🦖 - Amanecer.

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La luz de la mañana se coló nuevamente por la ventana, llenando la habitación con un brillo cálido. Oliver despertó lentamente, sintiendo el suave peso de las sábanas sobre su cuerpo. En un principio, le costó recordar dónde estaba, pero el aroma familiar de la ropa de Sébastien lo llevó de vuelta a la realidad. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que aún estaba acurrucado contra él, con la cabeza en su pecho.

Con cuidado, se deslizó fuera de la cama, tratando de no despertarlo. El frío del suelo le recorrió los pies mientras cruzaba la habitación para lavarse la cara en el baño. Al prepararse para salir a la cocina, el recuerdo de la noche anterior le invadió: la calidez de la conversación con Elizabeth y el incondicional apoyo de Sébastien lo envolvían como una manta reconfortante.

Al llegar a la cocina, sacó algunos ingredientes para preparar un desayuno sencillo: tostadas con manteca y mermelada. Mientras el olor del pan tostado llenaba el aire, las palabras de Elizabeth resonaron en su mente: "Solo sé tú mismo, siempre". Se preguntó si eso incluiría abrirse más a Sébastien.

El suave sonido de pasos detrás de él lo sacó de sus pensamientos. Se giró para ver a Sébastien, con el cabello desordenado y una sonrisa aún adormilada en su rostro.

—Buenos días, Oliver —murmuró Sébastien, mientras le acariciaba el cabello con ternura.

Oliver le devolvió la sonrisa antes de responder:

—Sí, muchas gracias —dijo mientras le ofrecía un abrazo.

Sébastien lo rodeó con sus brazos, levantándolo ligeramente del suelo en un gesto juguetón antes de soltarlo. Sacó algo de su bolsillo y, con una sonrisa traviesa, se lo ofreció a Oliver.

—Creo que esto te pertenece, ternura —bromeó, extendiéndole el chupete.

Oliver esbozó una sonrisa mientras tomaba el objeto con sus labios, lo que provocó que Sébastien arquease una ceja, sorprendido.

—¿En serio vas a usar eso delante de mí? —preguntó, sin poder ocultar una sonrisa divertida.

Oliver simplemente asintió, volviendo a sus preparativos de desayuno, pero pronto sintió las manos de Sébastien sobre sus hombros, alejándolo suavemente de la cocina.

—En ese caso, déjame encargarme de esto. Los niños no deben jugar con cosas peligrosas —bromeó con una risa suave, mientras lo dirigía hacia la mesa.

Sébastien tomó control de la cocina, mientras Oliver se sentaba a un costado, jugueteando con sus manos. Observaba en silencio cómo Sébastien terminaba de preparar las tostadas y calentaba algo de leche.

—Bien, bon appétit —anunció Sébastien, entregándole a Oliver una taza de leche caliente con un toque de café, acompañada de tostadas.

El desayuno era simple, pero suficiente para llenar el estómago. Mientras Sébastien tomaba un sorbo de su propio café negro, sus ojos se desviaron hacia Oliver, quien sostenía la taza con ambas manos y bebía con pequeños sorbos. Bajo la mirada de Sébastien, Oliver parecía un niño pequeño, acurrucado en su silla, con el chupete aún asomando entre sus labios de vez en cuando.

—¿Te gustaría hacer algo hoy? —preguntó Sébastien, su tono suave y cálido, mientras observaba el pequeño bigote de leche que se había formado en el rostro de Oliver.

Oliver, ligeramente sonrojado, dejó la taza sobre la mesa y se limpió el bigote con el dorso de la mano antes de responder.

—¿Algo como qué? —respondió con una sonrisa tímida.

Sébastien soltó una risa baja y, con un gesto cariñoso, pasó el pulgar por la boca de Oliver para limpiarle los restos de leche.

—No sé... algo divertido, tal vez —sugirió—. Podríamos ir al parque o hacer una maratón de películas. Lo que te haga sentir bien.

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