2| Una noche inesperada

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Evelyn avanzaba con lágrimas resbalando por sus mejillas, un rastro de tristeza tras la reciente disputa con sus padres, marcada por el rubor en su mejilla causado por un golpe repentino de su padre. Aquella confrontación había sido intensa, dejando su ánimo en desorden.

Perdida en sus pensamientos, sin rumbo fijo y con los bolsillos vacíos, se vio obligada a dirigirse hacia la residencia de los Pines. Sabía que el gesto de buscar refugio allí no sería bien recibido por el padre de los gemelos, aunque la madre siempre había demostrado un cariño sincero hacia ella.

Caminando en silencio, las lágrimas empezaron a ceder lentamente, reemplazadas por la pesadez del frío nocturno y las primeras gotas de lluvia que caían del cielo oscuro. Con solo una chaqueta y un puñado de dinero en su bolsillo, sabía que sus recursos eran escasos para afrontar lo que vendría.

Después de unos minutos, tocó la puerta de los Pines con incertidumbre. Pasaron unos breves segundos antes de que la única figura femenina de la casa, aún radiante en su vestido rojo, abriera la puerta, ofreciéndole una mirada de sorpresa y preocupación al ver a Evelyn en ese estado.

— Señora Pines... disculpe la visita sorpresa. ¿Podría quedarme a pasar la noche en su casa? Le pagaré veinte dólares, es todo lo que pido. Solo necesito un techo para dormir —susurra, con la voz temblorosa y los ojos húmedos, aferrándose a su chaqueta con temor a ser rechazada.

La mujer de cabello castaño, con una sonrisa tranquilizadora pero mirada preocupada, le abre paso.

— Oh, cariño, no te preocupes. Entra. Hablaré con mi esposo sobre tu estadía —dice amablemente.

Se sintió aliviada al entrar, un tanto empapada. La mujer cerró la puerta y la condujo al baño más cercano en el primer piso. Allí, le ofreció una toalla para que se secara.

— ¿Tienes algo para dormir, cariño? —pregunta mientras la ayuda a secarse. La joven niega tímidamente— Está bien, te prestaré una pijama mía. No te preocupes. Regreso en un momento.

La mujer sale del baño, dejándola sola. En ese instante, permitiéndose soltar algunas lágrimas, intenta contenerlas cuando de repente...

— ¿Evelyn? —una voz masculina resuena fuera del baño, sorprendiéndola y haciendo que gire la cabeza hacia la puerta— ¿Por qué est- Estás llorando?

— Stanford, y-yo...

— ¿Hijo? —ambos jóvenes se vuelven hacia la mujer, que regresa con una pijama para la chica con gafas— Evelyn se quedará a dormir esta noche. Tuvo un problema con sus padres y no tiene dónde más quedarse —explica, entregándole la ropa a la joven—. Toma, cariño. Puedes cambiarte. Hay una habitación para huéspedes frente a la habitación de los niños.

El chico de cabello castaño observa con inquietud a su amiga. ¿Era la situación con su familia tan grave como para que buscara refugio a esas horas de la noche? ¿Acaso a sus padres les importaba tan poco la salud y seguridad de su única hija? Conocía poco sobre la relación entre los padres de Evelyn y ella misma, salvo que no era buena, pero ella nunca profundizaba en detalles.

— Dejemos a Evelyn tranquila por un momento, Stanford. Necesita estar sola —comenta su madre, llevándolo consigo.

— Hablaremos cuando salgas, Eve —dice él, ajustándose las gafas.

Ahora se encontraba sola. La luz amarilla en el baño parpadeaba ligeramente debido a la lluvia. Se observó en el espejo; la hinchazón en su mejilla había bajado considerablemente. Estaba agotada de llorar y le daba vergüenza hacerlo en la casa ajena.

Bendición O Perdición | Stanford PinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora