La discusión (2)

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Al recuperar la compostura, Leonid le entrego su saco, que había dejado Dimitry en los ganchos que estaban pegados a la pared cerca a la puerta, ubicado estratégicamente para que cuando las personas entren, puedan dejar sus pertenencias en ese lugar.

El pelirrojo hizo esto en señal para decirle prácticamente por telepatía "Lárgate, estoy incomodo"

El moreno entendió rápido la indicación, pues la cara de Leonid solo reflejaba incomodidad y sonrojo. Agarro el saco, realizo una pequeña reverencia y se fue, casi corriendo y bastante nervioso por lo que acaba de suceder hace unos cuantos minutos.

Leonid cerro la puerta casi empujándola, soltó un gran suspiro, deseando nunca más tener "esas visitas de improviso", sabia que siempre terminaban en alguna situación deplorable.

Dimitry había estado paseándose y dando vueltas en círculo por todas las calles, lo que paso con el pelirrojo lo dejo bastante confundido, y no tenía cabeza para otra cosa que no fuera exactamente ese acontecimiento.

 —¿Por qué hice eso?—, ¡maldita sea! —se interrogaba mentalmente—

El moreno tenia tantos pensamientos en la cabeza, que no se dio cuenta que habían pasado más de una hora, y tenia que volver a casa.

Cuando reacciono la hora, se dio media vuelta y fue a dirección de su morada, encendió su auto y se fue volando, en el transcurso se habrá pasado más de dos luces rojas, pero eso no le importaba. 

Su mente solo estaba en lo ocurrido con Leonid, al recordar la cara de incomodidad del pelirrojo se le revolvía el estomago, y pensaba: —¿Cómo puedo ser tan estúpido?—

Al llegar a su casa, lo primero que hizo fue tirarse a su cama, realmente lo necesitaba, no se dio cuenta y se quedo profundamente dormido cargado de sus pensamientos.

Mientras tanto Leonid, estaba  en la azotea, tomándose un café negro bastante cargado.

A la vez, también pensaba en lo que había sucedido con Dimitry, se lo estaba cuestionando bastante asi mismo, ya que el nunca hubiera pensado hasta en ese momento el estar con un hombre. Una persona de su mismo sexo.

Leonid se quedó un rato más en la azotea, mirando el cielo nocturno. Las luces de la ciudad parecían lejanas, casi ajenas a lo que sucedía dentro de él. 

Era un torbellino de emociones y pensamientos que no terminaba de entender. Siempre había llevado una vida ordenada, con su rutina bien estructurada. Sin embargo, lo que había pasado con Dimitry lo había sacudido de una manera inesperada.

—¿Por qué me siento así?—, pensaba mientras sorbía el café, que ya comenzaba a enfriarse. Recordaba el momento en que Dimitry lo había mirado directamente a los ojos, la tensión palpable entre ambos, y cómo se había sentido vulnerable, expuesto, algo que detestaba.

El viento fresco de la noche lo hizo temblar un poco, pero no bajaba de la azotea. No quería estar encerrado en su departamento, rodeado por las paredes que le recordaban el encuentro incómodo de esa noche. 

Todo había sido tan extraño, tan confuso. Leonid no podía evitar revivir los momentos en su cabeza, una y otra vez, preguntándose por qué había dejado que las cosas llegaran tan lejos.

Mientras tanto, Dimitry, en su casa, seguía profundamente dormido, pero no tenía un sueño tranquilo.

 Las imágenes de lo que había sucedido se mezclaban con fragmentos de sus pensamientos más oscuros. 

Soñaba con las miradas furtivas de Leonid, el momento en que su mano había rozado accidentalmente la suya, y el calor que había sentido.

Dimitry se revolvía en la cama, sudoroso, atrapado en un ciclo de sueños inquietantes que no le dejaban descansar.

"Entre la Guerra y el Deseo" | Dimitry y LeonidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora