiesta sin invitación. Y ahí estabas tú, siguiendo a este extraño ser que, aunque parecía un chico, irradiaba algo mucho más antiguo y peligroso.

—¿Estás bien ahí atrás? —preguntó Peter, sin molestarse en mirarte mientras flotaba frente a ti—. Pareces un poco... ¿cómo decirlo? —giró sobre sí mismo, mirándote ahora con una sonrisa burlona—. Nerviosa.

Caminabas detrás de él, tratando de no tropezar con las sombras, tus brazos cruzados y el ceño fruncido.

—¿Quién no estaría nerviosa? —bufaste, tratando de mantener la voz firme, aunque tu tono era más bien entrecortado—. Un extraño apareció volando en mi ventana, me conoce por mi nombre y me invita a... ¿a dónde, exactamente?

Peter soltó una risa suave, casi musical, como si tu pregunta fuera la cosa más divertida que hubiera escuchado en días. Luego se encogió de hombros.

—No sé, al País de Nunca Jamás, obviamente. Ya lo mencioné, ¿no estabas escuchando? —Te guiñó un ojo, sin dejar de flotar mientras te observaba, aparentemente entretenido por tu reacción.

—Sí, sí, lo escuché —respondió rápidamente, irritada—. Pero eso no responde por qué te apareciste así. Y, además, ¡ni siquiera sé si quiero ir! —Apenas terminaste de decirlo, tus mejillas se pusieron rojas de la frustración. Tu timidez natural y la situación tan surrealista estaban haciendo que tus emociones se desbordaran.

Peter aterrizó suavemente delante de ti, deteniéndose justo en tu camino. Te observó detenidamente, ladeando la cabeza con una sonrisa de suficiencia.

—Oh, tranquila, tranquila —dijo con esa voz que parecía diseñada para exasperarte—. Te vas a divertir, ya verás. Aunque... ahora que lo pienso, tal vez te dé miedo volar.

Casi te atragantaste con tus propias palabras al escucharlo.

—¿Volar? ¡¿Qué?! ¡No, no, no! Nadie dijo nada de volar.

Peter soltó una carcajada, echando la cabeza hacia atrás.

—¿Qué te esperabas? ¿Un paseo en tren? ¡Vamos, Y/N! ¿Qué clase de aventura sería esa? —Sus ojos brillaban con picardía—. Tienes que relajarte un poco, todo esto será mucho más divertido si dejas de ponerte tan tensa.

Tu ceño se frunció aún más, y sentiste que tus mejillas ardían de pura frustración. Este chico, o lo que fuera que era, te sacaba de quicio con su actitud despreocupada. ¿Relajarme? ¿Cómo se suponía que te relajaras cuando estabas siendo arrastrada fuera de tu casa a mitad de la noche por un extraño que decía ser Peter Pan?

—Tensa no estoy —mascullaste, apretando los puños y mirando a otro lado. La verdad era que sí, estabas más que tensa, pero no se lo ibas a admitir. No a él.

Peter se acercó un poco más, tan cerca que casi podías sentir su respiración, aunque no parecía necesitar respirar en absoluto. Su sonrisa se amplió, y su tono se volvió más suave, aunque seguía siendo igual de molesto.

—Estás muy tensa —susurró, con una burla evidente en la voz—. Puedo olerlo, como un gato erizado.

—¡¿Qué?! —te alejaste de un paso, furiosa—. ¡No soy un gato erizado!

Peter se echó a reír otra vez, encantado con tu reacción. Parecía disfrutar enormemente de tu irritación. Luego, en un movimiento ágil, saltó hacia atrás, girando en el aire como si no existiera la gravedad para él.

—Eso es justo lo que diría un gato erizado —replicó, con esa maldita sonrisa que parecía ser su marca personal.

Estabas a punto de responder algo cuando Peter, sin previo aviso, se lanzó hacia ti, cogiendo tu mano en un movimiento tan rápido que apenas tuviste tiempo de reaccionar.

