1| Primera impresión

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La pequeña Evelyn Evergreen se sentaba en una de las mesas para su edad en la escuela, rodeada de crayones y lápices, sumergida en sus dibujos y de vez en cuando en algún cuento fantástico. A la tierna edad de siete años, sus padres le habían tenido que poner gafas, convirtiéndolas en un accesorio cotidiano hasta hoy en día, sus doce años.

Destacaba como una excelente estudiante que, aunque demás estudiantes le preguntaba cómo lo hacían, ella simplemente decía que era algo fácil y que no era tan complicado, además era un tanto popular en su salón y otros de su edad gracias a su carisma. A pesar de las múltiples invitaciones de varios grupos para unirse a sus almuerzos, Evelyn prefería la soledad, disfrutando de sus propias actividades. Tenía amigos, pero ninguno compartía sus mismos intereses, solo uno que otro.

Dos recién llegados llamaron la atención ese año: dos gemelos con personalidades contrastantes. Stanley Pines se presentó con entusiasmo, arrancando risas con un chiste bien recibido por sus compañeros. Por otro lado, Stanford Pines, detrás de sus lentes, se presentó tímidamente, apenas mencionando su nombre, necesitando la ayuda de la profesora para completar su presentación.

Los gemelos ocuparon los dos asientos vacantes en la parte delantera de la clase, claramente juntos en un par, mientras que Evelyn estaba sentada separada en el siguiente puesto. Stanford, un tanto nervioso, la observó de reojo. La pelinegra le sonrió, revelando un diente delantero a medio salir, mostrando una expresión relajada que lo llevó a devolverle una sonrisa, aunque se notaba cierta timidez en él.

Cuando llegó la hora del almuerzo, Stanley ya había entablado amistad con varios compañeros, quienes naturalmente lo invitaron a almorzar con ellos. Sin embargo, al ver a su hermano solo y visiblemente desanimado, rechazó la invitación argumentando que debían realizar un recorrido con un profesor por los alrededores de la escuela.

— Hey, seis dedos —dijo el chico con una curita en el rostro, sonriendo—, ¿vamos a salir a almorzar? ¡Me muero de hambre!

— Uh... supongo —respondió el de gafas, levantándose de su silla.

Mientras tanto, Evelyn y otros pocos estudiantes permanecían en el aula, sacando sus loncheras. Evelyn sacó un libro para leer, pero al escuchar cómo uno de los Pines llamaba al otro "seis dedos", levantó la vista y se sorprendió al notar la peculiaridad de los seis dedos en la mano del chico.

— Wow... tienes seis dedos —comentó sorprendida y en voz baja, no quería ser escuchada, pero no fue suficiente.

Observó cómo él intentaba esconder avergonzado sus manos detrás de su espalda.

— ¿Y? ¿Tienes algún problema? —de repente, el contrario la enfrentó molesto, lo cual sorprendió a la joven de cabello oscuro, quien negó rápidamente con la cabeza.

— ¡N-no! para nada... de hecho, son muy bonitos —respondió nerviosa, aunque hablaba sinceramente.

— Oh, ¿en serio? —el tono de Stanley cambió, volviéndose inofensivo.

Miró a su hermano, se comunicaron con solo una mirada, demostrando que probablemente podrían confiar en ella.

— ¡Sí! —exclamó ella levantándose de su asiento, olvidando lo que estaba haciendo. Se acercó al más tímido, estando alerta por la cercanía de la niña— ¿Puedo verlos? ¡Por favor! —preguntó emocionada, con casi estrellas brillando en sus ojos.

Stanford, nervioso y tragando saliva, asintió tímidamente, mostrando sus manos a la joven de cabello oscuro. Ella las tomó emocionada, observándolas como si fueran una exposición en un museo... de su edad.

Bendición O Perdición | Stanford PinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora