"ᴅᴇ ʟᴀ ʀɪᴠᴀʟɪᴅᴀᴅ ᴀʟ ᴀᴍᴏʀ" || Dibu x james

CAPITULO 8

Dibu salió del restaurante con el corazón acelerado y la cabeza llena de pensamientos oscuros. No podía perder tiempo. Apenas subió a su auto, llamó al inspector a cargo de la investigación de la desaparición de James.

-Inspector, soy Dibu. Sé dónde tienen a James, o al menos una pista. Lara confesó que está involucrada en su secuestro, y mencionó un almacén fuera de la ciudad dijo con urgencia.

El inspector, aunque sorprendido, no dudó en la gravedad de la situación.

-¿Estás seguro? -preguntó el inspector, mientras ya empezaba a movilizar al equipo.

-Totalmente. Ella lo confesó. Puede que no sepa la ubicación exacta, pero hay cámaras, dispositivos... Tienen que interrogarla y presionarla para que diga todo lo que sabe.

Esa misma noche, el inspector y su equipo detuvieron a Lara para interrogarla formalmente. Bajo la presión de la policía y viendo cómo se cerraba el cerco a su alrededor, Lara finalmente confesó todo lo que sabía: los nombres de los secuestradores, el almacén en las afueras, y cómo la FIFA y ciertos miembros de la élite estaban detrás del complot para mantener a James fuera de la vida de Dibu.

Con esta información y utilizando cámaras de seguridad de la zona y dispositivos de rastreo, la policía logró triangular la ubicación exacta del almacén donde tenían a James cautivo. La operación de rescate se organizó de inmediato. Dibu, pese a las advertencias del inspector de que sería peligroso, insistió en acompañarlos. No podía quedarse sentado sin hacer nada mientras James seguía sufriendo.

-No te prometo que será fácil -le advirtió el inspector-, pero si insistes, vendrás con nosotros. Solo mantente atrás y no interfieras.

Dibu asintió, con el rostro tenso y decidido. No iba a permitir que le prohibieran estar presente. Su corazón latía con fuerza, lleno de ansiedad y miedo por lo que encontraría al llegar.

Mientras tanto, en el almacén, James estaba agotado. Cada día que pasaba, su situación parecía empeorar. La falta de comida adecuada, las heridas que no sanaban, y el constante tormento psicológico lo tenían al borde del colapso. Sin embargo, en el fondo de su ser, algo se resistía a rendirse. Tenía que salir de allí. Tenía que intentarlo, aunque fuera lo último que hiciera.

Esa noche, después de días de cuidadosa observación, decidió que era su momento. Cuando los secuestradores parecieron bajar la guardia, James, con la pierna herida y apenas fuerzas, comenzó a moverse sigilosamente por el almacén. Sus movimientos eran lentos, dolorosos, pero estaba determinado. Llegó hasta una de las puertas laterales, que parecía menos vigilada.

Su respiración era pesada y cada paso le dolía más que el anterior, pero la esperanza lo mantenía en pie. Sin embargo, al intentar mover una caja que bloqueaba su camino, hizo un mínimo ruido. El sonido reverberó en el almacén vacío, y de inmediato, uno de los secuestradores, alerta, levantó la cabeza.

-¡Oye! -gritó uno de ellos, corriendo hacia donde estaba James.

Antes de que pudiera siquiera intentar huir, lo atraparon. Dos de ellos lo sujetaron con fuerza mientras otro le propinaba un fuerte golpe en el estómago, dejándolo sin aliento. El dolor en su pierna herida se intensificaba con cada segundo.

-¿Creías que podrías escapar, maldito? dijo uno de los secuestradores, mientras comenzaban a golpearlo con brutalidad.

James, debilitado, apenas podía defenderse. Los golpes caían sobre él sin piedad. Sintió como su cuerpo se iba apagando poco a poco, como si cada golpe apagara un poco más su voluntad de seguir luchando. Su visión se nublaba, y por un momento, pensó que no lo lograría. El dolor era insoportable, pero en medio de esa tormenta de violencia, se aferraba a la última chispa de esperanza que le quedaba.

Justo cuando creyó que no podía más, un estruendo sacudió el almacén. Las puertas metálicas se abrieron de golpe y una oleada de luces de linterna y voces llenaron el lugar.

-¡Policía! ¡Manos arriba! -gritaron los oficiales, irrumpiendo en la escena.

Los secuestradores se vieron sorprendidos y, en su confusión, intentaron huir, pero la policía rápidamente los acorraló. Entre todo el caos, Dibu entró al almacén, su corazón acelerado al ver la situación. Sus ojos buscaron desesperadamente a James.

Y entonces lo vio.

James yacía en el suelo, herido y ensangrentado. La pierna de la que Lara había hablado estaba visiblemente lastimada, y su cuerpo mostraba las marcas de la brutal golpiza. Dibu sintió una oleada de pánico y dolor al verlo en ese estado. Corrió hacia él, ignorando las advertencias del inspector, y cayó de rodillas a su lado.

-¡James! -gritó, tomando su rostro con cuidado, intentando no empeorar sus heridas. ¡James, por favor, despierta!

James abrió los ojos lentamente, apenas consciente. Vio a Dibu a través de una nube de dolor y confusión. Una lágrima rodó por su mejilla cuando reconoció el rostro de la persona que había estado esperando durante todo ese tiempo.

-Di... Dibu... -susurró con dificultad, su voz apenas un susurro.

Dibu, con lágrimas en los ojos, se inclinó más cerca, sosteniendo con cuidado su mano.

-Tranquilo, ya estás a salvo. Lo siento tanto, James... Lo siento. Te sacaré de aquí.

Los paramédicos no tardaron en llegar, y mientras comenzaban a atender a James, Dibu se mantuvo a su lado, rehusándose a dejarlo. Estaba decidido a no perderlo de nuevo. James había soportado un infierno, pero ahora, finalmente, estaba fuera de peligro.

Mientras lo trasladaban a la ambulancia, Dibu no pudo evitar sentirse abrumado por todo lo que había pasado. Había estado tan cerca de perder a la persona que amaba, y ahora, aunque James estaba herido, al menos estaba vivo.

Pero la sombra de la conspiración que había detrás de todo esto aún lo perseguía. Sabía que, aunque habían encontrado a James, la batalla contra aquellos que lo habían secuestrado no a terminado.
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CONTINUARA....

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