—¿Qué haces? —preguntaste, tratando de recuperar el control sobre tus pensamientos y, lo más importante, sobre tu mano.

—Dijiste que no sabías si querías ir —dijo, sin soltar tu mano y sin mirarte, con los ojos fijos en el cielo—. Así que pensé que lo mejor era darte una probadita.

Antes de que pudieras decir algo más, Peter tiró de ti con fuerza, y en un abrir y cerrar de ojos, tus pies ya no tocaban el suelo. Sentiste el estómago revolverse cuando, de repente, estabas volando, o más bien siendo arrastrada por Peter, que seguía sonriendo como si esto fuera lo más normal del mundo.

—¡¿Qué estás haciendo?! —gritaste, aferrándote a su mano con todas tus fuerzas mientras el suelo se alejaba rápidamente.

Peter soltó una carcajada, pero esta vez había algo diferente en su risa, algo casi... liberador.

—¿No te lo dije? ¡Volar! —respondió, girando en el aire con una facilidad desconcertante, mientras tú te debatías entre gritar y aferrarte a su mano con más fuerza. Era imposible no sentir vértigo mientras mirabas hacia abajo. Las luces de la ciudad comenzaban a verse diminutas, y el viento golpeaba tu rostro con una intensidad que te cortaba la respiración.

—¡Bájame! —gritaste, tu voz sonando más aguda de lo que te habría gustado.

—¿Bajarte? —repitió Peter, fingiendo estar pensativo—. Hmm... no lo creo. —Te lanzó una mirada juguetona y tiró de ti un poco más, llevándote más alto en el cielo—. Estás empezando a disfrutarlo, admítelo.

—¡No, no lo estoy! —Tu corazón estaba a punto de salirse de tu pecho, y cada músculo de tu cuerpo se sentía al borde del colapso—. ¡Esto no tiene nada de divertido!

Peter te lanzó una sonrisa rápida, pero no dijo nada más. En lugar de eso, soltó tu mano. Soltó tu mano.

El grito que salió de ti fue tan fuerte que resonó en el aire, pero antes de que pudieras siquiera procesar lo que estaba ocurriendo, Peter te atrapó de nuevo, riendo como si fuera lo más gracioso que hubiera hecho en años.

—Relájate, Y/N, te tengo —dijo con una risa suave, aunque había algo en sus ojos que te hizo pensar que, en serio, estaba disfrutando demasiado de la situación—. Además, mírate. Estás volando.

Respiraste hondo, tratando de calmar el pánico en tu interior. Te atreviste a mirar hacia abajo de nuevo, y para tu sorpresa, Peter tenía razón. Estabas volando, pero no caías. El viento te sostenía como si fueras ligera como una pluma, y aunque todavía te sentías furiosa y asustada, algo dentro de ti comenzó a ceder.

—No puedo creer que hicieras eso —le reprochaste, tu tono lleno de reproche pero también de incredulidad.

Peter solo sonrió, sin un rastro de culpa.

—Vamos, fue divertido. Lo vi en tus ojos. Aunque claro, no tienes que admitirlo.

—¡Porque no lo fue! —protestaste, pero en el fondo, empezabas a sentir que algo se removía dentro de ti. Tal vez había sido un poco divertido. Solo un poco. Pero no se lo ibas a decir. No ahora. Quizás nunca.

Peter, ajeno o quizás perfectamente consciente de tus pensamientos, voló a tu alrededor con facilidad, como si todo esto fuera solo otro día en su interminable vida.

—Bien, bien —dijo con una risa burlona—. Sigamos jugando entonces. Hay mucho más por ver. Pero primero... —Peter hizo un giro rápido en el aire, volviendo a flotar justo enfrente de ti—. ¿Lista para la siguiente aventura?

Antes de que pudieras responder, Peter ya estaba moviéndose, llevándote consigo hacia lo desconocido.


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⏰ Última actualización: Sep 24 ⏰

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