Los Descarriados

carta III Jessica

Mi corazón se halla en una jaula, los barrotes se pegan tanto que no le dejan latir, la sangre mana a borbotones y yo no sé que más decir. Excepto mi nombre Jessica.

Para detener la hemorragia intenté arrancarla con dientes y garras, pero sentía un palpitar imaginario de ese corazón que seguía latiendo sin entender el motivo real de su sufrimiento.

Las flores se marchitaban en mis manos y caían en cascada arrebatándome las infantiles carcajadas. La sangre escarlata que indicaba el realismo de mi ser pasional se tornó en ópalo negro y no hubo otra oscuridad que asustase más que la de mi propio pesar.

Si pudiera desembarazarme de la jaula de la opresión ¿Querrían ahora mis brazos abrazar este mundo? ¿Querría salir de la jaula aun si una puerta se hubiera abierto? ¿Querría mi alma sobreponerse a las sonrisas desgastadas por el tiempo? Yo creo que no, porque sabe que es tarde y ahora solo queda dolor.

Me pregunto ¿si hubiera una posibilidad? debería terminar con esto y volver a la inocencia de antaño o continuar latiendo con contrición y dificultad.

¿Podría deshacerse de los gritos traídos por el gélido viento de los moribundos, de las suplicas de los condenados a muerte y de los lamentos de los que ya se están ahorcando y muriendo? ¿Así como de los monstruos y del miedo?

Quizás al final la espesura de su oscuridad se tornará tan negra que se desvanecerá y solo podrá en su interor quedar la nada flotando en un vacío desprovisto de maldad.

Mi corazón se halla en una jaula, porque así evito que se muera, y así permanece imperturbable a las inclemencias del tiempo; pero me temo que la soledad de ese confinamiento le ha hecho mucho más daño que del que le han hecho.

Eso pensé cuando me llegó la carta que podía cambiar las tribulaciones de mi porvenir y encauzar el dolor, estaba hecha de agua y la dominaría.