-Tú y mi nieta vendrán en Nochebuena, ¿verdad? -, preguntó la madre de Valentina, Elena. -Siento que ha pasado demasiado tiempo desde que vi esas lindas mejillas. Y la de Emily también-.
Valentina puso los ojos en blanco mientras sonreía. -Mamá, literalmente nos viste a las dos hace tres días-
- ¡Apenas! -
-Ustedes dos viniendo al restaurante y cenando conmigo en mi descanso no cuenta-
-No puedo creer que estes diciendo que el dibujo que Emily te dio en la cena no conto! Vamos a tener que exigirlo de vuelta-
-Puedes sacarlo de mis manos que necesitan desesperadamente una manicura, entonces ¿no? - Su mamá se aclaro la garganta mientras caminaba y Valentina podía escuchar lo rápido que se movía. Una señal de su prisa por trabajar en el turno del desayuno.
-Sin embargo, a Emily le encanto verlos cocinar la ultima vez que vino a trabajar conmigo-
- ¡Mamá! ¿La dejaste entrar a la cocina? - Prácticamente podía ver los ojos en blanco de su madre.
-Cariño, ¿te criaste en esa cocina? Vamos. Hablando de eso, estoy a punto de fichar, así que tengo irme-
Solo pudo negar con la cabeza, porque... bueno, su madre tenía razón.
Había pasado mas tiempo del que podía contar en todas partes del restaurante. Sin embargo, eso no significaba que quisiera que su hija anduviera dando vueltas por allí. Valentina todavía tenia la pequeña cicatriz en la nuca, de cuando pensó que la cocina era su patio de recreo personal y accidentalmente tiro una de las ollas de la estufa abierta mientras corría por ella. Y había chisporroteado contra su piel cuando lo había pasado.
"Está bien, te dejare ir. Y por favor", bajo la voz, sabiendo que siempre odio a Valentina por mencionar esto. "Si necesitas algo para el alquiler o las facturas del próximo mes, ¿podrías decírmelo en lugar de trabajar setenta horas a la semana? En serio. Esos son días enteros que podrías pasar con Em y conmigo- añadió tratando de convencerla. Intentando desesperadamente. No era la primera vez que tenían esa conversación y estaba segura de que no sería la última.
-No tienes que cuidarme, ojitos. Estoy bien- fue la respuesta poco sorprendente de su madre.
Valentina ya podía ver el costo que tanto trabajo le había cobrado a su madre que se acercaba a los sesenta. Y a ella no le gustaba lo que veía ni un poco. Especialmente cuando ahora tenía acceso al dinero para hacer algo al respecto.
Mordió su mejilla ya que odiaba discutir, especialmente sobre dinero...- Mamá-
-En nochebuena, Luis puede venir o no - ofreció Elena con un tono ligero y juguetón, pero Valentina sabía que no estaba bromeando. -Te amo-
Elena Pineda era una fuerza de la naturaleza. Alguien que podía hacer cualquier cosa basándose en pura fuerza de voluntad. Valentina siempre lo había pensado. Era algo que, a los veinticuatro años, Valentina todavía solo podía admirar; ella no tenía esa cualidad innata.
-También te amo, mamá- Le tendió el teléfono a Emily, quien esporádicamente la había estado observando desde el otro lado de la habitación mientras comía o jugaba con su avena y su fruta – Di adiós a la abuela, Em-
- ¡Adiós tita! ¡Te amo! La adorable sonrisa de Emily resplandeció a través de la habitación mientras aplaudía con sus manos llenas de avena.
Colgó el teléfono, exhalando un profundo suspiro con respecto a la "invitación" de su madre para Luis.
Valentina no tardo mucho en darse cuenta de que el cuento de hadas para siembre que había ingenuamente pensado que le habían entregado no era todo lo que se creía.