III

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Salgo de mi habitación hacia la sala, donde me espera mi marido. Cuando escucha el sonido de mis tacones, me mira directamente y sonríe satisfecho.

"Quisiera que murieras" pienso.

- Hola, mi amor - se levanta de su asiento y se acerca a mí con un par de aleteos -. Estás hermosa. Me da un casto beso en los labios. No puedo evitar la mueca, pero él no la nota porque está viendo el vestido.

- Es seda natural, teñida con muchas cosas; yo no sé de eso. Los hilos dorados del bordado son de oro. Lo diseñó Aracelys; no fue nada barato, pero sí valió la pena - sigue hablando y hablando mientras yo solo escucho, viendo su cuello. Quisiera cortárselo, aquí mismo, ahora, sin importar la sangre, sin importar la reputación, sin importar el reino. Solo quiero mi libertad.

- Oh, dime, ¿te parece bien a ti? ¿Te gusta? - Solo asiento, y él borra su sonrisa y toma mi cintura. No le gusta la respuesta, así que decido responder nuevamente.

- Sí, está muy bonito. Muchas gracias - Levanto las comisuras un poco, haciendo que él vuelva a sonreír enormemente- Deberíamos irnos; si no, llegaremos tarde - respondo, tratando de caminar.

- La realeza puede llegar a la hora que quiera - empieza a besarme el cuello, y siento un escalofrío, pero no de placer, sino de terror.

- Sí, pero vamos, hay que llegar temprano; si no, pensarán que no iremos - Mi voz tiembla.

- Está bien - me da un beso en los labios -. Me encantas de rojo - agrega con la voz ronca -. Lo dejaremos para cuando regresemos.

Me toma de la mano y me jala hacia la entrada del palacio. Cuando llegamos, él une su anillo con el mío, haciendo que este brille, y seguido de eso susurra nuestro destino:

- Chrysalia.

En un destello, nos transportamos al castillo de los duques. Enseguida, todos ponen la atención en nosotros y se inclinan en reverencia.

- Rey Malyster Danaidae y Reina Miral Luniridienae, de Lyraea - grita con firme voz el anunciador real.

Malyster camina, dándome un leve jalón para que haga lo mismo. Todos se hacen a un lado, despejando el camino hacia los tronos. Mis manos tiemblan y sudan; siento como mis pies se debilitan con cada paso. No quiero caerme; ya tengo suficiente humillación.

Ocupamos nuestros lugares; enseguida llegan los novios. Hace que el heraldo hable. Todos aplaudimos ante su llegada. Veo a la novia con su hermoso vestido blanco con toques esmeralda y al novio con su porte y elegancia característica, con su traje dorado.

Se empieza a escuchar música suave y rítmica. Khrysos y Dorianna se toman de las manos y se miran a los ojos; se siente el amor entre ellos por más lejos que uno se encuentre.

Hubiera querido tener algo así; casi lo tuve, de hecho, pero me fue arrebatado. Mi corazón se aprieta al recordarlo. Malyster me toma de la mano y le da un apretón. Pasa su pulgar por mis nudillos.

Terminado el baile, sigue la cena. Nos movemos a la mesa de la realeza, donde se encuentran los demás reinos. Del reino de las abejas se encuentra la reina Aurora Honeywell, proveniente del palacio Lavandia al oeste. Su esposo enfermó, así que no está en el evento.

A un lado de ella se encuentran los reyes de Khlorixa, ubicados hacia el este: Diaphera Mantix y Eryndor Mantikor, reyes del pueblo de las hadas Mantis.

- Buenas noches, Sus Majestades - dijo mi esposo, jalando mi silla para sentarme al lado de la reina abeja.

- Rey Malyster, Reina Miral, qué honor que nos complazcan con su presencia - dice la reina Aurora -. Hace mucho que no los veía, Sus Majestades - dice el rey Eryndor.

- Sí, me parece que desde el velorio de Marquéz Antaeros - refiriéndose al fallecido Marquéz hormiga -. Sí, ya hace casi año y medio - continúa el otro rey. Mi marido solo asiente.

- ¿No fueron a la fiesta de cumpleaños del Príncipe Apis? - pregunta la reina mantis.

- No, por desgracia no; mi esposa se sentía algo indispuesta, así que no asistimos - responde Malyster.

Y recuerdo ese día, fue hace ocho meses; había ido a volar al campo de flores con Luani, había salido en la madrugada, no le avisé a nadie, solo salí; ni mis guardias se dieron cuenta. Dieron la orden de que había desaparecido, se extendieron cuadrillas de avispas por todo el reino hasta que me encontraron. Malyster me había acusado de querer escapar, pero la realidad no era así; ¿qué podía hacer yo queriendo escaparme? No podría hacer nada; todos me conocían en todos los reinos, pero nadie le quitaba esa idea; me golpeó tan fuerte que dejó marcas visibles por más de una semana.

- Ya decía yo que no la había visto Su Majestad - dice la misma reina -. Siempre se presenta con vestidos coloridos y extravagantes.

- Hoy se ve fabulosa, Su Majestad - dice su esposo.

- Muchas gracias, Su Alteza - digo con una leve sonrisa.

Malyster, que sostenía mi mano, la aprieta, comunicándome que eso no le gustó; bajo la mirada hacia mi plato, siento miedo.

Llega un mesero a darnos el aperitivo: pétalos de flor de loto con miel real.

- Yo les envié esta miel; espero les guste - dice la reina Aurora -.

- Debe estar exquisito - contesta mi esposo.

Todos comemos; todos platican, no les pongo atención por estar pensando en qué me hará Malyster cuando lleguemos a casa.

Después nos sirven una ensalada de frutas y verduras con una vinagreta de flores, acompañada de una copa de vino de uvas de Luna.

- El vino es del reino Nyxoria, cortesía del rey Kael; lamenta no haber asistido, acaba de regresar de un largo viaje - dice el mesero como mensaje mientras otros meseros sirven una copa a cada uno.

- El rey Kael, no es novedad que nunca se presente - dice Malyster oliendo el vino y después lo toma; no hace expresión alguna.

Yo bebo de él y siento inmediatamente el dulzor y acidez al mismo tiempo; mi piel se eriza ante el sabor.

El rey Kael es un lepidor, del reino de las polillas. No he tenido el placer de conocerlo, pero algo me dice que este vino lo caracteriza muy bien.

Alas entrelazadas: Donde las alas se encuentranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora