31 Solos

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Volví a los fríos pasillos de nuevo, esta vez junto a Daryl. El silencio lo envolvía todo; por lo que nuestros pasos sordos retumbaban a lo largo del pasillo por mucho que intentásemos ser cuidadosos.

Mi corazón acelerado esperaba oír en cualquier momento algo: una voz, una puerta abriéndose o unas pisadas que no fueran las nuestras. Pero no ocurrió.

Llegamos a la puerta señalada bastante rápido. Nuestro destino estaba más cerca de lo que me esperaba al verlo en el mapa, aunque llegamos tras pocos minutos andando por los mismos laberínticos pasillos, a mí me parecieron horas.

Era otro laboratorio, el más pequeño en el que habíamos estado hasta ahora. Parecía estar en uso y habíamos tenido suerte de no encontrarnos con nadie. Seguíamos llevando la bata de laboratorio que podía sacarnos de algún apuro, pero era mejor no tener que confiar en ello.

Permanecimos en silencio unos interminables minutos en los que Daryl se paseo por la estancia mirando a su alrededor.

— Así que sexy— dijo dejando la frase inacabada y sin volverse hacia mí.

—Creo que ya hemos pasado por esto, pero no me importa decirte miles de veces que a mi me gustas tú y solo puedo pensar en ti— mi tono fue bajando un poco y no pude evitar ruborizarme al decirlo.

—Y yo no me cansaré nunca de escuchártelo decir.

—Espero que sea eso lo que pasa y no que dudes de mi — susurré sin mirarle a los ojos aunque sentía los suyos clavados en mi.

—¿Oyes eso? — alterado se acercó a mi con instinto protector.

Negué con la cabeza, pero enseguida escuché los pasos de alguien acercándose a un ritmo acelerado hacía la puerta.

Daryl cogió mi mano y con un tirón me llevó detrás de la puerta. Permaneció detrás envolviendo me con sus brazos y presionando mi boca ligeramente con su mano. Fue un alto reflejo porque yo no había hecho ningún ruido.

Sentí el calor de su aliento en mi nuca y mi respiración de aceleró. No me acostumbraba a tenerlo tan cerca, a que me tocara, ni a tocarlo yo.

— Tranquila — susurró en mi oído.

No era miedo lo que había intensificado mi pulso, aunque él parecía creer que lo era. Pensé que probablemente serían Jesús y Gabriel, pero no quise decir nada para aprovechar ese momento junto a él.

Estábamos tan apretados, uno contra el otro, que comencé a sentir como crecía su pantalón. Sean o no nuestros amigos los que iban a entrar por esa puerta, el momento era de lo más inapropiado. Aún así, inevitablemente mi cuerpo comenzó a reaccionar; el calor subió nublando mi mente de nuevo. Puede que el peligro hiciera todo más excitante o simplemente siempre estábamos rodeados él y lo había normalizado integrándolo con el resto de emociones.

Apreté un poco más hacía atrás y él reaccionó moviendo suavemente sus manos acariciando mi vientre.

— ¿Te puedo tocar? — susurró.

No me esperaba que fuera tan al grano y mucho menos en ese momento, pero yo si qué quería que me tocara así que asentí.

Metió su mano directamente en mi pantalón y comenzó a acariciarme suavemente, arriba y abajo. No pude contener un gemido y apretó su mano contra mi boca para que no hiciera ruido. Yo estaba muy mojada y solo podía pensar en una cosa.

Me di la vuelta bruscamente para besarlo. Me presionó contra él. Jugué con su lengua e intenté morderlo suavemente. Daryl uso la mano que le quedaba libre para acariciarme por debajo de la camiseta llegando a mis pechos. Se le escapó un gemido.

Notaba calor y sabía que estaba lista para volver a tenerlo dentro. Su lengua jugaba con la mía sumiéndome en un caos de deseo y sus manos recorrían mi piel provocando chispazos por donde pasaban. No había tiempo y quería aprovechar cada instante, así que baje mi mano a su pantalón comenzando a desabrocharlo.

¿Se nos había olvidado dónde estábamos o los pasos que se habían parado sospechosamente? Un poco. Las ganas que nos teníamos eran voraces y los dos sentíamos que cualquier momento podría ser el último.

—Espera—susurró — ¿Y si entran aquí?

—Si entran paramos. Estoy lista. Puedes entrar ya.— gemí— Si quieres.

Asintió y comenzó a desabrochar mi pantalón.

—¿Quieres probar de otra manera?

Asentí, quería probar de todas las maneras.

Me colocó de nuevo delante de él dandole la espalda y nos acercamos a la puerta para evitar que nos vieran en caso de que se abriera. Subió mi camiseta y comenzó a acariciarme un pecho mientras me tocaba. Gemí y noté como baja su pantalón. Lo noté pegado a mis nalgas y fue como una necesidad.

— Puedes entrar ya.— gemí.

Los pasos del pasillo habían parado así que ni siquiera me acordaba de ellos.

Seguí acariciando y el calor era cada vez más intenso. Noté como colocó su pene, pero sin entrar lo mantuvo allí presionando contra mí, como una especie de dulce tortura. Intenté ser yo la que daba el primer paso, desplazando mi cuerpo hacia atrás, pero noté como el se apartaba.

Le gustaba notarme ansiosa. Escuché su respiración agitada y por fin entró. Primero lento y pude sentirlo progresivamente mientras seguía acariciando mi cuerpo. Gemí, intentando hacer el mínimo ruido posible, pero estábamos en nuestra burbuja de placer y era difícil controlarse.

Me preguntó si estaba bien, aunque era obvio, sabía que le gustaba estar seguro de que todo estaba bien y de que yo también estaba disfrutando.

En ese momento el pomo de la puerta se movió. Nos quedamos congelados, él dentro de mi y agarrando uno de mis pechos como una foto erotica. Una persona que no era ni Gabriel ni Jesús entró dejando la puerta abierta. Nosotros detrás de la puerta siendo uno y sin ni siquiera respirar para no hacer ruido. En unos interminables segundos llegó hasta una mesa, rebuscó entré los papeles y tras coger lo que parecía una tarjeta se volvió para salir de la habitación.

Con la puerta de nuevo cerrada volví a respirar.

— Casi — susurró Daryl apartándome ligeramente de él dando todo por terminado.

— No, espera. ¿No quieres acabar? Porque yo si. — susurré agitada.

— Joder, Beth, vas a hacer que nos maten, pero sí, si quiero. — susurró volviendo a atraerme hacia él.

Comenzó de nuevo suavemente, pero el ritmo y los gemidos se intensificaron rápidamente. Daryl era más consciente del peligro y me tapó la boca con la mano. Le pedí en un susurró que entrara mas fuerte para poder sentirlo más. Gimió y comenzó a entrar con más fuerza. Mi cuerpo no aguantó mucho más, ni él suyo tampoco. Un gemido salió casi a la vez y nuestros cuerpos liberaron esa energía al unísono. 

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En llamas [Daryl y Beth]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora