doce

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-no...no, no...- Aquino cubrió sus ojos con sus manos, no quería verlo, se apartó del cristal, sus piernas cedieron y cayó de rodillas, mientras rompía en llanto, seguía negando, rogando para que hubiera sido él y no Duxo.

Cuando por fin pudo abrir los ojos, lo primero que vio no fue arena, sino un suelo blanco y lustroso, completamente liso.

Estaba dentro de la caja de nuevo.

Miró alrededor, y lo primero que encontró fue, a solo unos metros más allá, a un Duxo tembloroso, recostado de espaldas a él, escuchaba su respiración asfixiada.

-¡Duxo!

Fue hacia él apenas corriendo, ya que seguía sintiéndose débil y fueron solo un montón de pasos rápidos y temblorosos.

Cargó al menor en brazos, girando su cuerpo para abrazarlo contra su pecho, el azabache respiraba de forma horrible, parecían leves chillidos que poco hacían para sus pulmones, temblaba de forma furiosa y sus ojos dejaban fluir lágrimas constantes, sus manos estaban sobre su cuello en un gesto doloroso.

-Duxo, Duxo, necesito que respires bien, vamos...- rogó Aquino mirando sus ojos, que estaban algo perdidos, su compañero simplemente estaba a punto de morir de pánico y miedo –Duxo, vamos, mírame– sus miradas se encontraron, y Aquino se rompió un poco por dentro al ver solo pánico y miedo arruinando los bonitos ojos del menor.

Duxo negó, no estaba funcionando, estaba demasiado asustado, sentía como si estuvieran aplastando sus pulmones, no podía respirar, aun en su mente se revivían las imágenes desesperantes de estar ahogándose, busco la mano de Aquino y la apretó con fuerza.

Le rogó que lo ayudara con la mirada, porque en verdad ya no sabía qué hacer, no había forma de estar tranquilo.

-Duxo, mierda...- Aquino se apartó de él, dejándolo en el suelo, el menor tiró de su mano, para que no lo dejara –no voy a dejarte– dijo el mayor, su voz estaba más grave de lo normal, acercó su rostro hacia él, rozando sus narices, al hablar sus labios se tocaron –relájate un poco–

Murmuró, su mano escapó del agarre del menor y fue hacia su mentón, alzándolo para tirar su cabeza hacia atrás, su otra mano cubrió su nariz, finalmente, juntó sus labios, entreabrió la boca de Duxo y expulsó el aire con suavidad, no necesitó soltarlo todo para ver qué sus mejillas se habían inflado y él seguía desesperado por aire.

–respíralo, sigue el ritmo, o respiraré por ti– dijo el mayor, al ver que el castaño no había dejado pasar el aire –va de nuevo, Duxo– avisó, antes de juntar sus labios de nuevo, el menor abrió su boca, controlando los espasmos que no lo dejaban llenar sus pulmones, sin hacer nada, dejando que pasará lo que tenga que pasar, sintió el aire de Aquino llenar sus pulmones, para luego apartarse –exhala– exigió el mayor –despacio–La mano que sostenía su mentón fue a su pecho, y sintió este bajar con temblorosa lentitud.

–y-yoo– su voz sonó temblorosa y aún asfixiada, el mayor lo interrumpió instantáneamente.

-no hables- colocó su mano en su mentón de nuevo –una vez más y lo harás solo, Duxo, vamos– tiró su cabeza hacia atrás y volvió a juntar sus labios, repitiendo lo mismo, vio el pecho de su compañero elevarse.

Al separarse, Duxo exhaló con tranquilidad, sus ojos se encontraron de nuevo, el mayor parecía suplicar con la mirada, llevó una mano a su nuca.

–inténtalo– pidió Aquino con suavidad, y Duxo lo miró mientras tomaba una profunda inhalación de aire, vio las silenciosas lágrimas rodar por sus pálidas mejillas, su sonrisa y su mano acariciando su rostro –ya, exhala–

Obedeció a Aquino en sus órdenes tan básicas de cómo respirar, hasta que se sintió mejor, hasta que su pánico pasó y pudo respirar con regularidad, y asintió para el mayor para darle a entender que ya estaba bien.

El mayor volvió a alzarlo en brazos, tomó su rostro y unió sus labios en un beso de verdad, esta vez.

Sus labios se reconocieron con lentitud, rozando cada punto de su pareja, Aquino seguía llorando en silencio, aunque Duxo acercó sus manitas a sus mejillas para borrar las lágrimas, mientras se hundía más en sus suaves belfos.

Sus lenguas se encontraron, tocándose con la misma suavidad, calmando su amor y su miedo.

Sus frentes se unieron, los hombros de Aquino temblaron de llanto, y Duxo lo abrazó, dejando que se esconda en su cuello.

-ya... ya pasó...– murmuró, mientras frotaba la espalda del mayor –estoy aquí, Miel...–

-¿p-por qué? ¿Por qué haría esto?- murmuro entre llanto el mayor –él es cruel...–

Duxo lo dejó llorar, abrazándolo, mientras buscaba la respuesta.

-porque quiere enloquecernos–

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❁Encantador❁  DuxinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora